Capitulo 10

540 32 8
                                    


Apenas se abrió las puertas del elevador, Isabella camino hacia la salida del edificio pisando fuerte haciendo resonar sus tacones de aguja por todo el recibidor; recibiendo la mirada curiosa y un poco hastiada de su marido que la seguía de cerca. A Marshall poco le importo el berrinche de la mujer. Tenía cosas más interesantes en que pensar como por ejemplo ¿quién era ese lindo castaño que despertaba el interés de su hermano? ¿Por qué apenas se enteró de la relación?

Cuando subió al auto en la parte trasera junto a su esposa la contemplo con una mirada evaluadora, Marshall frunció el ceño, él sabía que Ezra estaba interesado en Isabella; podía incluso presumir que su hermano se había enamorado, pero pese a todo eso, acepto la negativa de Isabella cuando ella lo rechazo. Isabella era una mujer bella, con clase y encantadora cuando quería, pero Marshall sintió una extraña sensación de malestar instalándose en la base de su estómago. Eso solo era la superficie de la personalidad de la joven, ahora que estaban juntos obligados a convivir en todo momento, el joven esposo ya no estaba tan seguro de todo lo referente a su esposa.

Uniendo las piezas, Marshall llego a la conclusión de que su hermano solo se estaba embarcando en una especie de relación con el castaño por puro despecho y en un intento patético por sacar a su ahora cuñada de su mente y corazón. No lo iba a culpar la chica era un encanto peligroso cuando se lo proponía y él no fue ajeno a ella cuando Isabella jugo bien sus cartas con ambos hermanos, pero Marshall no le dio mucha importancia porque al igual que Isabella, el rubio también buscaba lo mismo que ella. La fortuna de la familia contraria. Negocios son negocios.

—te tardaste en llamar madre. — el toque burlón en su voz no se hizo esperar. — esperaba tu llamada tan pronto apenas termine de escribir el mensaje.

Escucho un suspiro cansado del otro lado de la línea.

—Dime lo que viste Marshall. — Katherine amaba a sus hijos, a su manera, pero en ocasiones Marshall lograba fatigarla antes de tiempo.

El rubio se acomodó mejor en asiento. Aunque Isabella no lo volteo a ver sabía que la mujer tenía toda su atención sobre él. Eso logro divertirlo.

—pues las cosas son como lo dije el mensaje que te envié. — suspiro dramáticamente. — Llegue al departamento de mi hermano y entre con las llaves de repuesto que tengo, no creí que importaría...— una pausa. — pero como no lo vi por ninguna parte fuimos directo a su habitación y él tenía a un lindo chico sobre él. — sonrió con lo último.

—así que Isabella también los vio. — fue más un comentario al aire que una pregunta, aun así, el rubio hizo un sonidito de afirmación. — Muy bien hijo debes regresar a casa, le dije a Ezra que trajera al chico. Veamos que tiene de interesante.

Sin más Katherine finalizo la llamada, a ese punto Marshall ya estaba dudando que tan buena idea había sido darle esa información a su madre, él menor de los Coleman sabía que su madre era mujer muy intimidante y talvez el jovencito castaño no pudiera lidiar con una familia como ellos, porque él no se excluía, era consciente que no eran buenas personas.

Pero tan rápido como había llegado ese pequeño momento de remordimiento lo esfumo de su mente, si el chico no era capaz de lidiar con ellos y salir en una sola pieza la responsabilidad caerá en Ezra por haber escogido a un niño que no sabía en donde se estaba metiendo. No era su problema.



(...)



«No hay inocencia más dulce que nuestro sutil pecado»


—Estoy bastante seguro que no fui yo quien te tiro de la cama. — Alexander se burló del joven rizado.

Aiden tiño de rojo sus mejillas. — Créeme no es un hábito tampoco. — se levantó aun enredado con la fina sabana.

De pronto los dos se quedaron mudos, no sabiendo que hacer o que más decir.

Alexander estaba a punto de decir algo cuando su móvil vibro anunciando una llamada entrante. Mirando fijamente al menor que seguía frente a él, contesto la llamada sin revisar el identificador. Gran error. Al estar ambos en silencio y lo suficientemente juntos fue posible para Aiden escuchar la voz del otro lado de la línea.

—Amor ¿Dónde estás? ¿Por qué no contestaste anoche? — era una voz suave pero el rizado podía saber que era de un hombre. — Estoy en casa de tu madre, tienes que venir para desayunar juntos.

Alexander se tensó al reconocer la voz de Liam, y se golpeó mentalmente por haber olvidado que regresaría la noche anterior.

—Estaba ocupado, lamento no tomar la llamada. — El mayor no sabía porque de pronto se sintió muy incómodo, teniendo la mirada de su alumno sobre él, era obvio que Aiden sabía que era su pareja.

Aiden rompió el contacto visual y barrio la habitación donde estaban dándose cuenta que era habitación de un hotel lujoso.

«Bueno al menos no fue en un lugar de mala muerte. Tiene buen gusto.»

El rizado empezó a recoger su ropa que estaba dispersa por toda la habitación y recordó cuan desesperados estaban al entrar que se fueron desnudando con prisa dejando un mar de prendas alrededor.

Suspiro, y ya con su ropa en mano se dirigió al baño por una merecida ducha pero antes de entrar Alexander lo detuvo. Sosteniéndolo por su muñeca.

—Debo irme. — el tono de disculpa e incomodidad teñían la voz del profesor.

El rizado lo miro por un largo rato sin decir nada. Es decir, todo era como una mala comedia porque se había metido en los pantalones de su profesor y el peor error que tuvo fue que se quedó a dormir con él, cuando él era sumamente cuidadoso para evitar relacionarse de más con sus conquistas; y para cerrar con broche de oro su caliente profesor tenia pareja.

—Sí, comprendo. — le dio una media sonrisa.

El mayor mordió su labio inferior sin saber que más decirle al rizado. Se levantó y empezó a recoger su ropa y vestirse bajo la atenta mirada del menor que estaba a su espalda.

—tomare un baño y después me iré. — Alex volteo abrochándose su pantalón. Y ver al joven aun envuelto en la fina sabana con sus prendas abrazadas a su pecho desnudo y esa mata de rizos chocolates apuntando a todas direcciones. Aiden era un joven hermoso y destilaba sensualidad y seguridad por cada uno de sus poros. Siempre le llamo la atención.

—De acuerdo, te veré el lunes en la escuela.

Deslizando su camisa por su torso y tomando sus pertenencias de la mesita de noche salió de la habitación dejando al chico rizado en el hotel.

Tu paraiso mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora