Capitulo 7

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"La noche nos folla para darnos el placer de sudar lo dolido"




Podía sentir las gotas de sudor correr por la extensión de su cuello, también sentir el aliento caliente de su acompañante rozar su oreja y como su cadera era aprisionada con anhelo por el mayor. Una sonrisa traviesa se instaló en su rostro. En un movimiento algo torpe a causa del alcohol que ya recorría su sistema logro quedar frente a frente del hombre que era su acompañante de baile. Y era necesario resaltar que también era su profesor.

—Aun no me lo creo —. Aiden enlazo sus brazos alrededor del cuello de Alexander —. He tenido varias fantasías, pero nunca con un maestro. — Sonrió de lado. — Y mira que tengo una imaginación muy interesante.

El rizado suelta una risa escandalosa cuando siente al otro frotar su pelvis contra su cuerpo.

—Entonces espero que tu imaginación pueda seguirme el hilo, rizos, porque tengo muchas cosas en mente. — y sin más se acercó para devorar los labios rojos de su estudiante.

Momentos atrás cuando se encontraron en la pista de baile, la sorpresa paso por el rostro de ambos, pues Aiden no esperaba encontrarse a uno de sus maestros en un antro donde prácticamente estaban haciendo una orgia en medio de la pista de baile; y por otro lado Alex no esperaba que su objetivo de esa noche fuera uno de sus estudiantes.

En eso momento sus ojos se cruzaron y un brillo distintivo se apreció en los ojos del rizado que le sonrió con coquetería al mayor y, esté supo descifrarla y le tendió el trago que llevaba consigo para romper el hielo. Ninguno era inocente ni nuevo en el juego de conseguir un polvo; y el hecho de conocerse y ser alumno-profesor no era problema. Aunque ninguno de los dos sabía que estaban por iniciar un juego peligroso, el destino ya había lanzado los dados y nada sería sencillo.

(...)

—Joven, su esposa lo espera. — Marshall suspiro aburrido y despeino sus cabellos.

El recién casado barrio el lugar con una mirada frustrada, no podía evitar el aire hastiado que salía por cada uno de sus poros.

—¿Ya está en el bar? — pregunto mientras ingresaba por la recepción del hotel donde se supone estaba teniendo la feliz luna de miel que tanto habían esperado él e Isabella.

—Así es señor. — Un joven de la recepción lo estaba esperando para escoltarlo directo junto a su esposa.

—Bien, puedes irte, conozco el camino. — lo espanto con un movimiento de su mano, como espantando a una mosca, y es que nadie podía culparlo a esas alturas, Marshall ya estaba harto de soportar a una Isabella todo amor y dulzura encima de él. Un mes, un mes entero y el menor de los Coleman estaba sintiéndose asfixiado con toda esa nueva situación.

No fue difícil encontrar a su esposa sentada en una de las mesas con una copa de vino, allí sentada con un vestido rosa palo, elegante y ceñido a su delgado cuerpo. Isabella era una mujer hermosa de cabello castaño y ojos cafés, bastante diferente de lo que el buscaba en su pareja ideal. No sabía en qué momento se había dejado manipular por su madre y termino casado con esa mujer.

—Lamento la demora Isa, pero sabes que debo seguir con asuntos del trabajo. — antes de tomar asiento junto a ella le dio un beso simple en su frente. — ¿Ya tienes todo listo para regresar mañana?

Isabella sonrió feliz. — Por supuesto, mi madre nos estará esperando en el aeropuerto.

—De acuerdo. — el rubio espero a que un mesero llegara a servirle un trago, que ni bien terminaron de servirle él lo bebió sin respirar. Isabella lo noto, pero lo dejo pasar creyendo ser por el trabajo.

—¿Ansioso por regresar? — Estaban empezando a servirle la cena. — Sé que el trabajo no te permitió disfrutar de nuestra luna de miel como debió ser, sin embargo, fue perfecta amor.

Ella enlazo su mano con la de Marshall y empezó a platicarle todas las novedades que se estaban aconteciendo antes de volver, él fingía escucharla y mantenían sus manos unidas. La mente del hombre divagaba; analizando cada una de las facciones de su ahora esposa... porque ¿era bella?, pues claro, nadie lo podía negar, ¿era inteligente?, lo era, pero, una mujer enamorada deja de serlo y ese fue el error de Isabella. Cada día que pasaba Isabella se aferraba más a el rubio y por su parte Marshall empezaba a sentir la presión de su familia y la de ella, por pronto figar una fecha para la boda. Y cuando menos lo vio ya estaba casado.

—Isabella... — interrumpió a su esposa. — en cuanto regresemos debo ir a ver a mi hermano, tengo mucho papeleo que debo revisar con él. — ella lo escucho atenta. Asintió segura ante el anuncio.

—De acuerdo, iré contigo. — sentencio.

Una mueca por parte del rubio no se hizo esperar.

—No creo que sea conveniente Isa, ya te dije que será al llegar y debes descansar yo iré directo a su departamento porque será muy temprano y ... — ahora Isabella lo interrumpió poniendo su dedo en los labios del rubio.

Ella seguía sonriendo feliz sin despegar su vista del otro.

—Lo sé amor, pero yo quiero ir a verlo, a saludarlo ahora ya somos familia y quiero verlo.

Marshall la miro fijamente y después de unos segundos, resignado asintió aceptando que lo acompañara, tal vez estaba bastante estresado o cansado con la situación que pasó desapercibido para él lo insistente y tajante que fue su esposa con su pedido.

Porque lo que rápido empieza rápido acaba y para el joven matrimonio la presión familiar y los intereses individuales pesaban más sobre ellos que cualquier otra cosa. Cada uno perseguía un objetivo y debían de aferrarse al otro para lograrlo.

(...)

—¡Mierda! — soltó el rizado al caer de la cama, aun enredado entre sabanas. Su cabeza punzaba de dolor, un mareo le hizo cerrar sus ojos con fuerza.

Una risa burlona le hizo abrir sus ojos de prisa al saberse acompañado.

—Hey, ¿Qué haces allí abajo rizos?

Al conectar miradas, Aiden recordó de golpe todo lo ocurrido la noche anterior y al percatarse de su cuerpo desnudo con apenas una delgada sabana cubriendo su entrepierna y un dolor constante pero soportable en sus caderas fue capaz de sumar dos más dos.

Había follado con su profesor... y valla que lo recordaba, verlo allí recién levantado con ojos chiquitos por apenas despertar igual que el apenas una sábana cubriéndolo y mirándolo con picardía; todo eso le hizo saber al rizado que el Prof. Lee era una persona totalmente diferente de lo que dejaba ver a simple vista.

Tu paraiso mi infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora