Mamá y yo.💀

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💀💀💀

Tun, tun...

Los golpes bruscos que emite la puerta de la entrada al ser fuertemente golpeada resuenan por la pequeña sala de estar.

Observo a mamá sentada en el mueble y puedo notar lo nerviosa que se ha puesto.

—¿No vas a abrir, mamá?— pregunto.

—Ya va, cariño, ve sube a tu habitación y cierra con seguro. A lo mejor es el casero que viene a cobrar la renta— murmura poniendose de pie y tratando de alisar el vestido que lleva puesto con sus temblorosas manos.

—¿Otra vez, mamá? Pero el vino anoche—expreso, pero no dice nada, solo me hace señas para que suba a la habitación.

—Ya no soy tonta, mamá, sé lo que harás para pagar la renta con ese señor asqueroso—murmuro para mí dirigiendome a la pequeñita habitación que comparto con mi madre.

Vivimos en un mugroso departamento debido a que hace unos meses mamá quedó desempleada, ¿mi padre? se suicidó a causa de tantas deudas que su vicio por apostar nos dejó, nos arrebataron nuestras pertenencias como forma de cobro, sin mencionar que nos dejaron en la calle. Este fue el único lugar que mamá podía pagar siendo mesera en un bar, pero volvió a perder el empleo.

Llevamos no sé cuántos meses sin pagar la renta de este cuartucho, pero hace unas semanas he empezado a escuchar llantos provenientes de la sala y visitas más constantes del dichoso casero. No hay que ser muy  inteligente para saber lo que está pasando.

Antes de entrar al cuarto escucho el sonido de una botella romperse a la vez que un grito. Por inercia llevo mi mano izquierda al pecho y cierro con fuerza los ojos. Mamá me dijo que me encerrará en la habitación, pero no me dijo qué hacer cuando escuchara sus llantos de agonía. Dos lágrimas se deslizan por mi rostro.

¿Por qué tanta maldad?

Trato de tararear la canción que mamá me enseñó por si escuchaba ruidos extraños lograra ignorar esos sonidos y enfocarme en mi dulce voz.

Aún así no funciona.

Más forcejeos y gritos resuenan provenientes de la sala, doy media vuelta y me dirijo hacia allá con pasos sigilosos.

Enfoco mi vista en primer lugar en los vidrios esparcidos por el suelo, luego en la imagen de mamá con ese sujeto encima, gritando, forcejeando, rogando.

Es obvio que el señor está borracho, como cada vez que viene.

—¿Por qué renunciaste, zorra?— se escucha la voz estruendosa del casero.

—No voy a vender mi cuerpo, había aceptado el empleo como mesera, no prostituta, tengo una niña que cuidar y a la que darle un ejemplo— sollozaba mamá.

Más lágrimas son derramadas por mi mamá. Esa terrible sensación que suentes cuando ves a tu mamá llorando desconsoladamente y de alguna manera provoca un terrible agujero en tu pecho, es como si pudieras sentir su dolor, algún tipo de conexión.

—Ahora vas a pagar las malditas consecuencias, me debes tres malditos meses de renta, no quisiste pagarlo trabajando como perra en mi bar, bien, entonces lo harás siendo mi perra personal— gruñía el hombre sosteniendo a mamá fuerte del cabello.

—¿Mamá?—digo en un murmullo que acaban por escuchar.

Un jadeo de horror sale de los labios de ella, mientras el borracho forma una sonrisa de satisfacción.

—Cariño, te dije que te encerraras en tu habitación, sube rapido— exigió con mirada dura, pero llorosa, me rogaba con la mirada que me mantuviera al margen, pero esta vez no iba a suceder. Algo malo pasaría, lo podía intuir.

 Cuentos para no dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora