La tuerta.💀

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Ahí viene la tuerta.

Mira está entrando la que le falta un ojo.

Ugh, que asco la fea tuertona.

Cuchicheos, burlas, y miradas aqueadas predominaban en el salón de clases como cada día, cada vez que Trísh se hacía presente.

La chica caminaba con la cabeza gacha, para que su pelo cayera en cascada sobre su rostro y así, poder disimular lo que en él faltaba.

Los insultos no cesaban, continuaban hasta que Trísh fuera devuelta a casa. No tenía amigos, no tenía conocidos, a nadie le importaba, a nadie le interesaba juntarse con "la tuerta".

—No sé ni porqué sale de su casa, yo fuese ella y andara con una funda en la cabeza —murmuraban los alumnos sin ningún disimulo alguno, lo suficientemente fuerte para que ella escuchara.

No existía profesor, o superior que interviniera por la adolescente víctima de terribles abusos. Todos la ignoraban, diciendo que eran cosas de chicos, cosas normales.

—Estoy tan cansada —murmuraba continuamente Trísh.

Y era cierto, estaba cansada de ser menospreciada por ser como era, ella no pedía ser aceptada, solo quería ser respetada. Solo quería ser ella.

Sostuvo con fuerza su mochila, tomando asiento en su pupitre, dispuesta a escuchar un día más todas las burlas que tenían preparada para ella, a sabiendas de que serían las últimas.

—Basta, dejen a la chica en paz — pidió el profesor que acababa de ocupar su puesto en el escritorio.

Trísh levantó la vista hacia él, sorprendida de que alguien la defendiera, y a la misma vez, esperanzada.

»¿Qué no ven que aparte de tuerta es bien fea? La pobre debe de luchar contra sí misma, no es bueno que le recuerden lo que es.— culminó el profesor. A lo que todos respondieron con estruendosas carcajadas.

La chica volvió a inclinar la cabeza cerrando los párpados con fuerza, llenándose de valor.

Lo que el profesor no sabía, es que se acababa poner la soga al cuello, acababa de firmar su propia muerte.

Trísh verificó que la puerta estuviese cerrada con pestillo como de costumbre, siempre lo colocan para que los que llegaban después del toque de queda no pudiesen entrar al aula. Sacó despacio las armas que tomó a hurtadillas del cuarto de su padre, el oficial de policía del pueblo.

Empuñó las dos armas con las dos manos, no hizo falta cargarla, pues ya lo estaban, quitó el seguro y ahí empezó todo, ¿O más bien acabó?

Los disparos no se hicieron esperar, Trísh apuntaba en un lugar, y disparaba exactamente ahí mismo. Créditos a las clases que a escondidas de su madre, le daba su padre.

Un disparo en la frente a las veinte personas que a parte de ella reinaban en el lugar.

Gritos, súplicas y llantos era lo que se escuchaban. Por primera vez no eran las constantes burlas dirigidas a Trísh, eso a ella le gustó.

—Pa.. para Trish p- por favor— pedía la única que persona que aún quedaba con vida, aparte de ella.

—Profe.

—No hagas esto, no es lo que quieres— el hombre que anteriormente le decía fea, tuerta y denuncia a las burlas de sus alumnos ahora parecía un triste corderito, tratando inútilmente de convencerla para que no lo matara.

Lástima que ella ya no sentía nada.

—Ah, ¿pero sí quería que todos estos malditos se burlaran de mí? ¿Sí quería que me desplazaran, juzgaran, y hasta golpearan?

—Solo eran bromas— pronunciaba el hombre ahogado en lágrimas.

—Pues tome esto como una broma.

Y disparó.

Trísh se aproximó a su mochila sacando la navaja que guardaba entre sus cuadernos, aparte de una bolsa negra.

Y a pesar de que todos estaban ya muertos, fue haciendo lo que tenía tanto tiempo deseando. Uno por uno fueron quedando como ella estaba...

Tuertos.




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Cuánto tiempo, mis pequeños monstruos. Me alegra estar de vuelta con estos cortos relatos.

¿Qué les pareció?

Pueden ir a leer mis demás historias, prometo que les va a gustar.

Pueden ir a leer mis demás historias, prometo que les va a gustar

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