Capítulo 14

1.4K 155 101
                                    

Durante los siguientes días, Raquel no pudo evitar sentir los mismos nervios que sintió en casa de Julián

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Durante los siguientes días, Raquel no pudo evitar sentir los mismos nervios que sintió en casa de Julián. No habló del tema con su madre, pero sabía que no podría evitarlo durante mucho más. Sin embargo, eso no le preocupaba tanto como el hecho de pasar más tiempo a solas con él. Deseaba y temía, a partes iguales, que llegara el momento.

El sábado sintió los nervios a flor de piel al pensar que tenía que decirles a Cristina y Marisa que ese día no iría a trabajar. No podía no ir sin avisarlas, pero se sintió muy tentada a hacerlo. Escapar de todo para pasar un rato con Julián, haciendo bocetos de algunas de sus posturas y disfrutando de su compañía. Por suerte para ella, sus dos madres estarían trabajando ese día, por lo que no tendría que preocuparse en caso de decidir llevarlo a su casa. Sin perder más tiempo envió un mensaje a Cristina para avisarla. Solo esperaba que ese día no estuvieran desbordadas. Al poco rato, su madre respondió:

No te preocupes, hija, hoy parece que la cosa está tranquila por aquí. Disfruta dibujando.

Le extrañó que no hiciera mención alguna al hecho de que iba a dibujar a Julián, pero lo prefirió. De todas formas, estaba segura de que en cuanto pudiera le iba a someter al tercer grado para saber todos los detalles. Negó con la cabeza y sonrió mientras recogía todo lo que necesitaba y lo guardaba en su bolso. Había pensado en la posibilidad de salir del recinto e ir a un lugar bonito, aunque luego no saliera del todo reflejado en el dibujo final. La idea era buena, pero aún debía comunicárselo a él para saber si estaba de acuerdo. En caso contrario tendría que volver al pensamiento original: en su casa o en el pequeño recinto donde cuidaba de sus plantas. Solo con pensarlo su nerviosismo aumentaba. Tomó las llaves de su escritorio, fue corriendo hacia la puerta y se fue, cerrando al salir. Se dirigió con decisión fingida hacia la puerta de Julián y llamó tres veces. Unos segundos después abrió y le vio esbozando una sonrisa. Debía admitir que estaba más atractivo que de costumbre.

—He pensado en un cambio de planes, espero que no te importe. —Raquel empezó a jugar con un mechón de su pelo sin ser consciente de ello.

—¿En qué has pensado? —preguntó él.

—¿Qué te parece si vamos a la Plaza de España? Quizá podamos dar un paseo luego por el parque de María Luisa... —propuso.

Lo del paseo lo había improvisado y la verdad es que le apetecía. Había pensado mucho en aquella noche y en cómo había huido, cuando en realidad le habría gustado estar más tiempo con él. Ese sábado lo enmendaría.

—Me parece estupendo. Deja que termine de hacer unas cosas y nos vamos ¿de acuerdo?

Raquel asintió. Julián entró en su casa para recoger algunas cosas y después volvió a salir. Ambos se dirigieron hacia el ascensor y cuando las puertas se abrieron, entraron. Ella pulsó el botón del bajo y se tensó al notar la excesiva cercanía de su acompañante. ¿Cómo iba a soportar estar con él si solo con oler su aroma se ponía nerviosa? Aspiró, cerrando los ojos, y su embriagador perfume invadió sus fosas nasales. No supo definir su olor, pero le encantaba. Cuando abrió los ojos él la estaba mirando. En ese momento la puerta del ascensor se abrió y los dos salieron sin decir nada.

Él no soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora