Capítulo 29 (Parte 2)

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La cena no estuvo tan mal

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La cena no estuvo tan mal. Su padre no hizo mención del motivo que le mantuvo alejado de su familia y eso la reconfortó. Volvió con Julián en coche y durante gran parte del tiempo permanecieron callados. Hasta que a mitad de camino, parados en un semáforo, él cogió su mano y le dio un beso.

—Quizá sea un poco precipitado, pero quisiera proponerte algo. —Raquel giró la cabeza hacia él. Solo hizo falta una mirada para que él supiera que podía continuar—. ¿Te apetecería venir a dormir a mi casa? Literalmente dormir, no tiene que pasar nada.

El corazón de la chica latió desbocado y sus mejillas enrojecieron.

—¿Quieres que pase la noche contigo? —consiguió preguntar.

En ese momento volvió a ponerse en verde el semáforo y Julián retomó la conducción.

—Claro, ¿por qué no? De alguna manera estamos juntos y no me importaría tener algo más de convivencia contigo. Aunque sea por las noches.

Raquel sabía que lo decía por razones obvias: su trabajo como fotógrafo y sus propias clases en la universidad.

—Puedes pensártelo.

—No tengo nada que pensar —aseguró ella.

Julián volvió a llevar la mano de Raquel a sus labios para besarla.

Minutos después llegaron al garaje, él aparcó el coche y salieron. Cuando ella se acercó al fotógrafo, este la tomó de la cintura y la besó en la mejilla primero, y en los labios después. Ambos suspiraron tras separarse. Caminaron hacia el ascensor con las manos entrelazadas y al abrirse las puertas, los dos entraron sin deshacerse del contacto. Sus miradas hablaban solas y sus manos habían empezado una batalla de caricias que desembocó en una batalla de lenguas.

—Raquel... —Suspiró y juntó su frente con la de ella—. ¿Por qué no te conocí antes?

La chica sonrió.

—¿No crees que eso te lo debería preguntar yo? —Jadeó, aún con cierta dificultad para hablar tras el intenso beso.

—Tienes razón. Además, yo ya te conocía de vista... No sé si te lo he dicho ya.

Ella se mantuvo en silencio un rato y justo cuando iba a hablar, el ascensor abrió las puertas en su planta.

—Creo que no —confirmó Raquel. Cuando llegaron a la puerta de él y se detuvieron, añadió—: Espera que dejo el móvil en mi casa.

Lo buscó, pero no lo encontró y recordó que no se lo había llevado.

—Pues nada, no hay nada que dejar porque ni me lo he llevado. —Soltó una pequeña carcajada.

Julián la contempló con una pequeña sonrisa, casi embobado por el sonido de su risa. Al darse cuenta de que estaba siendo observada, dejó de reírse.

—Me encanta verte así. Te ves tan radiante... —comentó mientras abría la puerta de su vivienda.

Los dos entraron y él cerró la puerta.

—Bueno... ¿Y dónde dormiré yo?

—En mi cama, por supuesto. Si no tienes inconveniente... —respondió él.

Raquel palideció por un momento. Quiso decir algo, pero las palabras no querían salir de su boca.

—Yo dormiré en el sofá si te sientes más cómoda —propuso.

Él no soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora