Capítulo 31

893 105 76
                                    

Tres días después aún recordaba los besos de Julián sobre su piel y las palabras bonitas que le había susurrado al oído

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tres días después aún recordaba los besos de Julián sobre su piel y las palabras bonitas que le había susurrado al oído. Le había dicho que la quería y ella no había sido capaz de decirle lo mismo. No le hizo falta preguntarse el motivo porque ya lo sabía: aún sentía algo de miedo. No era por él, pues ya había comprobado que iba en serio, más bien se trataba de ella. La confianza hacia Julián estaba ahí, pero le costaba decir dos simples palabras. Ni siquiera cuando estaba segura de que hacerlo le haría tan feliz como lo era ella.

Sonó el teléfono fijo y ella fue al salón para cogerlo. Su madre y Marisa estaban en la cafetería.

—¿Quién es? —preguntó al descolgar.

—Hasta que por fin lo coges...

Raquel palideció, pero eso no le impidió hablar de nuevo.

—Pensé que había dejado claro que no quería saber nada más de ti.

—Solo quiero explicarte lo que pasó ese día...

La chica cerró los ojos y colocó dos dedos sobre el puente de su nariz. Suspiró.

—¿No te has dado cuenta de que no me interesa saberlo?

—Entonces has visto todos mis mensajes...

—Como para no hacerlo con lo pesado que has sido. —Abrió los ojos y bajó la mano—. Si querías una respuesta de mi parte te la doy ya: no me interesa nada que venga de ti. Eres parte de mi pasado y ya no quiero tenerte ni en mi presente ni en mi futuro. Y ahora, si me disculpas...

No le dio tiempo a terminar porque Pablo la interrumpió.

—Por favor, no cuelgues...

—Y ahora qué quieres... —Estaba perdiendo la paciencia.

Y sobre todo la valentía con la que había empezado la conversación.

—Déjame verte y explicarte y, una vez que eso pase, te dejaré en paz.

Raquel no habló durante unos segundos. Sabía que no podía confiar en él, pero a la vez sentía curiosidad por qué insistía tanto en hablar con ella. Eso no arreglaría las cosas entre ellos.

—Está bien, pero no será ni hoy ni mañana. Será cuando yo lo decida.

—Vale, vale. ¿Me lo comunicas por Showface entonces? O llámame, si lo prefieres.

—Te lo diré por Showface.

Y colgó. No lo soportó más y él tendría que conformarse. Volvió a su habitación y se tumbó en la cama bocabajo para llorar sin ser escuchada. Aunque no había nadie más en casa que la pudiera oír.


···


Decidió no contar lo que había pasado horas atrás ni a sus padres ni a Julián, al menos por el momento. Durante todo ese tiempo no solo había dejado salir muchas cosas a través de sus lágrimas, también había tomado la decisión de intentar arreglar las cosas sola. Pablo era su ex y nunca había sido violento, solo la había dejado de lado hasta el punto de serle infiel. No tenía por qué temer estar a solas con él, aunque era consciente de que toda su valentía y su fuerza habían sido producto de la distancia que los separaba. Cuando le tuviera delante no era capaz de adivinar cómo reaccionaría.

Se levantó de la cama para sentarse en la mesa y, durante unos segundos, mantuvo su mirada fija en el paisaje. Después cogió un folio, un lápiz duro y una goma para trazar líneas sin sentido. A veces hacía eso para calentar la mano antes de empezar algún boceto relevante. Y si quería poner en marcha su proyecto necesitaba tener material con el que empezar. Lo importante en ese momento era dejar la mente en blanco y olvidar lo que había pasado, aunque, al mismo tiempo, tenía que pensar en una fecha cercana, pero lo bastante alejada para que pudiera sentirse a salvo. Lo último que quería era, además, que él pensara que deseaba verle.

Eso jamás.

Él no soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora