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¿recuerdas aquella vez que fuimos con mis padres? no, como olvidarlo, ¿cierto? cada minuto me recordabas aquello, ese día no paraste de reír, y maldita sea como amaba verte reír. no entiendo lo gracioso, sólo te enseñé un volante de hace algunos años donde decía "roger y queen" sí, mamá le había puesto así porque ella los hizo.
al atardecer te llevé a mi parque favorito, la vista era hermosa, lamento que el parque ahora ya no se viera tan bien por ello.
—¿eres feliz?
vaya, sí que eres buena con eso de preguntar cosas cuando menos me lo espero.
—quizá.
—¿qué es lo que te falta para serlo?
tú.
—no lo sé. ¿tú eres feliz?
—quizá.
¿por qué respondiste quizá ahora?, ¿por qué no puedo preguntarte qué es lo que te falta para serlo?
el viento pegó en nuestros rostros, hizo tu cabello moverse, era tan largo como el mío. ahora lo he recortado un poco, quizá mas adelante sea más, quizá no, quizá ni siquiera llegue a eso.
—me gusta tu cabello, rubio.
a mí me gustas tú, a mí me haces falta tú para ser feliz. vamos roger, díselo ahora. maldita sea deja de pensarlo y sólo habla.
—a mí...
me sonreíste para que continuara pero no pude, estúpidas palabras. sentí un reflector, cámaras, reporteros. no, aquí no. cerré los ojos por unos segundos, miré a marie quien suspiro, las personas se posaron a nuestro alrededor hablando sin parar. lárguense al carajo. ni siquiera eso pude decir.
las preguntas eran un ataque, a ella, a mí, no quiero que la metan en todo esto. la banda, el nuevo álbum, ella. nunca me haba sentido tan impotente ante las cámaras.
—ya basta.
las palabras resonaron en aquel lugar dónde la obscuridad hacía presencia. mis ojos se abrieron, ella lo había dicho.
—¿no se dan cuenta que no ésta bien con esto? sólo váyanse.
parece que no tuve reacción ante ello. de verdad ella lo estaba haciendo, todo esto lo estaba haciendo. me maldije por dentro, por qué yo no podía hacerlo. ni siquiera podía defenderla de mis cosas. me sentía como un completo inútil. las personas comenzaron a esparcirse y tomé mi rostro con mis manos, tenía una vergüenza incomparable.
—¿estás bien?
solté una ligera risa ante ello y me descubrí el rostro, yo debería estarle preguntando eso.
—lo siento.
—¿por qué?
me odiaba porque la mayoría de veces nunca te respondía eso.
—porque no te protegí. porque todo eso fue mi culpa, porque nunca puedo estar tranquilo, porque no puedo decirte lo que quiero.
—ahora lo estás haciendo.
te abracé. me dije a mí mismo que algún día tenía que hacerlo, por qué no hoy, por qué no ahora.
