1
Lara
Mi cerebro estaba hecho un lío. Llevaba varios intentos de operaciones, y aún así el resultado de matemáticas no era el correcto.
- ¡¿Por qué no llego a ese resultado?!
Exclamé mientras me tumbaba boca arriba, entre las sábanas de la cama. Entonces, el chillar de la puerta al abrirse capta la atención de mis oídos.
- ¡Qué gritona!
Oigo la voz de Chris. Levanto mi torso y volteo a verlo. Portaba una chaqueta de cuero negro, y un jean de tonalidad azul.
- Cállate.
Achiné mis ojos, intentando mostrarle molestia.
Él se acercó a mí, y sentó a un lado de la cama, observando el cuaderno lleno de borrones por cada intento fallido de la tarea.
- Te equivocaste en el signo.
Señaló con su dedo índice. Volteé a ver e número y noté que en vez de que el número fuese positivo, debía ser negativo.
- No sirvo para esto, ¿verdad?
Me rendí, totalmente desanimada. Todos los del salón sabían resolver las operaciones con sencillez, pero no era así conmigo. Mica los hacía por mí, o me los pasaba. Ella jamás se había enojado sobre eso, y quizá ahora llegó mi "castigo".
- Si te rindes, entonces jamás servirás para eso.
Sonreí ante sus palabras, manteniendo la vista agachada. Me reposé en su pecho y cerré los ojos, sintiendo su dulce aroma. Su brazo me rodeó, y sus labios alcanzaron mi frente, sacándome una sonrisa más grande.
- ¿Me ayudas con esto...?
Murmuré, sin intenciones de querer separarme de su cálido cuerpo.
- Veamos qué podemos hacer...
Susurró, haciéndome sentir llena de energías de nuevo.
2
Micaela
El silencio de la biblioteca me calmaba, más desde lo de la noche anterior. Reposando mi mentón en mi palma, mientras mi codo se sostenía en la mesa, disfrutaba leyendo un libro de suspenso. No era el mejor, pero al menos me mantenía entretenida.
La silla de mi lado se corrió, y mis ojos rotaron a la derecha, encontrándome con un Alex sonriente a mis ojos.
- Esto no es posible...
Me quejé en voz baja, intentando volver al libro.
- ¿Qué tal?
- ¿Me estás acosando?
Ataque, volteando a verlo molesta.
- No, sólo pasaba a leer algo.
Podía notar su mentira a kilómetros de distancia. Mantuve mis ojos sobre los de él hasta que soltó un suspiro, volteó a otro lado, tomó aire, y se regresó a verme.
- Okey, sólo quería preguntarte si lo habías pensado.
Lo sabía.
- Alex, no tengo que pensar en eso.
Me regresé al libro, intentando calmarme y que no me saquen de la biblioteca.
- Oye, mi familia tiene dinero, te lo pagaré si me ayudas, te lo juro.
Había captado un poco mi atención, pero eso no iba del todo conmigo, no tenía que depender del dinero para hacerme pasar por la pareja de baile de él.
Me mantuve en silencio, lo cual bastó para que él se harte, levante de su asiento, y se regresé hacia la salida.
Cerré el libro, me puse de pié y me dirigí a devolverlo a su estante.
3
Mis pasos avanzaban, y me encogía en mis hombros por la fresca brisa. Me detuve, luego de ver que había llegado a mi destino. Una edificación grande, varias ventanas de los distintos cuartos, y rodeada por un muro de ladrillos grises. La única forma de entrar, era por los grandes portones negros.
En el medio de los dos portones, había un cartel con el nombre de aquella edificación.
"Asilo Wit"
¿Cuántas veces había visitado ese lugar? Eran demasiadas como para recordar. Demasiados dolorosos recuerdos venían a mi mente, demasiados.
Avance por la delgada acera de ladrillos. Podía observar los árboles, arbustos y flores. Avancé hasta llegar a la puerta de un marco blanco y la ventana transparente que permitía la visión al interior, antes de ingresar. Mientras me adentraba, podía observar a varias personas que venían de visitas.
- Mica.
Oí mi llamado a mi derecha. Volteé, y me encontré con la recepcionista, y amiga, Annie. Una mujer de un cabello corto y rubio. Sus ojos celestes se achinaban con la sonrisa que me regalaba.
- Hola, Annie.
Correspondí con otra sonrisa.
Ella rodeó el mostrador y me saludó con un tierno beso en mi mejilla.
- ¿Cómo estás?
Preguntó mientras acariciaba mi espalda de una manera maternal.
- Bien.
Sonreí.
- ¿La trasladaron de habitación?
Pregunté, dirigiéndome directo al grano.
- No, sigue donde siempre.
Contestó.
- Gracias.
Respondí, y dirigí mis pasos a las escaleras, así poder subir hasta el tercer piso.
Me detuve frente a la puerta café, con el número "102". Me detuve unos segundos pensando, y preparándome para lo que habría detrás de esa puerta. Noté la presencia del guardia a unos metros de mí, observándome. Era normal, siempre era así.
De mi bolsillo, saqué una llave dorada, la llave de esa puerta. Annie había logrado que pueda quedármela tras unos cuantos intentos de insistir. Aún si la perdía, contaba con una copia en éste asilo.
Introduje la llave en la cerradura y la roté, quitando la traba. El oficial se acercó unos pasos a la puerta. Por motivos de seguridad probablemente.
Empujé la puerta hacia dentro, y ahí estaba ella. Sentada de espaldas al borde de su cama. Su cabello negro caía en su espalda y no producía movimiento alguno. Hoy estaba tranquila. Solté un suspiro y me adentré con tres no tan largos pasos.
- Mamá...
Liberé de mis labios, pero aún no producía algún movimiento.
Me acerqué un poco más, y pude notar como su cabeza rotó con lentitud a verme. Sus ojos estaban perdidos, mostraban un vacío dentro de ella, como siempre desde ese día. El día que papá murió.
Mamá, jamás volvió a ser la misma, a ser ella. Las únicas palabras que puede pronunciar, la única que parece recordar son: "Mi amor". Era como siempre llamaba a papá. De vez en cuando intenta pronunciar su nombre, pero es como si le doliese recordarlo.
Me senté a su lado, y los ojos de ella volvieron a la ventana, dónde se podían apreciar algunos edificios. Parecía que le gustaba contemplar el exterior, o extrañaba estar fuera.
Me preguntaba si aún recordaba esos momentos en el parque, las cenas familiares, o quizá los juegos con ella. Me preguntaba si aún recordaba los momentos felices que vivimos. Me preguntaba, si aún me amaba.
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Hilo Rojo: Juntos
RomanceDicen que las personas están atadas a un hilo rojo. Este hilo puede alargarse y contraerse, enredarse y desenredarse, pero jamás romperse. ¿Qué tanto se aplicará a las personas aquella leyenda? Empecemos por juntarlas. ...