Despedida

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Decir que Steve estaba abrumado era poco: no podía procesar todo lo que estaba pasando a su alrededor. Estaba apenas recuperándose del remate del titán escroto (como su esposo le llamaba), acostumbrándose a la idea de que era digno de portar el poder del Mjolnir y abatido por todos los golpes recibidos, acostumbrándose a la dolorosa idea de que Nat ya no estaba con ellos.

Todo lo que ocurrió a continuación terminó por freír el circuito que tenía como cerebro. Cuando escuchó la voz de Sam -A tu izquierda- para dar paso a que miles de portales se crearan y de ahí salieran los héroes que hace 5 años cayeron a manos de este desalmado, era muchísimo para su mente; su corazón dio un brinco, llenándose de esperanza, al ver a casi todo el equipo reunido.

Pero no todo podía ser felicidad, siempre había un precio, y al parecer al cruel universo, no le bastó con quitarle a Steve a su mejor amiga, también se llevaría alguien más.

Ver a su hombre posado en esa esquina no era bonito: verlo tan vulnerable, tan débil, con tan poca vida en sus ojos lo destrozaba. La furia sentía en ese momento hacia Thanos, no se comparaba con nada. La manera en que en un solo instante, el universo le arrebató al hombre de sus sueños, se sentía injusto, se sentía egoísta y casi como un capricho, solo para que Steve Rogers no encontrase la felicidad.

Saber que ni todo el poder que contenía en su ser era suficiente para salvarlo. Era dolorosa la impotencia que sentía en cada poro de su piel; ésta,lo estaba comiendo por dentro. Quería llorar, golpear, destruir, quería tantas cosas, pero no podía, la vida se encargó de recordarle que él no podía hacer nada, y que por más que se esforzara, nunca iba a encontrar la paz. Solo le quedó posarse junto al hombre que más amaba a esperar que la dulce muerte lo separara de su felicidad nuevamente. Parecía una broma, una cachetada: que de nuevo te tocara perder al amor de tu vida por algo que no dependía de ti. Era muy triste, era muy doloroso, pero era el Capitán América y además era padre, tenía que poder con esto. Un hombre digno del mjolnir debía poder con todo, pero en ese momento, solo quería permitirse sentirse ese niño de Brooklyn; quería un abrazo consolador de su madre; quería estar bailando con Peggy; quería estar discutiendo con Tony; quería tener una noche de películas con sus amigos completos; pero era Steve Rogers, el hombre que no podía tener nada bueno en su vida.

Saber que tenía que explicarle a Morgan que su papi no volvería a casa, que no podría hacerle caballito en el patio de su cabaña, que no leerían una historia los tres juntos al ir a la cama, que no le daría paletas heladas a escondidas, o que simplemente no le diría nunca más "te amo tres mil" lo dejó partido en miles de millones de partículas. No podía creer que ya no vería ese redondo trasero caminar por su casa explicándole conceptos científicos que nunca llegaría a entender por completo. Pensar que no podría abrazar más a Tony, o besarlo, o simplemente sentir su calor lo dejó llorando junto a él.

Habían ganado, si, pero a que precio. La victoria les costó a los vengadores dos de los miembros fundadores, personas que al final sacrificaron su vida para poder salvar a todo el universo. No era justo, pero era lo correcto, Tony lo sabía, es por eso que Steve lo amaba: sabía que Tony entendía lo que se ponía en juego en cada misión y aún así, nunca dejó de hacer lo correcto. Ironman era su héroe, era a la persona que más amaba, era su media naranja, su otra mitad, y ahora tenía que vivir en un mundo sin él.

Fin.

Después de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora