Capítulo IV

32 0 0
                                    

Justin perfiló mi labio superior con el índice una vez más, antes de alejarse.

-El idiota de tu novio está a punto de llegar.

Dándome la espalda, y, adivinando mi confusión, se señaló una oreja.
Un músculo de su espalda pareció incluso más fibroso en el momento en que el ruido de las llaves llegó a mis oídos.

Gio.

El alivio danzó en mi cuerpo, y me fundí en su abrazo.
Gio estaba aquí, él podría ayudarme. Podría ahuyentar a la criatura.
Justin elevó una ceja sarcástica hacia mi, sintiendo el cambio en mi actitud.

Los pasos arrastrados de Gio retumbaron en la sala, y mis pies, a costa de toda prudencia, corrieron hacia su encuentro.
Mi boca se encontraba en su cuello, y mis brazos apretujaban su cintura.

Gio posó una mano sobre mi cabeza, y la palmeó.

-Hey -Saludó, y avanzó hacía el sofá, sin reparar en el extraño intento de hombre que se encontraba a su lado.

Justin chasqueó la lengua, incrédulo.

-Te trata como a un perro.

No le ha dirigido ni una mirada.

-No puede verme si yo no quiero -Dijo Justin, ante mi mirada desesperada- Lo gracioso es, que tú si lo quieres, y te ignora de igual manera. El novio del año, nena.

Gio encendió la televisión, sus zapatos haciendo eco en el suelo cuando se libró de ellos.

-Gio... -Empecé-

-Te perdono lo de la comida, ______. -Interrumpió él- Tengo un almuerzo de negocios en media hora.

El que Justin presenciase el trato de mi marido hizo que el labio me temblara, tanto por vergüenza, como por terror.
Gio no me creería si le contase.

Una pequeña escala de ira trepó por mi espalda, pero esta se disipó en cuanto Gio se incorporó, y rozó un beso formal en mi frente, antes de escabullirse escaleras arriba.
Mi pecho empezó a galopar, su colonia fresca tranquilizandome.
A pesar de todo, le quería.
Y hacía tanto que él no me besaba sin un pedido.

Justin estudiaba mi reacción. Su (ahora conocida) mueca burlona sorteaba en su boca. Sin embargo, sus cejas estaban casi juntas, y proclamaban molestia e incredulidad.

Cerré los ojos, deseando que no arruinase el momento.
Y que se largase de mi maldita casa.

-Ya puedes irte -Dije, con mi voz sin flaquear.

Tomó asiento donde antes lo había hecho Gio.
Su postura altiva, y esa soberbia, adornada de poder pese a la vulnerabilidad de su desnudez hacían un contraste entre un hombre y otro.
Gio, con su frialdad, se me antojaba más dulce.
Justin proclamaba terror.

-Tu noviecito parece querer cooperar con mi trabajo. -Exclamó, rasgando con su uña afilada el borde del sillón- Nos serviría como cooperador para el control de mortalidad. Empiezo a creer que es más profesional que yo, Missy.

Y, entonces, como si quisiera probar su punto, me lanzó una mirada significativa, mientras acariciaba su dedo índice.
Le volteé la cara.

-No es tu incumbencia el trato que me de mi marido.

Chasqueó la lengua, y los colmillos le rozaron levemente la carne del labio inferior.
Tenía la boca tan roja.

-De modo que me veo obligado a pasar un largo tiempo contigo, me importa. No me gusta no poder controlar las cosas, ni que me roben el maldito puesto. Tu amado noviecito no debe tratarte mal sin que yo así lo ordene.

La puerta se cerró de un portazo en cuanto Gio se fue sin saludar. Y, como de costumbre, sin mirarme.
Justin entornó los ojos, avanzando hasta a mi, y tomándome de la barbilla.
Sentí como el azufre y mi piel parecían chamuscarse ante su toque.

Su boca, roja y perfecta, se encontró a centímetros de mis ojos.

-Te vas a matar por mi causa, no por él.

Y sin más, me soltó.
Un segundo después el ladrido de Henuen cortó el silencio.

__________________

Hola, si hay alguien por ahí me gustaría saberlo. Un comentario para la mendiga de historias, s'il vous plait.

△No pressure△ ||Justin Bieber||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora