Capítulo VI.

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Para cuando la noche ha caído, los arañazos que queman mi pecho aún me dificultan la respiración.
Una parte de mi, aquella que ya esperaba todo esto, suelta una carcajada aliviada.
Sin embargo, me muerdo el labio, y cierro los ojos para protegerme de la oleada de celos que me ahoga.

Gio en los brazos de otra mujer.

Imagino unos dedos largos y aceitunados contorneando sus párpados antes de que la boca, roja, lo bese.
Su aliento golpeando un cuello fino y delgado, y sus dedos quemando a otra piel.
Me siento herida, desamparada.
Deseo gritar.

-No es como si no hubiese sido demasiado obvio -Añade Justin, con desdén-

Su pecho desnudo transmite calor desde el medio de la habitación. Sus pies descalzos hacen eco en el lustrado de la madera mientras se pasea, aburrido.

Ahogo un sollozo, y decido cambiarme antes de ir a dormir. Lo hago sin importarme su presencia, pues, luego de varios días, ha adoptado la forma de una sombra quisquillosa para mi.

Justin se detiene.
Sus ojos vagan sin descaro por mi sujetador. Y, cuando coloco la camisa de franela sobre mi cuerpo, parece incluso más tenso.
Sé, pese a lo mucho que lo he dudado, que le parezco atractiva. Pero desconozco si las criaturas del suicidio se acuestan con humanos.
De todas formas, Justin no representa más que dolor y repulsión ante mis ojos, y no suelo detenerme en los hechos que le envuelvan en algo tan banal como el sexo.
Es precioso.
Y está desnudo el cien por ciento del tiempo.
Pero eso es todo.

-Missy -Me llama, incómodo. La falta de soberbia en su voz hace que mi tristeza se apacigue un poco. Avanza hacia mi, sus ojos nerviosos, como si casi volcara el vino en ellos. De repente, al reconocer su vulnerabilidad, cuadra la mandíbula, y sonríe burlón- ¿Ahora das espectáculos gratis para no sentirte tan despechada?

Retirando las sábanas y acurrucandome bajo ellas, respondo, hosca:

-Daré espectáculos gratis a quienes puedan hacerme olvidar el despecho a folladas, no con un fantasma.

Con los labios en una línea fina y tensa, se agacha, colocando su cara a pulgadas de la mía.

-¿Para qué buscar más hombres que te dejen por el primer trasero bonito que vean? Y ni siquiera un mes después de que perdieran al crio.

Me congelo.

-¿Lo hizo?

Justin absorbe mi susurro herido con una sonrisa helada.

-Lo hizo. Esa misma madrugada trajo al maldito perro a tus pies, así mataba un poco la culpa. No es tan tonto como parece, preciosa.

Henuen, hecho una bola a mis pies, le soltó un gruñido, logrando que Justin frunciera el ceño.
El ardor me consumió de nuevo, y, mientras mi pequeño animal lloriqueaba con su nariz mojada refregandose en mi mejilla, volví a llorar.

Aquella noche, cuando Justin maldijo el tener que marcharse, y Gio recostó su cabeza en su lado de la cama, me mordí los labios hasta hacerme sangre.

Lo sé quise decirle.

Su mano, fina y delgada, cálida en la palma y con las yemas frías me toca, justo en el hueco de mi cuello y mi oreja.
Lo ha hecho dormido.
A veces, estas caricias se le escapan.

Saboreo la sangre en mi boca como un recordatorio del dolor.
Y suspiro.

Lo sé, Gio.
Lo sé y te perdono.

△No pressure△ ||Justin Bieber||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora