Capítulo VII.

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Cuando Justin suspira, su aliento parece quemar tanto como su presencia.

-¡¿Lo has perdonado?! -Grita, incrédulo. Se pasea por la cocina, golpeando la encimera cuando se detiene abruptamente para mirarme- ¿Puedes ser, acaso, aún más estúpida?

Reclino mi espalda en la silla, y remuevo la cuchara dentro de la taza con té.

-Lo siento si eso ha arruinado tus planes. No me mataré porque Gio haya tenido una aventura.

La voz me flaquea al final de la oración. El sentimiento aún es fresco, tanto así como su caricia de la noche anterior.
Justin se arrima, colocando ambas manos a la par de mis brazos.
Sus ojos extraños lanzan llamas.

-Aún se la jode. Olía a otra cuando llegó anoche, y olerá a otra cuando regrese hoy, si es que lo hace.

Trago.

-Está bien, es solo algo pasajero. Gio necesita un respiro que yo no puedo darle.

A Justin se le desencaja la mirada.

-¡¿No te importa una mierda?! -Grita, rugiendo con una voz de ultratumba. De repente, sus ojos se abren, y su gesto se relaja en sorpresa. Cuando vuelve a hablarme, la voz le sale casi como el terciopelo- No te importa...

-Claro que me importa; se va tras un par de piernas jóvenes mientras yo dejo la vida por él.

-Pero no haces nada al respecto.

-No podría, Gio se enfadaría.

-¿Y tú no te enfadas?

-No -Suspiro, y bebo el té. Está helado- No podría. Yo...

Justin sacude la cabeza. Por un breve momento, reparo en su cabello ceniza, y en los destellos rojizos que parecen arder, como todo lo que de él proviene.
Se aleja, y toma asiento frente a mi.
Casi parecemos un par de amigos discutiendo el clima.
Salvo que, claro está, mi amigo desea matarme.

-¿No superas el hecho de no sentirte culpable por lo del niño muerto?

Frunzo el ceño, pese a estar acostumbrada a su insensibilidad.

-¿Tú qué sabes sobre ello?

-Que eres una mortal muy guapa, pero mortalmente idiota. Piensas que es tu culpa por no ser una buena hembra.

-Los mortales ya no usamos términos como "buena hembra", así que, según yo lo veo, el idiota aquí eres tú.

Recojo la taza a medio beber, y vierto su contenido en el fregadero. Cojo el bolso del perchero, y las llaves de la encimera, mientras Justin me pisa los talones.
Cuando abro la puerta, parece ligeramente tenso.

-Pensé que vivías encerrada en tu pocilga.

-Pensaste mal -Respondo por lo bajo, soltando un silbido para que Henuen entre en la casa- Trabajo, estudio. No siempre estoy disponible para que tu maldita presencia me maldiga aún más los días.

Camina junto a mi, luciendo curioso.
Aún no ha amanecido, y la oscuridad de la ciudad se asemeja a la boca del lobo.
Los ruidos de carros en la avenida dan a entender que la hora del ajetreo se acerca. Sin embargo, solo somos Justin y yo en la soledad de las calles.
El pavimento está húmedo, y hay basura pudriéndose al costado de un local de comida.
Tomo el callejón que me conduce a la parada, y Justin, extrañamente silencioso, parece inquietarse.
¿A qué podría temerle el ángel de la muerte?
Burlona, lo miro de reojo.

-Si alguien morirá, ten por seguro que ese no serás tú.

Él se remueve de nuevo. Tiene la mandíbula tensa y los ojos opacos.
Entonces, los veo.
Dos hombres zarandeandose y titubeando al caminar. El más joven lleva una botella metida en el chaleco, mientras el de bigote, da dos pasos desafiantes en cuanto me ve.
Porque me ve solo a mi.
Justin es invisible a sus ojos.

-Preciosa -Me llama, jadeante. Suelta un silbido que rompe el callejón en dos. Le da un toque a su compañero, que me sonríe entre pupilas idas y dilatadas, y prueba de nuevo- Preciosa, no son horas de andar en la calle.

Da un paso más, antes de que su cara se tranforme en algo que no alcanzo a ver. Corro, con las zapatillas mojandose en charcos de agua turbia, y con jaleos y gritos detrás de mi.
Justin ha desaparecido.
Y no necesito reflexionar sobre ello.

Mientras la garganta me quema por falta de aire, y la tela de la chaqueta me dificulta los movimientos, lo sé.

Esto ha sido obra de él.

△No pressure△ ||Justin Bieber||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora