Nunca voy a olvidar la primera vez que vi a Carol Danvers.
Era una tarde soleada en las calles de París, además de ser mi primera vez en la llamada Ciudad del Amor. Ahora que lo pienso es algo irónico, al fin y al cabo, solo me encontraba allí por trabajo, no por diversión. Pero mi buen amigo, el general Odinson, había tenido la maravillosa idea de tomar una tarde libre para enseñarme sus lugares favoritos de aquella ciudad.
Al inicio no se me hacía muy diferente a las demás ciudades en las que he estado, gracias a mi trabajo he conocido muchos lugares, pero hay un común denominador en las capitales, aunque siempre logro encontrar algo de magia en cada nuevo lugar, y París no fue la excepción. Después de haber recorrido incontables lugares, llegamos a un pequeño restaurante alejado del comercio y la zona de turistas.
Era un lugar pequeño y muy familiar, pero acogedor. Allí, habían dos personas más que pude deducir eran conocidos de Odinson, ya que este no pudo ocultar su emoción al verlos mientras yo observaba a la distancia, y allí fue que por primera vez vi aquella sonrisa que me quita el aliento. Thor nos presentó de la manera más formal posible, explicándome que aquellos uniformados eran viejos amigos suyos y que se encontraban representando al ejército de Estados Unidos.
Pasamos aquella tarde entre risas y anécdotas con la Capitana Danvers y el Capitán Rogers, quién unas horas después se excuso con que debía retirarse para llamar a su esposo e hijo según explicó, su hijo estaría llegando de la escuela en aquel momento, y era la oportunidad perfecta para hablar con ellos. Aquello me sorprendió, pero dejó en mi un sentimiento de alivio, tendría más tiempo para hablar con la Capitana, aquella mujer con su corto cabello rubio me intrigaba sobremanera y como si Thor hubiese leído mi mente, tomó su teléfono y excusandose con que tenía un asunto urgente que atender salió de aquel lugar regalándome un guiño de la manera más disimulada posible, antes de salir de allí.
— Entonces Capitana, ¿alguien le espera de vuelta en América?
— Oh, llámame Carol, por favor. Y desafortunadamente no, decidimos tomar rumbos diferentes con quien solía salir, aseguró que quiere cuidar mejor de su hija y ante eso, preferimos dejar las cosas en amistad — Le miré con un poco de tristeza en mi rostro, a lo mejor no debí haber preguntado aquello, no debería meterme con temas tan personales. — Pero no te preocupes, Val, fue hace algún tiempo. ¿Qué hay de ti? nunca pensé que Thor pudiese tener tan buen gusto.
No pude hacer más que soltar una carcajada, ganándome una mirada de confusión de la rubia sentada frente a mi, quien para aquel momento tomó un poco de su copa de vino que estaba casi vacía, y ameritaba ser rellenada de nuevo, y como si aquella ciudad no fuera lo suficientemente mágica, un camarero se acercó a recargar nuestras copas siendo totalmente bienvenido a hacerlo.
— Lo siento Carol, no salgo con Odinson, es mi hermano en armas y un muy buen amigo, nada más. — Respondí un poco más calmada y quedándome para mi las palabras que podrían haber seguido a eso, como un "claro, y también estoy disponible" o algo así. Pero solo atiné a sonreír.
— Entonces, brindo por la soltería — Pronunció Carol, levantando su copa y dirigiéndome una sonrisa muy amplia, que aún no logro descifrar si era causada por el momento o por el alcohol.
— ¡Por la soltería! — Animada correspondí, mientras sellábamos aquel tema y continuábamos discutiendo de la vida, las historias y por que no, el futuro.
Aquella noche me sentí como nunca antes lo había hecho, parecía una adolescente ridícula, desde la manera en la cual habíamos hablado todo y nada a la vez hasta cuando Carol me había pedido mi número de teléfono y nos habíamos despedido, frente a su hotel. Esa noche, Carol se dio una pasada por mis sueños.
Algunos días pasaron y nuestro trabajo allí ya estaba por terminar, no había vuelto a ver a la Capitana pero no podía quitarme su recuerdo de mi cabeza, de todas maneras, habíamos estado hablando por teléfono en los momentos libres y cada noche antes de dormir. El día anterior me había despertado con un mensaje suyo en mi teléfono y la felicidad que me acompañó todo el día fue inevitable, hasta Odinson vió la oportunidad perfecta para burlarse, era estúpido pero cuando quería notaba las cosas como nadie más lo hacia.
Y llegó el día en el que debía partir de allí, retomar a mi frío pero acogedor hogar. Presentaríamos un informe de la misión y podría al fin tener unas merecidas vacaciones. Si es que a el General Odin no se le ocurría la maravillosa idea de asignarnos otra misión tan pronto como quisiera. París nunca se sentirá igual cuando cada calle me recuerda a aquella rubia con sonrisa de oro que logró robar mi corazón.
Quedamos de vernos una vez más antes de mi partida. Al lado del Rio Sena había un restaurante lujoso, y allá quedamos de tomar una última copa juntas por última vez. Era claramente espacioso y bonito, no tan acogedor como aquel pequeño restaurante donde nos conocimos, pero sería una despedida memorable.
— Rogers y yo nos quedaremos unos días más antes de partir de vuelta a Nueva York.
— Les deseo suerte con el resto de la misión, es un gusto haberte conocido Carol.
— Lo mismo digo Val.
Y sin más, nos sentamos a hablar de todo y de la nada al mismo tiempo, jamás voy a olvidar aquel momento, y como sentía que jamás volvería a ver a la Capitana. El tiempo ha pasado y aún recuerdo con todos los detalles posibles mi estadía en París aquella vez, la primera vez que vi a Carol Danvers, y descubrí que solo ella podría arreglarme. Había una vez que lo teníamos todo, o eso solía creer hasta aquel momento, yo también me puedo equivocar, no pasaría el resto de mis días sola.
Por ahora esto es todo, en unas horas debo partir a Nueva York y seguiré el río hasta donde el océano se conecte con el cielo por ella, solo por ella. Solo por Carol.