Pasillos de tortura, dolor y desesperación. La agonía se podía sentir en el ambiente y los gritos de los condenados hacían ese lugar insoportable para cualquier ser humano o ángel. Incluso, los demonios más nuevos lograban espantarse ante ese lugar que ahora era su hogar.
Entre las profundidades de ese lugar, se encontraba Lucifer, el rey de todos los demonios. El ángel caído y quien fue el "valiente" que desafió al todo poderoso. Pero, algo malo pasaba por su cabeza. Su hija, quien llevaba desaparecida por algunas semanas, le preocupaba. El fruto del amor que encontró en la tierra y su único rastro de debilidad había desaparecido de la nada. Sabía que dejarla en la tierra era mala idea, pero no podía verse débil ante sus súbditos, no de nuevo.
Y ahora ella, por su culpa, estaba desaparecida junto con dos de sus mejores guerreros. Pero la decisión de que tenía que dejar que su hija fuese llevada por la vida de un pecador para que pudiese gobernar a su lado por el resto de la eternidad, no dejaba que fuese a buscarla como un padre preocupado.
Lucifer sabía como era el infierno, él mismo había hecho las reglas hace miles de años, por ello tenía que ser duro con Zoelyn mientras que al mismo tiempo era el rey del infierno. Sabía que lo segundo nunca iba a cambiar, todos tenían el miedo suficiente como para intentaran derrocarlo, pero lo primero, era más difícil de lo que había imaginado, y aún más sabiendo que tiene una hija tan rebelde y descontrolada.
Si hubiese podido ser un padre normal para Zoelyn, lo hubiese hecho. Pero tenía que regresar al infierno y tenía que seguir con su reinado. Sabía que su hermosa Victoria lo iba a ser bien, si tan solo no hubiese muerto... El dolor más guardado del rey era perder a la mujer que amó por toda su vida y saber que su alma no llegó al infierno, aunque, si él es sincero por una vez en toda su existencia, sabía que su alma jamás llegaría a ese lugar.
—Señor... —le dijo uno de sus subordinados. —Aún no hemos encontrado a la princesa.
Lucifer hizo un ademán para que el demonio se largara. Ni siquiera tenía ganas de castigarlo por su insuficiencia. Si esto seguía de esta manera, él mismo tendría que ir a buscar a su querida Zoelyn.
Él no tenía idea de lo que pasaba realmente a su alrededor. Algunos de los demonios hablaban a espaldas de su rey. Se dice que un guerrero tratará de derrocar a ese ángel que por mucho tiempo había sido parte del plan de un hombre que hace tiempo que los había dejado entre las sombras y él solo era un fiel sirviente, un cobarde como siempre lo habían visto. Pero ahora su paciencia se estaba acabando y querían un nuevo líder, un nuevo rey para gobernar. Un rey que ellos merecen y ese podría ser tal vez Balaam, el demonio que buscaba derrotarle desde hacía ya dos mil años.
Él yacía en lo más profundo del infierno, el único lugar donde podría estar un demonio traidor como él, donde ya había hecho lo posible para hacerse el líder de esa área y tener a más de un demonio a su disposición.
Él deseaba poder, era ambicioso y astuto, no como los demás demonios, no como Lucifer. Para él el rey del infierno no era más que un cobarde que nunca supo como darle pelea al todo poderoso. Claro, como él llegó a ser su favorito, prefirió quedarse con este pedazo sucio de reino lleno de penumbras en vez de la promesa que les daba a los "buenos". Tiene armas que podría matar hasta 10 ángeles a la vez y prefiere quedarse en este lugar... Si eso no es ser un cobarde, es ser lo que le sigue.
El ángel que le acompañaba lo ayudaría en sus planes y si para ello él tendría que caer, lo haría caer a como diera lugar.
¿De verdad crees que haces lo correcto? Le había preguntado el ángel cuando se lo encontró. ¿Hacer lo correcto? ¿Quién decía que era lo correcto y lo que no? ¿Cómo él si podía traicionar, engañar e incluso acosar y se decía llamar el bueno? ¿Qué tan diferente era de él? Claro, es cierto que en ese tiempo él no sospechaba que lo haría y tendría que acercarse aún más a la princesa del infierno para que pudiera entregársela, después de haber tenido que cambiar de plan con la traición de uno de los suyos.
Un aullido se escucha fuera, donde el prisionero que contenían en el interior de la esfera había escapado. Rápidamente los demonios fueron en la búsqueda de este prisionero. Pero él tomó la espada de uno de ellos y los atravesaba dejándolos muy heridos mientras que buscaba llegar a un territorio seguro. Los años de experiencia en el infierno le habían enseñado a pelear y defenderse contra los que se creían más grandes que él. Pero su inteligencia lo hizo resaltar de inmediato y ser hasta confidente de su rey.
Las alarmas seguían aullando sin parar mientras que el ángel saca sus alas y le hace frente al prisionero, portando su espada en alto.
—Creí que, al ser un ángel, serías mejor con ella. —le dijo el prisionero con pesar. —ella confiaba en ti, y destrozaste su confianza por, ¿qué? ¿alejarnos a nosotros de tu padre?
Nick blandió su espada contra él, ignorando las palabras del demonio mientras que pelaban. La furia que se recorría su cuerpo no le hacía ver lo que realmente tenía enfrente.
—¿Por qué eres tan ciego Nick? —dijo mientras lograba atravesarle una de sus alas con su espada que, al sentirlo, el ángel gritó de dolor. —¿Acaso no ves que te están utilizando?
—Para erradicar el mal en la tierra, no me importa sacrificarme. —dijo mientras aprovechaba la cercanidad de su enemigo para darle una estocada, que dañó al demonio con facilidad.
El prisionero se alejó rápidamente, dejando su espada incrustada en el ala de Nick, y corrió, al no tener más armas con las que luchar.
—Parece que todos los demonios son igual de cobardes. Si no ven las batallas a su favor, huyen como niños al infierno. —dice Nick mientras se saca la espada demoniaca y sigue a su prisionero al interior de una cueva. —Por eso los ángeles siempre les ganamos en toda batalla... ustedes no son más que unos estúpidos, arrastrados, cobardes.
El prisionero no sabía que más hacer, no tenía su espada y si seguía, se desangraría. Tenía que salir de allí, tenía que llegar a la princesa. Su princesa... miró donde se encontraba y rápidamente identificó donde estaba. Esa cueva, era el hogar de un arma tan poderosa que solo fue usada en los tiempos de la caída de los ángeles... las mismas armas con las que los ángeles rebeldes se enfrentaron a los cielos.
Corrió más adentro, esperando encontrarla y allí la vio. Una espada con sangre de ángel, la espada hecha para el hijo favorito, la espada angelical de su rey.
—Vamos demonio... —dijo riendo el ángel un poco cínico mientras se acercaba lentamente a la posición de su rehén. —¿Qué acaso no puedes pelear más?
El prisionero se encontraba en lo alto de una cueva, mirando de lejos al ángel, mientras tenía la espada en su mano y se curaba rápidamente. Observó como Nick se acercaba aún más y cuando estuvo debajo de él, se abalanzó sobre él y de un tajo, le cortó las alas, dejándolo muy herido y aprovechando el momento para correr de ese lugar.
—¿Cómo te atreves a cortarme las alas, demonio? —gritó Nick mientras se acercaba a él, tratando de alcanzarlo.
—Con las mismas agallas con las que tú traicionaste a mi princesa, idiota. —dijo antes de encerrar a Nick e ir a la parte más superior del infierno, para tratar de encontrar a su princesa.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Aquí está el segundo capítulo de esta historia.
Espero que lo disfruten mucho.
Yuny <3
ESTÁS LEYENDO
Pelea por el infierno
FantasyDespués de la muerte de Abel y rescatar a su madre, Zoelyn tendrá que entrenar para volver a recuperar sus poderes y hacerse más fuerte de lo que antes logró. Pero no todo es como lo pintan porque su enemigo querrá dañarla con más fuerza. Nuevos am...