Las vacaciones de los dieciocho fueron las primeras que pasaron juntas y ese verano Juliana entendió porque Valentina le tenía miedo a la oscuridad cuando era más joven y porque aun le guardaba cierto recelo a pesar de ser más grande. La casa de campo era espaciosa, oscura, distanciada de las demás y llena de crujidos en medio de la noche.
Por las mañanas salían a dar una caminata y a mojar un poco sus pies en el río, para después recostarse en el pasto para observar las nubes y tímidamente tomar sus manos. Le gustaba dar paseos, hallar constelaciones a medianoche y enamorarse.
Cuando regresaron al internado, lo primero que Valentina se propuso hacer fue cambiar las viejas estrellas del techo por otras nuevas y luego ordenarlas en las constelaciones que había visto con Juliana.
Mientras la castaña hacia eso, la morena se encontraba en la ducha, disfrutando de las gotas que caían de la regadera; sin embargo, al salir de nuevo a la habitación, no esperaba encontrar con una Valentina en tal combinación de ingenuidad y sensualidad en una perfecta sincronía. Esa noche ella usaba los pantalones cortos de siempre y una camisa de Juliana, la cual le quedaba notablemente enorme, haciendo que uno de sus hombros quedaba descubierto.
La morena camino hasta su cama y se sentó a observar mientras la castaña se paraba de puntillas sobre el colchón a centímetros de ella, estirándose lo más que podía para tocar el techo.- ¿Me pasas esas estrellas? - pregunto con una sonrisa al mirar a la morena a su lado y señalar a su lado.
Juliana miro hacia donde apuntaba el dedo de su compañera y noto un lote de distintas estrellas recortadas sobre la manta, las alcanzó y cuando estuvo a punto de entregárselas a Valentina, una idea saltó a su mente:
- Solo si luego te sientas conmigo, aquí - dijo dando palmaditas en su regazo, provocando que las mejillas de la castaña se acaloraran, pero de todas formas asintió.
Así fue que al terminar, casi como si fuera algo de todos los días, Valentina se sentó y puso sus manos alrededor del cuello de la morena, mientras que ella acariciaba con suavidad sus caderas.
Juliana sonrió y acaricio una de sus piernas, apenas rozando sus dedos por su suave piel; a ella siempre le habían gustado las piernas de la castaña.
La chica de ojos azules solto un gemido, lo que fue suficiente para impulsar a la morena a inclinarse para besar esos labios color fresa.El aire pronto se llenó de sonrojos fuertes, roces y labios humedecidos.
Valentina ya no pedía tantos chocolates como antes, porque fueron reemplazados por sesiones de besos en su habitación. Aveces, Juliana se levantaba en las noches para ir al baño o dar una vuelta porque no podía dormir, dejando a la castaña en la cama en un profundo sueño relajado, pero todas las veces que volvía se encontraba con una Valentina despierta esperándola, con esa mirada que le recordaba el tiempo en que le temía a los moustros y a la oscuridad.
Ese año solo usaron una cama y los murmullos de un amor juvenil se escuchaban constantes dentro de esas cuatro paredes.
La boca de Valentina era deliciosa, eso pensaba Juliana y las maneras de besarla podían ser varías. Podía ser escondidas en algún lugar del internado, tras los baños o en las salas vacías; esos eran traviesos y quitantes de respiración, porque no tenían tanto tiempo pero simplemente necesitaban hacer.
Podían ser los delicados cargados de ternura y gentileza, cuando se encontraban afuera los fines de semana y caminaban por las calles alejadas y desconocidas.
También estaban los de buenas noches, lentos y sensuales, que duraban hasta horas e iban acompañados de roces de sus dedos por su cuerpo; al principio eran meramente sus rostros, luego fueron deslizando por sus hombros y brazos o espalda, después de un tiempo fueron sus cinturas, desde las manos de Valentina hasta en su pecho hasta las suyas en su espalda baja; esos iban con sonidos inconcientes que se creaban en sus garganta, ojos cerrados y respiraciónes torpes.Una de las cosas favoritas de Juliana era besar a su novia y escucharle decir esos "te quiero" de manera inesperada.
★
El verano de los dieciocho fue el primero que Valentina no pasó en casa de sus abuelos, porque fue el mes que iban a la cabaña de la morena para amarse.
La chica de ojos azules le sonreía y se pegaba a ella mientras caminaban por el bosque al que llegaban tras un largo camino en autobús o Juliana la sostenía sobre su regazo mientras se besaban a las tres de la mañana sentadas sobre la arena de una playa vacía.Al volver aquel último año a su habitación compartida del internado, ambas recortaron estrellas de papel mientras charlaban y reían. Y de alguna u otra manera, terminaron por hacer el amor sobre la cama llena de esas figuras con puntas, que esparcieron por las cobijas y desordenaron en el suelo vislumbrandose escasamente por la luz de la luna que entraba por la ventana.
Crearon su propio universo lleno de placeres y gemidos, fricción y rasguños gentiles, nombres repetidos, extremidades cruzadas y el crujir rítmico de la cama.Aquel fue un tiempo de experimentar.
A Juliana le gustaba dar lamidas pequeñas en el cuello de Valentina y pudo notar que a su novia le gustaba sentirse protegida y amada bajo suyo.
Las noches de los jueves eran para hacer el amor repetidamente, porque el viernes en la tarde deberían marcharse a sus hogares sin poder verse hasta el domingo.
Las noches de lunes eran para hacer el amor de forma desesperada, porque habían extrañado dormir a un lado de la otra.
Era una especie de ritual que tenían ellas, uno especial, privado y lleno de amor.En otoño Valentina la esperaba desnuda en la cama, bajo las cobijas y con su cabello húmedo debido a las duchas que tomaba antes de dormirse; Juliana llegaba recién salida de la ducha, apagaba la luz de la habitación antes de quitarse la bata de baño y meterse a la cama con ella.
Comenzaban con besos suaves, en los que succionaban y tiraban de sus labios con gentileza, antes de morder suavemente sus cuellos. Luego sus manos viajaban por sus cuerpos ya conocidos, redescubriendo las curvas y texturas, ondas y reacciones.
Valentina entre gemidos siempre terminaba con la espalda pegada al colchón, enterrando su cabeza en el hombro de su novia y enrollando sus piernas en la cintura de Juliana.Cada vez que la morena le hacía el amor ella podía sentir que subía al cielo y podía observar todas las constelaciones que había admirado durante toda su vida.
Fin.
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All of the stars [JULIANTINA]
FanficSus corazones creían que todas esas estrellas las guiarian a casa.