VI

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»Kara«

El camino hacía aquella cabaña a las afueras de la ciudad se estaba haciendo demasiado extenso. Tanto que no podía mantener la boca cerrada y le cuestionaba varias cosas al desconocido a mi lado.

-¿Tú y tu hermano son de padres diferentes?

Me lanzó una mirada confusa en cuanto lo dije.

-Es que, si tu apellido es Angus y el de él es Young, quiere decir que no son hijos del mismo padre. ¿O uno usa el apellido de su madre?

El rubio soltó un suspiro y comenzó a explicarme.

-Realmente mi nombre es Dean Winchester, y mi hermano es Sam.

-¿Por qué mienten entonces? Se supone que los federales usan sus nombres reales.

Tenía en cuenta que quizás era un tanto molesta por estar preguntando, pero de alguna forma me calmaba con todo lo que estaba sucediendo.

-No somos del FBI.

Bueno, eso en parte me lo esperaba. Aunque prefería que si fueran gente de gobierno. Ahora mismo me sentía en desconfianza. Probablemente me encontraba con un delincuente o un asesino.

-¿Por qué hacen esto entonces? Me refiero a resolver casos.

-Es nuestro trabajo.

Apreté mis labios pensativa. Si no son agentes entonces no es su trabajo. Estaba segura que algo más había detrás de todo esto, pero no quería seguir preguntando. Solo guardé silencio hasta que llegamos.

Estaciono fuera del cercado. La noche consumía todo el cielo. Debo admitir que estaba asustada desde los pelos en mi cabeza hasta la punta de los pies. El rubio apagó el motor del vehículo y bajó de éste. Hice lo mismo. Abrió el baúl del coche y, por curiosidad, me acerque a él para observar, encontrándome con un arsenal de armas y otras cosas que no sabría muy bien qué son.

Dean me entregó un arma para defenderme, explicando vagamente como utilizarla. Me daba fobia siquiera tenerla en mis manos.

-Bien, escúchame.

Musitó el contrario.

-Te quedarás aquí, a salvo. Si viene alguien hacía ti, y no es una persona que conoces le disparas.

Abrí mis ojos ampliamente, negando con mi cabeza.

-Es tu vida o la de ellos.

Tragué saliva, intranquila con lo que podría pasar.

-Por nada de éste mundo vayas a la casa. Sí pasa una hora y no he vuelto, te marchas ¿Oíste?

Asentí dudosa. Espero que vuelva, con Cathia... y su hermano.

Él se marchó dejándome sola, apoye mi cuerpo en el vehículo esperando a su regreso.

El tiempo pasaba, no llevaba la cuenta, pero deduzco que mínimamente unos diez minutos ya habían transcurrido. No quería esperar más, me movía de un lado al otro preocupada por Evans, y por los hermanos también.

Se que me ha dicho que no debo ir, pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada. Quite la llave del carro y son el arma en mano, emprendí mi ida a la casa. Tenía que caminar varios metros hasta la casa, los cuales recorrí con mis sentidos alerta de cualquier amenaza.

Vi la cabaña desde atrás de unos árboles

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Vi la cabaña desde atrás de unos árboles. No parecía que nadie estuviera allí dentro, ni fuera tampoco. Me dirigí a ésta levemente encorbada, con el gatillo del revolver en mi dedo índice, y sujetandolo con las dos manos.

Suspire suavemente, intentando liberarme de toda la adrenalina que recorría mi cuerpo. Subí al pórtico intentando hacer el menor ruido posible, lo cual fue un desafío, pues la madera de las escaleras crujía. Me apoyé en la pared de la cabaña y miré por una ventana hacía adentro.

Conseguí divisar un pequeño foco de luz tenue en el techo, lo cual me permitía observar a dos personas sentadas en sillas, amarradas e inconcientes. Logré notar que una de esas personas era Cathia, y deduje que el sujeto a un lado era Sam. Sin embargo no había señales del otro Winchester, lo cual era preocupante.

Me cercioré de que no hubiera alguien más en la habitación y entré por la puerta principal sigilosamente. Fui hasta ella con un gesto preocupado en el rostro.

-Cath...

Susurre tomandola del rostro, se encontraba pálida pero aún respiraba, lo que era bueno. Tenía en su brazo una aguja hipodérmica conectada a un tubo de vacío, que llevaba su sangre a un balde a su lado. A el castaño a un lado le estaban haciendo lo mismo, los estaban drenando por completo.

¿A qué clase de demente se le ocurren estas cosas?¿por qué lo harían?

Sin dejar pasar más tiempo, apoyé el arma en el suelo, para comenzar a quitar desesperadamente la aguja y las sogas que ataban a Cathia. Quería que nos fueramos lo más rápido posible. No obstante, no podía dejar a aquel hombre aquí y estando de esa forma. Tampoco sabía cómo los llevaría a ambos, pero tenía que idear algo, rápido, más aún sin poseer conocimiento de cuando volverían los malos.

Me acerque a Sam para desatarlo de igual forma a él, y quitarle el aparato del brazo. También respiraba, muy débilmente, pero lo hacía. Su cuerpo se encontraba cubierto de sangre, su sangre, y varias heridas. Seguramente les había dado buena batalla a los criminales. Abrió a duras penas sus ojos, levantando la cabeza para observandome, estaba al borde del desmayo.

 Abrió a duras penas sus ojos, levantando la cabeza para observandome, estaba al borde del desmayo

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-Debes irte.

Ordenó con un hilo de voz, para luego desfallecer. El corazón se me partió en mil pedazos al ver que él seguía queriendo proteger a la gente aún estando así, anteponiendo la vida de cualquiera a la suya.

Lo sujete del rostro, levantándolo delicadamente para que me viera. Hizo un esfuerzo inhumano para mantenerse despierto.

-Sam.

Murmuré.

-Sam, escúchame, saldremos de esto. No te duermas.

Sus párpados se desplomaban, aun así luchaba por dejarlos abiertos.

-Sam, quédate conmigo.

Intentaba animarlo a seguir consciente, sabía que si cerraba sus ojos color verdosos, probablemente no los volvería a abrir, y el pensar que podría morir me desarmaba por completo. No parecía una mala persona, estoy segura que no lo era, él no merecía esto.

Rogaba por que apareciera Dean, y me ayudará a sacarlos, pero no tenía ni idea de dónde diablos se había metido.

De repente la puerta se abrió, supuse que era el rubio, pero no fue así. Era alguien más, y ese rostro ya lo había visto varias veces en mi vida.

Con un pie en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora