VIII

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»Kara«

No sabía como explicar lo que mis ojos habían presenciado. Ni siquiera lo pude digerir a estas instancias, y esperaba no tener que decirlo en voz alta.

-No sé lo que vi.

Balbuceé intentando no tocar aquel tema.

-Yo sé que sí, y no lo voy a contradecir, lo que viste es solo la realidad.

Fruncí el ceño sin entender la situación en la que me encontraba. Abrí mi boca para decir algo y cortar con este silencio, pero él continuó hablando.

-Seguramente te parecerá una locura, pero lo que viste es un vampiro. En realidad un nido de ellos.

Apreté mis labios conteniendo la risa, pero al poco tiempo ésta salió, dejando al contrario desconcertado. Tal risa no se debía a algo gracioso que dijera él, sino a mi necesidad de soltar todo el nerviosismo y estrés que llevaba dentro. No sabía como sobrellevar esto.

-No juegues conmigo.

Pedí con un tono de voz casi violento al sujeto junto a mí.

-Me encantaría que esto fuera una broma, pero solo digo la verdad. En este mundo hay muchas cosas de las que la mayoría no tiene idea. Los monstruos son reales, y junto a mi hermano nos ocupamos de cazarlos. Ese es nuestro trabajo. 

-Esto es una locura.

Musité suavemente, intentando procesar lo que Dean me decía. No sabía si creerle, parecía una persona que había perdido su razón hace bastante tiempo. Sin embargo lo que vi este día me negaba la posibilidad de que fueran mentiras lo que dicho hombre confirmaba con sus palabras. Estaba segura de lo que mis ojos vieron, más allá de la oscuridad que nos rodeaba aquella noche. Esos dientes, esa mirada de depredador en los ojos de mi atacante, la fuerza descomunal que dicho sujeto manejaba solo afirmaba lo que el ojiverde emitía.

El Winchester iba a continuar con su relato, pero nos interrumpieron. Lo cual me alivio en parte, pues quería borrar de mi mente todo lo sucedido éste día.

Mi pequeña Isabelle vino hacía mi dirección, seguida de Amelia, quién no demostraba ni una pizca de felicidad. Su sonrisa solo aparecía cuando mi hija volteaba a verla. Podía notar su gran pesar por lo sucedido con Cathia.

-¿Qué le pasó a Cath?

Preguntó mi jefa sentándose a un lado mío.

-Nos atacaron unos delincuentes.

Mentí. Claramente no diría la verdad sobre lo que sucedió realmente. No quería espantarla más de lo que ya estaba. La señora miró desconcertada al hombre a mi lado.

-¿Y tú eres?

Preguntó al rubio, pero no dejé que hablará, me interpuse en la conversación.

-Él junto a otro chico estuvieron allí y ahuyentaron a los criminales. Su hermano se encuentra internado gracias a eso.

Le lancé una mirada apenada al sujeto, el cual no soltaba palabra alguna.

-Iré a buscar algo para beber ¿Se les apetece algo?.

Pregunté, necesitaba salir de este salón de espera por un momento y respirar otros aires. La presión de ambos lados me estaba asfixiando, junto con la intriga del bienestar de los heridos.

-Yo no, cariño.

Respondió Amelia con un pequeño gesto facial de amabilidad. Mire en dirección a Dean.

-Un café me sentaría bien.

Me ofreció una sonrisa de agradecimiento. Se notaba su cansancio, seguramente su trabajo, el luchar con seres sobrenaturales debe ser más que agotador. Y lo de su hermano le afecta por sobremanera, lo entiendo, pues estaba pasando básicamente por lo mismo.

Me largué a la cafetería del hospital y pedí dos cafés, y para Isabelle un jugo de naranja. Era su bebida favorita, y en un momento como éste en el que su "tía" se encontraba malherida, seguramente le sentaría bien. Una vez que tuve todas las bebidas en mi poderío volví al lugar en donde me encontraba anteriormente. Le di su café al sujeto e intento devolverme mi dinero pero se lo negué.

-Lo mínimo que puedo hacer ahora luego de que salvaras nuestras vidas es darte un café.

-Gracias.

Respondió amablemente el ojiverde. Luego me senté a una banca de distancia de él pues Isa se encontraba sentada en medio de nosotros. Amelia había ido al baño según me informaron cuando llegué con las cosas.

-Mami, trajimos galletas con Ami para que no estes tan triste.

Hablo mi pequeña mostrándome la bolsa de papel que tenía en su regazo.

-También puedo darte a ti algunas, si es que estás triste.

Dijo, dirigiendo sus palabras a Dean, quien sonrió agradecido cuando ella le ofreció una galleta.

•~•~•~•~•~•~•

Las horas pasaron y aún no recibíamos información de lo que había sucedido con Cathia y Sam.

Un médico vino a la sala de espera y llamó a familiares o conocidos de Chathia Evans y Samuel Winchester. Nos levantamos a la velocidad de la luz junto a el rubio, dando constancia de que nosotros eramos a quienes buscaba.

-Samuel se encuentra fuera de peligro,  debe quedarse hasta mañana por cuestiones de chequeo.

Mi compañero soltó un suspiro de alivio, para después pedir ir a verlo a su habitación. El doctor accedió y él salió disparado hacía el número de cuarto que le dio el especialista.

Sin embargo me asustaba que aún no dijera nada de Cath, resultaba inquietante que se tomara su tiempo para explicarme que sucedió con ella, por lo que tuve que apurarlo para que lo hiciera.

-¿Y Cathia Evans?

Un nudo en mi garganta comenzó a formarse.

-A ella nos costó más reanimarla, casi la perdemos varias veces. Ahora se encuentra estable y descansando. Se le ha quebrado una costilla y tiene hematomas por todo su cuerpo, además de la perdida tan grande de sangre que sufrió. Cathia deberá permanecer en el hospital por más tiempo pero creemos que en una o dos semanas ya estará completamente recuperada. Es joven, es fuerte, eso es de gran ayuda en estos casos.

Mis ojos comenzaban a aguarse, pero el saber que ya había salido de peligro me reconfortaba levemente.

-¿Podemos pasar a verla?

Pregunté.

-Puede pasar solamente una persona.

Asentí entendiendo su condición. Le pedí a Amelia que se encargara de Isabelle por un momento y me dirigí a toda prisa hasta la habitación número 132.

Verla en ese estado, con mil tubos en ella y el pitido de la máquina cardíaca me partía el alma en cincuenta mil pedazos, y aún más. Tomé una silla colocándola a un lado de su camilla y la sujete de la mano.

-¿Con que necesitabas algo de emoción en tu vida, eh?

Pregunté sin esperar respuesta de ella, pero me sorprendió cuando la hubo.

-Estuvo super.

Dijo sarcásticamente, lo que logro sacarme una pequeña risa. Si se encontraba de humor para hacer bromas, entonces significaba que si estaba mejorando.

-No haremos más idioteces a partir de hoy.

Ordené siguiendo con el juego, aunque en verdad no lo decía bromeando.

-¿Qué sería de nosotras sin hacer estupideces?

Me miraba con una sonrisa dibujada a la fuerza en su rostro. Se que la estaba pasando mal, pero el humor siempre ayuda al momento de transitar momentos así. Por lo que las bromas siguieron por un buen rato.

Con un pie en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora