Habían pasado ya dos meses, quizás más. Los días cada día eran más pesados para el adolorido cuerpo de Niven, constantemente se enfermaba, pero trataba de dejarlo de lado, seguir trabajando con la intención de que su amada abuela resistiera un poco más.
Uno de aquellos días que por alguna razón llegaba a su casa, se dió cuenta que habían dejado una nota en el buzón. Pensó que sería algo relacionado con su abuela, pero no fue así.
Estimado:
El pago de la casa tiene varios retrasos, pronto será demolida con la intención de construir un nuevo modelo de edificio para armas del gobierno, por lo tanto, queda despojado de sus cimientos, el gobierno respaldará con financiación para otro lugar, pero por ahora, deberá empacar todas sus cosas.
Era lo que decía. Gruñó, y rompió el papel, pinzándolo y después dejando salir un ahogado gritó de desesperación. Pensaba que todo iba mejor, pero, se había vuelto peor.
No pudo hacer mucho más que dormir un poco y comenzar a empacar todo el maletas de cuero antes de irse al trabajo.
Recientemente había comprado ropa más elegante, que vaya que había costado, pero era por un bien de sus múltiples trabajos e imagen, así llegaba a ser contratado.
Se colocó el saco negro, después los guantes de cuero, los zapatos de charol y por último su sombrero. Había terminado ya de guardar todas las cosas, solo restaban los relojes.— Maldito gobierno. — Gruñó cerrando la última maleta.
No hizo más que marcharse, más tarde volvería por cada una, tomaría el tren para el hospital y dejaría las cosas de su abuela ahí.
Así fue, así lo hizo. Trató de darse prisa, pues seguramente pasaría la noche con su abuela o en la relojería del viejo.
Las personas del hospital impidieron su entrada pasadas las doce de la madrugada, alegaron que era demasiado tarde para visitas y que las enfermaras cuidarían de su pariente, no tuvo más remedio que tomar una maleta con cada mano y marcharse.
Por momentos así, comenzaba a detestar su vida, pero aún tenía dos razones, aún las tenía.
Cuando llegó a la relojería y tocó repetidas veces la puerta, escuchó de lejos un gruñido y el arrastrar de pies de Alexander.— ¿Qué quieres niño? Son como las doce con siete... —Dijo entreabriendo la puerta.
— Anda, no seas viejo y déjame quedarme. Acabaron de anunciarme que perdí los papeles de la casa. —Comentó dejando una maleta en el suelo y quitándose el sombrero.
Alexander dudó por unos segundos. Hizo una mueca y después se dió la vuelta haciendo señas al muchacho.
— Bien, pero tocas algo y te fusilo. —
Fue lo único que le dijo, Niven rápidamente tomó la maleta y entró, cerrando detrás de sí la puerta, atrancándola y cerrando la cortina que tapaba la vista a adentro.
— Deja tus cosas al lado del perchero. — Le ordenó, pasando detrás de la vitrina y el taller, llegando a donde comenzaba su hogar.
Fue ahí donde aquel hizo caso y colocó las maletas al lado del perchero, junto a su largo abrigo y sombrero.
— Muchas gracias, realmente no sé si podré seguir así. — Murmuró sentándose en una de las sillas del modesto comedor.
Alexander rió y colocó una jarra metálica sobre el horno, esperando a que este mismo calentara el agua.
— No es nada. — Dijo tranquilamente.
De inmediato sonrió ante sus palabras, sentía que aveces aquel viejo se volvía la persona más importante en toda la tierra.
— De hecho. —Dijo colocando una taza en la mesa y vertiendo agua caliente— Me recuerdas a mi esposa.
— ¿por qué?. —Preguntó Niven, notando que la taza tenía de estampa una modesta pintura de un Border Collie.
— Verás, hace como catorce años, quizás quince. Una mujer dio a luz a un niño en nuestra clínica. — Le comentó sirviendo su propia taza, vertiendo café y algo de azúcar.
— Sí, ¿qué con eso?. —Preguntó nuevamente, el doble de curioso. Haciendo lo mismo que él y tomando un poco de su bebida.
— El niño había perdido a su madre y se quedó con nosotros un tiempo, ella lo quería mucho, yo lo sabía, pero de ahí no recuerdo más. Pero el mocoso era idéntico a ti. Además, aseguraría que le encantarías a mi esposa. —Dijo riendo con algo de melancolía, sentándose frente a él.
— Ya veo. Realmente lamento eso. Pero, quisiera saber cómo fue que ella... sabes, murió. —Preguntó haciendo que el mayor se ahogara en su bebida.
— Bien. Ella, ella murió gracias a que el tren se descarriló, viajaba para ver a su madre, pero no alcanzó a llegar.— Le dijo, moviendo una cuchara dentro de la taza antes de soltar un pesado suspiro— Recuerdo muy bien.
— Ya... Realmente, yo nunca supe nada de mamá o papá, Chesire ocasionalmente hablaba de mi padre, pero eran solo para gastar bromas de mal gusto. —Reveló y volvió a llevar un trago de café.
— Ya. Supongo que en eso nos parecemos. Perdemos de poco en poco lo que más apreciamos. — Murmuró Alexander tomando más café.
— Por cierto, me parece interesante tu peinado. —Bromeó tratando de aligerar la situación melancólica.
— ¿qué? ¡Pequeño bastardo!. —Exclamó acomodando sus cabellos platinados de lado.
Ambos volvieron a reír, dejando que lo único que llegaba a escucharse en el comedor eran sus risas.
Pasaron algunas semanas, el pago que el gobierno le había prometido no llegó en ningún momento y destruyeron la casa apenas tuvieron oportunidad. Quizás no tenía mucha opción. Además, tenía una cómoda estadía con Alexander.
No pudo recuperar muchas cosas, algunos relojes los empeñó, otros estaban tan viejos y descuidados que en su traslado se rompieron, dejando caminos de piezas.Pasaron dos años más, si bien no se le podía decir que todo estaba bien, nada se había desestabilizado.
Niven tenía ya 16 años, pero a juzgar de su altura y el aspecto rudo de su cuerpo, para algunos ya había cumplido su mayoría de edad, para otros que lo conocían sabían que aún no, pero fuera lo que fuera, era mejor haciendo sus trabajos que incluso lo habían ascendido en algunos, por ejemplo, antes trabajaba limpiando el suelo de una de las fábricas de la ciudad, pero poco después le dieron el trabajo de maquinar alguna área de la fábrica.Recibiendo mejor salario. Pero de igual forma le seguía faltando el dinero, debía mucho al hospital y cada vez necesitaba cubrir más gastos.
— ¡Niven! —Escuchó que gritaron su nombre.
— ¿sí? — Preguntó asomándose por el taller.
— Alguien vino a verte. —
Aquellas palabras le provocaron más incógnita.
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El Relojero | PAUSADA
Historical FictionLa historia de Niven de Sallow comienza en una triste vida con su abuela, que poco después fue hospitalizada. En el siglo XIX y XX, las guerras llegaban, siendo las únicas opciones de aquel desafortunado. Hundiéndose en la aventura de conseguir sobr...