¿Te Quedarías Conmigo?

8. El Día De Mi Muerte

Si hubiera sido por mí, que la tierra me hubiera tragado en el momento.
Que el tiempo se detuviera y me regresara a donde era feliz.
Aunque, ¿realmente había sido feliz?
                             
                               ***

Todos en algún momento hemos tenido un diario, o al menos hemos usado algo para escribir un poco sobre nuestra vida.
En mi caso, más bien una agenda de cuero color negro del año 2008 tal vez. No tenía algo en especial pero podía pasar desapercibida a ojos de los demás.
¿Qué había ahí con exactitud?
¿Recuerdan a Tania?
Sip, lamento decirles que era mi novia.
Y pensarán: Paulina, ¿qué clase de niña imbécil de once años anda con una de veinte?
Precisamente, esa imbécil era yo.
Y cuando confundimos amor con dependencia emocional te avientas de cabeza a un barril sin fondo.

Damas y caballeros, con ustedes: el error de mi maldita vida.

                              ***

Dejenme decirles que cuando uno es niño, la mayoría de la gente trata de manipularte, y la mayoría quizá lo logra.
Y vaya, ¿quién culparía a una escuincla que se sentía sola, confundida, triste, frustrada, que desencajaba con todo lo que le decían y además de todo siendo la persona más ilusa?
Vamos, no estoy aquí para que me juzgue, o ¿sí?

No podía evitar sentirme acogida en los brazos de una chica que se portaba lindo conmigo, que me decía que era lo mejor en su mundo y que además de todo me "amaba".

MENTIRA.

Seguro que a algunos se los mencioné al menos una vez. Y es que, además de ella, existía otra chica.
Day.
De la que luego les hablaré.

Regresando a nuestro personaje principal.
Tania para mí lo llegó a ser todo, hablaba con ella por la mañana antes de ir a la escuela, regresando de ella, toda la tarde e inclusive toda la madrugada.

Mi inocencia me dejó caer en sus juegos y hacerme creer que al menos alguien se preocupaba realmente por mí.
Lo que no sabía era que no es preocuparse por tí el que te pidan fotos semidesnuda a mitad de la noche.

A pesar de que muchas veces esa niña se negó y se quejó de aquello, las amenazas de terminar con la "relación" le aterraban.
Pero le aterraba más el hecho de quedarse completamente sola otra vez.

No tardó mucho en darle lo que quería.
Pronto llegó a estar a la merced de lo que su Onee-Chan quería.
Porque sí, así la llamaba.

                               ***

Una noche, como a eso de las 8:00 o 9:00 tal vez Arlette le había llamado. Sería la primera vez que volverían a hablar después de su distancia.
Le alegró mucho aquello.
Pero pronto sería todo lo contrario.
Su madre hablaba fuera de la casa con su padre.

De pronto, su padre entró hecho furia, tenía los ojos enrojecidos y con una expresión macabra.

La lanzó de sorpresa al suelo y comenzó a gritarle.
No entendía lo que pasaba, estaba confundida.
Para cuando llegó su madre las cosas se comenzaron a suavizar.
Su madre le había enterado a su padre que ella tenía gustos por las chicas.
Cosa que lo alertó bastante.

Entre la charla hubo algunos:
-Es una etapa
-Aún eres muy niña
-Tómalo con calma
-¿Arlette te rechazó?

-¿Hay alguien?
A lo que yo respondí que no.

Al fin parecía que habíamos arreglado todo.
Subí a ducharme y me puse la pijama.
Bajé a lavarme los dientes y me encontré con lo que yo llamaría: "Mi muerte".

Mi padre yacía sentado en el sillón con el diario en sus manos.
hojeando una a una las páginas de este.
Leyendo todo lo que en él había.
Y cómo obvio no escribía sobre mi relación con Tania no había de qué preocuparse.

Lavándome los dientes traté de esconderme en un rincón que había entre el lavabo y la pared.
Aunque no serviría de nada, ya que no pasó mucho tiempo para que mi padre entrara a golpearme con el diario en la cabeza.

Entre los tantos gritos, regaños, malas palabras que omitiré, me envió directo al suelo, y tomándome con fuerza de los brazos comenzó a abofetearme la cara una y otra vez, una y otra vez.
Parecía no tener fin.

Mi madre dando esfuerzos por detener la golpiza también recibió alguno que otro.

Jamás en mi vida había tenido tanto  miedo como aquella vez.

Una vez acabada la golpiza me hizo ponerme de pie.
Tuve que observar como le ponía en sus manos el diario a mi madre.
Me mandó a mi cuarto, y luego subió para deshacerse de mis cosas.
Se llevó consigo mi laptop, mi tablet, mi Wii.
Quería que tuviera contacto nulo con cualquier aparato electrónico.

No dejaba de mirarme con esos ojos.

Una vez en mi cama pude escuchar como desde abajo le decía a mi madre que lloraba:
Tú no mereces esto.
No, tú no mereces esto.

No tardé mucho para caer dormida entre mis propias lágrimas...

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