1. Alguien a quien amar

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Phoebe llamó al timbre del departamento, todavía recogiéndose el cabello en un desordenado moño cuando Froid le abrió la puerta con una expresión llena de alivio.

—Por la abuela de Jesús, Phoebe, ¿por qué mierda tardaste tanto? Vives a literalmente diez minutos, desgraciada.

Froid volvió a adentrarse en el departamento, parecía ajetreado mientras corría de un lugar a otro en la espaciosa sala de estar.

—Antes agradece que vine, cara de culo —respondió ella mientras entraba en el departamento y cerraba la puerta detrás de sí.

Su mejor amigo la había llamado hace media hora rogando por que, por favor, viniera a cuidar de Nicholas ya que su nana Lauren estaba enferma y Chaud también tenía que trabajar, así que la castaña había levantado su perezoso culo de la cama y había renunciado a su primer día libre en meses para poder cuidar de su bonito sobrino.

—¡Tía Phoebe! —Nicholas apareció en la cima de las escaleras, corriendo para llegar hasta ella. Phoebe lo recibió en sus brazos.

—Bebé, hola.

Los cortos brazos de Nick se envolvieron en su cuello mientras ella le daba suaves caricias a su espalda.

—Mocoso, ¿qué te dijo papá Chaud de andar en pelotas por la casa?

Ambos castaños se separaron ante el llamado de atención del rubio, quien tomó a Nicholas de los brazos de Phoebe y lo cargó para comenzar a hacer pedorretas en su barriga, causando que el pequeño moreno estallara en carcajadas. Ahí fue cuando Phoebe se dio cuenta de que Nicholas estaba apenas usando sus calzoncillos con diseños de pequeñas zanahorias.

—No te exhibas hasta que te paguen por ello —reprendió Froid mientras se encaminaba hacia el pasillo para llevar al niño hasta su habitación.

Phoebe negó con la cabeza mientras sonreía.

Su teléfono vibró en señal de que había recibido un nuevo mensaje, así que caminó hasta el sofá para tomar asiento y revisarlo. Era un mensaje de Hazel. Intercambiaron un par de textos y bromas hasta que Froid volvió a la estancia, maniobrando dos carpetas llenas de papeles en un brazo y, lo que parecían ser varios planos, en otro.

—Dejé a Nick duchándose, por favor, vístelo cuando acabe y de ahí entreténlo lo más que puedas —habló Froid mientras se paraba frente al espejo de la sala y le echaba una última mirada a su aspecto—. ¿Crees que voy bien?

Phoebe bufó.

—Sabes que sigues siendo hermoso —respondió desde su lugar en el sofá—, solo ve, sonríeles de esa forma gay que ya sabes y tendrás a todos esos ancianos en la palma de tu mano.

El rubio se giró hacia ella con una sonrisa satisfecha.

—Debí casarme contigo, cada vez que le pregunto a Chaud si luzco bien, se queda como idiota sonriendo y asintiendo sin decir nada —Se quejó.

Adversarios ᵉˣᵗʳᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora