1 por Crisis

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Tony estaba asustado. El ejército de Thanos parecía no tener fin, ¿enserio esa era la realidad en la que ganaban?

El sólo gesto que hizo Stephen cuando cruzaron miradas fue su respuesta.

Supo qué tenía que hacer. Supo qué iba a perder para poder ganar. Supo qué había que sacrificar para satisfacer al mimado destino.

Sus ojos estaban llenis de lágrimas que se negaba a derramar. Miró decidido al Titán loco que por más de 10 años lo había atormentado. Con odio en sus pupilas, terror en cada latido de su corazón y dolor en sus venas una vez el guantelete se ajustó a su mano. 

Supo... Que era él o su familia.

    –Y yo... Yo soy... Ironman.

Y chasqueó sus dedos.

Por un momento se cegó por completo, y de inmediato una calma muy extraña. Tonos rojizos pasteles lo rodeaban. Buscó a su alrededor, y divisó la espalda de su amiga. 

Tony la miró impaciente y melancólico.  Finalmente se acercó, aunque ella no dejaba de mirar al frente sumida en sus pensamientos, tan distante y neutral como la primera a vez que la conoció en realidad.

Observó su perfecto perfil, queriendo decir algo, pero sin saber qué exactamente.

Ella lo supo y se volteó a mirarlo.

Le sonrió ampliamente. Tal como la última vez que sonrió, esa vez antes del viaje en busca de la gema del alma. Pero ésta sonrisa tenía un toque de tristeza, y una gran cucharada de lástima.

    –¿Ganamos?

Tony desvió la mirada a ver su mano derecha. No había gemas ni guantelete para sorpresa de sus ojos, pero lo sentía en cada célula de su antebrazo.

    –Sí... ¿Pero a qué costo?

La pelirroja volteó todo su cuerpo hacia él. Lo tomó de ambas manos suavemente, sin dejar de sonreír de esa manera tan particular que ella tenía esos últimos años.

Al mayor se le escapó una lágrima al sentir el suave tacto, sabiendo lo que se avecinaba.

Natasha estiró sus brazos hacia él para abrazarlo, logrando que se agachada un poco para acurrucarlo bien entre sus brazos. Le acarició el cabello con una dulzura de madre. Él se aferró a su cintura, poniendo su rostro en su cuello, escondiéndolo.

    –Lo siento —susurró ella apretando más el abrazo.

    –Yo también... —susurró el mayor de vuelta.

Dolor por todo su lado derecho, un dolor que sólo podía ser comparado a cuando le operaron sin anestesia. Y una angustia que nunca antes había sentido.

Los Vengadores observaron cómo Thanos y su ejército se desvanecía como sus amigos lo hicieron alguna vez, o cómo lo hicieron ellos directamente. Suspirando o llorando de alegría, felices de que había terminado con bajas menores.

Steve sonreía. Habían ganado la guerra del infinito.

Buscó con su mirada a sus compañeros. Divisó a todos. Thor, Hulk, Clint y... Tony.

Respiraba corto y suave, le costaba pasar el aire por su raspada y apretada garganta.

Jadeo arrastrando su pesado cuerpo hasta un escombro, apoyando su espalda y mirando al horizonte. Veía manchas y borrones, nada concreto. En sus oídos un pitido interminable y la muerte tocaba a su puerta lento, pero insistente.

Sintió una mano metálica acariciar el costado no dañado de su cabeza, y divisó una figura corpulenta. No podía ser alguien más que su mejor amigo desde su juventud, Rodhey en su traje de máquina de guerra.

Last Grief for a Last BreathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora