4 por Depresión

668 84 20
                                    

Peter apenas pudo sonreír hacia su tía cuando la volvió a ver.

Cuando ellas apenas se dio cuenta de que las personas desaparecidas volvían, corrió en busca de signos de batalla y notó los autos blindados de S. H. I. E. L. D dirigiéndose al mismo lugar.

No hace falta decir lo mucho que lloró May de felicidad mientras abrazaba a Peter y le regalaba muchos besos en su rostro. Tampoco las pocas ganas del joven en abrazar a alguien.

Para él, sólo habían pasado minutos desde que se desmayó en el chasquido hasta que vio a su mentor morir frente a él. Recordó el último, único y verdadero abrazo que le dio a su mentor.

De pronto sintió un vacío en el luto. En la casa de Pepper con el ataúd con el cadáver de su mentor al frente. No dijo nada, ni miraba a nadie. Tenía la vista perdida en el suelo y se notaba que la desviaba de cualquier persona o del propio sarcófago.

Ni siquiera pudo llorar, no al menos hasta que unas pequeñas manos le ofrecieron un pastelillo casi al término de la jornada.

Al levantar la vista, una pequeña niña le estaba ofreciendo el dulce. Ella tenía una mirada neutral, pero amable. Su precioso cabello marrón y sus ojos avellana estaban frente al chico.

    –No me gusta que la gente esté triste —dijo con aquella inocencia que una niña de su edad tiene. Para ella no estaba ocurriendo nada malo.

    –Gracias... —la niña sonrió levemente cuando tomó el pequeño pastel, y se sentó en en el asiento vacío al lado de—. ¿Estás triste porque papá está durmiendo y se irá con mis abuelos un tiempo? —dijo ella suavemente. Peter la miró, ¿ella era la hija de Tony?—. No estés triste. Mamá dice que el nos cuidará desde las estrellas tal y como lo hizo aquí en la Tierra.

    –Sí, por supuesto que lo hará —le regaló una sonrisa melancólica.

—·•·—

Había una chica que no le agradable estar allí a dentro. No le gustaba el ambiente, no le gustaba las personas y no le gustaban sus mismos sentimientos al estar cerca de la familia de aquel hombre.

Estaba sentada en el suelo de madera y sus pies tocaban el pasto. Una de sus manos estaba encima de su parte metálica saliente de su rostro, mientras que el antebrazo contrario estaba apoyado en su rodilla.

Pensaba, pensaba en la nada. Era como un vacío, un bloqueo al dolor de perder a otra persona por la que se preocupaba.

    –¿Cómo vas? —giró su cabeza. Rocket se sentó a su lado. Ella no respondió y simplemente volvió a mirar el suelo—. No te hagas la dura. Sé que ese tipo significó mucho para ti —no hubo respuesta. Nébula era un témpano de hielo sin expresar emociones. Rocket suspiró—. Si te hace sentir mejor... Yo creo que para él también significaste mucho. Antes de que él nos salvara, tú lo salvaste al ayudarlo en la nave.

Le tocó el hombro y se levantó para irse y dejarla sola nuevamente.

Quizás era cierto, quizás ella lo ayudó, pero él la salvó a ella mucho antes de su chasquido. Él le enseñó que no hay que vivir sin miedo, que no hay que sobrevivir si quieres vivir, que hay segundas oportunidades, que puedes ganar y divertirte en el proceso. Eso fue lo que en verdad la salvó.

Dejó que una lágrima bajara unos segundos por su mejilla antes de secarse el rostro.

—·•·—

Perdió su hogar.

Daba igual que pudiera tener una vida allí. Perdió a dos de las personas más importantes de su vida.

Natasha...

Su mejor amiga y confidente. En quien podía confiar su vida sin pestañear y sin vacilar siquiera un poco.

Tony...

Su amigo, a quien le falló tanto y aún así él lo perdonó. De quien se arrepentía haberle dicho tantas cosas y le faltaba tiempo para disculparse y una vida por volver a ganar su perdón como debería. 

Last Grief for a Last BreathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora