La máscara

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Y este también. Jeje. Por hoy ya es el último. Hasta mañana.

CAPÍTULO 6: LA MÁSCARA

Un vaso lleno de refresco en sus manos, la cantidad de hielo adecuada para mantenerlo frío mientras lo degustaba con cuidado, disfrutando del escalofrío que recorría su espalda al sentir el frío en su paladar y su lengua. Sus ojos almendrados fijos en la pantalla de la televisión mirando una y otra vez esa entrevista, esa mujer, Irene.

Los ojos de Irene habían desquiciado su mente, esa laguna marrón chocolate cargada de tantas emociones para ella desconocidas, experiencias, ilusiones, cargados de vidas y de sueños. Un misterio cada vez más atrayente, una duda en su mente, poner nombre a todas sus miradas, cuando es la ira la que oscurece sus pupilas, la alegría que las hace brillar, que sueños y metas alcanzó, cuánto camino le queda por recorrer.

Necesitaba conocerla, sin saber exactamente qué fuerza extraña del universo la empujaba hacia esa mujer como una ráfaga de viento, imposible de detener, imposible de descifrar. Una vez más rebobinó el video una vez más, dándole al play y colocándose para perderse una vez más en el contorno de esa mujer, pensando que era aun más bella en persona, la pantalla no le hacía justicia.

Ya era la tercera cola que se servía y la duodécima vez que miraba la grabación, cuando el sonido del interfono resonó por todo el apartamento. Enfurruñada miró el reloj, era tarde y debía estar descansando, no sabía quién podría querer visitarla a esas horas por lo que no prestó atención hasta que volvió a sonar insistentemente.

Se levantó dándole al pause con resignación y se dirigió al telefonillo, contestando de forma seca y contundente para escuchar la voz de Andrea, visiblemente enfadada. Abrió y encendió las luces de su apartamento, la oscuridad era su refugio mas no el de todo el mundo. Esperó pacientemente a que su mánager llegase al ático y la hizo pasar al salón. Andrea se quedó unos instantes con los ojos fijos en la pantalla, el rostro de Irene en aquella entrevista. Inés, tras ella, carraspeó haciéndose notar, quedando cara a cara con la joven castaña.

-Son más de las diez ¿Qué haces aquí?

-La pregunta es ¿Qué diablos te pasa Inés?

-¿A mí?

-Sí, a ti, muevo cielo y tierra para conseguirte esa entrevista y te comportas como una idiota, te vas sin despedirte y me dejas a mi pagando el plato ¿Qué demonios te pasa? ¿Qué esperabas conseguir con esta historia?

-Conocerla.

-¿Perdón?

-Es más hermosa en persona que por televisión.

-Me estás diciendo que has armado todo este circo porque querías conocer a una mujer.

-Sí, y eso solo me ha traído conjeturas... necesito volver a verla.

Andrea permaneció unos instantes en silencio, hacía años que conocía a Inés, desde que en aquel banco en un parque perdido esa castaña callada y misteriosa le leyó unas líneas de sus garabatos y supo que tenía el potencial de convertirse en una gran escritora, y desde el primer momento hasta ese día no había conseguido sacarle una sola palabra sobre ella misma. La miró intentando ver indicios de burla en sus palabras, intentando vislumbrar que sus argumentos eran una mofa mas en sus gestos, en sus ojos almendrados fijos en la pequeña pantalla supo que algo le pasaba a su representada, supo que seguramente por primera vez en años estaba viendo detrás de su máscara.

-Necesito volver a verla, ¿Me ayudarás?

-¿Por qué es tan importante para ti esa reportera Inés?

-No lo sé, quiero conocerla, siento que ella ve más allá de lo que muestro y nadie es capaz de hacer eso.

-Puedo intentarlo, pero no te prometo nada, la última vez la cagaste y no creo que ella quiera saber nada de ti, se toma muy en serio su trabajo.

-Está bien, ¿Quieres algo? Tengo Cola, restos de pizza... más cola.

Andrea rechazó la invitación alegando cansancio, se despidió de ella y se marchó como había entrado, como un huracán. Nada más desaparecer por la puerta, Inés cerró y volvió a apagar las luces mientras cerraba los ojos y suspiraba, su mundo era oscuro, era una mentira, una sombra, una máscara imposible de retirar pues ni ella misma sabía cuánto de Inés llevaba máscara, quién era ella, qué necesitaba, qué sentía, había dejado de preguntárselo hacía seis años, cuando su alma se quebró definitivamente, cuando forjó sus murallas y apartó a todo el mundo de su vida, jamás imaginó que algún día su corazón daría un vuelco ante una completa desconocida.

Ella se conocía aunque se negaba a sí misma hacerlo, sabía que su alma gritaba por una libertad que ella misma creía no merecer, sus sueños se habían vuelto oscuros al igual que su vida entera y, entre las sombras, se sentía protegida.

Era un pequeño animal herido, pensaba que no merecía más que desprecio, aborrecía la fama , aborrecía a la gente, no entendían cuántos retazos de su alma había plasmado en su obra, la catalogaban de brillante cuando realmente estaba plagada de sombras.

No supo en qué momento las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, aun manteniendo los ojos cerrados mientras viejas heridas se abrían, encogida en un rincón, amparada por la oscuridad, escondía sus lágrimas aunque nadie podía verlas, susurrando un nombre que no salía de su mente, Kathe.

No supo en qué momento terminó sobre el sofá, dormida, cansada de llorar, sintiendo su alma sangrando copiosamente.

A la mañana siguiente le despertó el sonido del teléfono, obligándole a levantarse de un salto, con la cabeza nublada y los ojos hinchados. Contestó sin mirar quién podía requerirla a las ocho de la mañana, no había muchas opciones ya que no hablaba con nadie.

-Inés ¿Te he despertado?

-Sí, ¿Qué ocurre? ¿Olvidé algún evento?

-No, estuve pensando en nuestra charla de ayer y estás de suerte.

-¿Irene me hará otra entrevista?

-Lo dudo mucho, pero yo estuve hablando con la muchacha que grababa y es bastante maja así que la llamé anoche y me dio el teléfono de la reportera.

-Y tú me lo vas a dar a mí.

-Sí, luego tú ya ves lo qué haces, pero te advierto que como vuelvas a dejarme mal renuncio Inés.

Andrea colgó y a los pocos minutos recibió un mensaje con el número, las manos empezaron a sudarle pues no sabía bien qué hacer, ella era difícil de tratar y lo sabía... ¿Estaba dispuesta a involucrar a alguien en su vida de oscuridad y soledad?

Cerró los ojos, suspiró, su mente quedó vacía de todo pensamiento y sin darse cuenta estaba marcando ese número sin saber muy bien qué decir.

Tras unos minutos que se hicieron eternos, la voz tan característica de Irene sonó al otro lado de la línea dejándola muda durante unos instantes. Sobre todo al escuchar el parloteo de una niña de fondo.

-¿Quién llama? ¿Hola? Creo que se ha equivocado de número...

-¿Irene Montero?

-Sí soy yo ¿Quién es usted?

-Inés Arrimadas ¿Me recuerda?

-...

-¿Sigue ahí?

-¿Cómo ha conseguido mi teléfono?

-Tengo contactos.

-¿Qué quiere de mí señorita Arrimadas?

-Disculparme, la última vez que nos vimos fui una grosera.

-¿Solo grosera?

-Me estoy disculpando.

La risa cristalina de la joven reportera inundó su alma de paz, sus mejillas se tornaron rosadas aunque nadie podía contemplarla, armada de un valor que no sabía poseer cortó la incipiente risa de Irene proponiendo lo que juró jamás proponer, abriendo las puertas de su vida a una persona completamente ajena.

-Ya me encuentra tan graciosa ¿Le gustaría tomar conmigo un café?

Continuará...

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora