Las pesadillas se habían vuelto constantes durante el día en que mi cuerpo descansaba. Mi madre aparecía una vez más en ellas, en esta ocasión yo me encontraba sentado en una de las sillas del comedor, ella me hablaba acerca del cielo mientras me alimentaba con lo poco que teníamos para comer. Mi padre se encontraba en su amplio sillón, ebrio como siempre. Sin motivo alguno se levanto, la tomo abruptamente y la golpeo. En ese momento era ingenuo y no tenía ni la menor idea de lo que ocurría, solo recuerdo que mi madre sangro tanto que quedo sin aliento tirada en el piso.
Pensé que una vez que haya conseguido la manera llegar al cielo, mi calvario habría terminado.
Pero no fue así.
Seguía viéndola, triste, soportando día tras día aquella cantidad de sucesos que para ese entonces eran interminables. Era como si estuviese repitiendo mi infancia. Y así, una vez más despertaba exaltado, abrumado y con un amargo sabor en la boca.
¿Acaso no fue suficiente con haber estado pensando en ella durante estos 100 años? Mi cabeza daba vueltas cada vez que la recordaba, era tormentoso, inútil y molesto.
Ocurría cada cierto tiempo, sobre todo cuando algún plan que tenía en mente se avecinaba, era como si indirectamente mi madre me colocara un obstáculo para que no lograse mi objetivo o de alguna manera ella se manifestaba en mis sueños, recordándome de esta forma mi pasado. Si tuviera que definir este tipo de comportamiento, sería "Mi madre está enojada conmigo" quizás por la manera en que he estado llevando "mi vida". Por su puesto que ninguna madre estaría orgullosa de que su hijo haya asesinado a miles de mujeres para poder vivir.
Por suerte, era lo que me mantenía vivo y tenía que estar agradecido por ello.
Así como los humanos están agradecidos por sentarse en la mesa a comer una pieza de carne de res, yo me siento agradecido con aquellas mujeres que fueron sacrificadas para otorgarme la inmortalidad.
Sea buena o mala suerte, siempre estaba a mi favor este tipo de situaciones desagradables que provenían de mis pesadillas. Es decir me sentía de algún modo salvado, vivo y con más ganas de llevar a cabo mis planes.
Unas cuantas lunas atrás mi búsqueda había comenzado en las amplias calles de Egipto.
Pero lo cierto es que no había otra manera de iniciar una búsqueda de forma gentil que no sea yo mismo cortejando. Pero incluso para salir vagamente de la mansión en el estado en que se encontraba mi cuerpo era complicado y un tanto agotador. Incluso para mí, un ser inmortal. Pero enviar a cada uno de los subordinados también era inútil, terminaban tomando a la fuerza a las mujeres y cuando llegaban a la mansión, solo se volvían sumisas e histéricas. Por supuesto que era de esperarse con tal trato que se estas recibían.
No hablaban.
Y si lo hacían, no tenían modales.
Era demasiado molesto, no podía tolerar esa clase de insolencias y mucho menos de unas mujeres tan frívolas. Fue precisamente por ello que todas acababan con el mismo destino, siendo asesinadas.
Cada noche el resultado era el mismo, una y otra vez.
Pero para mí, no había nada más dulce que el deseo en cadenas, mientras más difícil era conseguir a alguien, más deseoso estaba de someter y dominar. Así que conseguir una mujer con características fuertes era el primer paso para lograr el placer que deseaba. El arte de domar, y no estaba lejos de lograrlo.
En una de mis noches en las que merodeaba en los alrededores de la mansión, conocí a una mujer de cabellos negros y unos ojos color miel quien me ofreció una mirada lujuriosa y pecaminosa frente a mí. Pensé en lo atrevida que lucía con su ajustado traje negro, pero a su vez quedé impresionado por el hecho de estar ahí, parada frente a mí.
Esa mujer se encontraba en las afueras de la mansión sosteniendo un libro que por lo que pude observar, era de religión. Había llegado a mi, sin yo buscarla.
"Siento curiosidad de porque las mujeres que entran ahí nunca vuelven a ver la luz del día."
Aun sabiendo lo que estaba ocurriendo, menciono esas palabras sin siquiera cuestionar lo que yo pudiese responder. Y sí que era una mujer bastante curiosa y joven también, para hacer esa clase de pregunta. Su rostro lucía tranquilo y sereno.
Llego sin aviso y sin premura.
Por un instante, supuse que quien la había traído, era la anciana Enya, pero al no tener respuesta alguna, me di cuenta que estaba sola.
Sola en una fría noche.
Era una simple alma vagando por la noche de luna llena, segura sí misma y a pesar de encontrarnos a oscuras, pude visualizar su hermosa figura.
Saco un cigarrillo de su chaqueta y lo encendió sin siquiera preguntarme si podía hacerlo. Me resultaba repugnante, sí, pero el atrevimiento y los movimientos con los que hacia las cosas me daban a entender que era una mujer segura de sí misma, con bastante actitud.
"Vamos, ¿No me vas a responder? ¿O es que acaso te desagrada? No es como si fuese un pecado fumar, es para el frío."
"No se trata de eso." Respondí.
Sin decirme su nombre pensé que si hubiese nacido un siglo atrás, hubiese sido una gran amiga de mi madre. Esa retorcida idea vino a mi como un relámpago a mi cabeza por el simple hecho de pensar en aquello que sujetaba en la mano.
Llámenlo destino o divina casualidad, pero esa mujer llego a mi sin timidez, ni miedo, muy confiada de sí misma, sin siquiera tener idea que podría hacerle daño. Por supuesto que no era mi intención matarla, al menos no por ahora.
Estaba curiosa y por supuesto, yo también.
Le conté acerca de mi plan. No tenía ninguna expresión en su rostro, simplemente me miraba cuidadosamente mientras hablaba, apreciando cada una de las palabras y una vez que termine me dijo.
"¿Tienes en mente eso para mí también? "
"Todo depende de ti" Fue mi respuesta ante aquellas palabras.
La verdad es que por un instante sentí que había sido poco descuidado por revelarle a una completa extraña lo que deseaba para mi estirpe, sin embargo, en el peor de los casos si la situación se tornara problemática, podría asesinarla en ese mismo momento.
"Mi nombre es Elih" Dijo sin titubear mientras apagaba su cigarrillo.
Mi madre.
Erina.
Y ahora Elih. Al parecer siempre había estado rodeado de mujeres santas. Voy a tomarlo como una señal del cielo.
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Cronicas de Dio Brando
FanfictionDio Brando ha sido condenado a vivir 100 años en un ataúd, en donde sus recuerdos se enfocan directamente desde su niñez por lo que ha comenzado escribir un diario, sin embargo una vez que su objetivo había culminado se da cuenta que algo falta en...