Volví a la vida

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La carta que envié, nunca llego o al menos eso me dió a entender su inminente silencio al no tener respuesta de la misma.

Sin embargo, al cabo de un tiempo , Elih regresó a Egipto y en menos de lo que esperaba, estaba de pie frente a mí puerta, como aquellas noches en las que solía recitar versículos de la Biblia.

Tenía un semblante reluciente y menos sombrío como había demostrado en aquel entonces cuando me hizo llegar aquella carta. Era como si el dolor y la tristeza que había reflejado en aquellas palabras, se hubiese ido por completo o hubiese venido a buscar refugio con el calor de mi presencia.

"Dio, eres lo único que me queda." Fueron las

Un tiempo atrás, no me hubiese atrevido  siquiera a pensar en alguien de esta forma, pero cuando los labios de Elih pronunciaron mi nombre, sentí que Dios me había puesto a está mujer para protegerla y cumplir con mi objetivo terrenal. 

"Siempre habrá un lugar para ti en esta solitaria mansión." Respondí mientras acortaba la distancia que existía entre nosotros, acobijandola  entre mis brazos.

Se sentía diferente de lo que usualmente estaba acostumbrado.

"Consumir sangre y asesinar." Era aquello que normalmente habría hecho, pero al sentir su piel tan suave como la seda, me di cuenta que ella no era destinada para ese fin. 

Una vez que nuestros cuerpos se separaron, ella se apoyó debajo del umbral de la puerta como una figura de arte puro, con sus brazos cruzados y piernas empinadas que hacían sombra con la luz de la luna que entraba por el amplio ventanal. Sus ojos color miel mantenían la mirada fija en mí, esa mirada codiciosa que la caracterizaba, sin decir siquiera una palabra ya me tenía cautivado, preso de ella misma.

Desde lo más profundo de mi subía una ardiente llama hacia mis labios, queriendo consumir cada centímetro de ella con rudeza y fue así como deje de admirarla, para volver a tocarla, pero está vez de una manera más íntima.
 
Sus parpados descendían al encontrarme frente a ella, entre tanto su espalda se arqueaba al sentir mis dedos acariciando suavemente sus pechos. Solo podía escuchar su respiración agitada y prolongada mientras besaba su cuello. Eso, era como música para mis oídos.

El calor que transmitía su cuerpo era como el del sol por las mañanas de verano. Tan caliente.

Sus labios tenían sabor a vino y su piel era suave como la seda.

Podía sentir como sus manos recorrían mi espalda mientras la dirigía lentamente a la cama de aquella oscura habitación. Hace tantos años que no me sentía de esa forma, realmente había olvidado esas sensaciones tan obscenas, que llegue a pensar que solo reaccionaba por impulso e instinto.

En ese mismo instante mi cabeza se nubló por completo, quería continuar y hacerla mía.

Sus ropas caían al suelo al ritmo de cada beso, los cuales se intensificaban al ver su piel desnuda. Sentir su cuerpo junto al mío hizo que despertara pensamientos inimaginables y mientras más descubría su cuerpo, más la deseaba. En nuestro vaivén nos desnudamos descontroladamente, arrancándonos las vestiduras como bestias salvajes.
Tener el dominio total de sus emociones y sensaciones era lo más placentero que el propio contacto físico.

Sus gemidos eran genuinos y los más armónicos que había escuchado jamás. Su piel se estremecía mientras la tomaba fuertemente encima de mí. Fue en ese instante cuando me di cuenta que no podría ser otra, sino ella.

Una vez que la tuve completamente a mi merced, la tome del cuello fuertemente. Estaba perdiendo el control de mi cuerpo e imaginé que una vez que mis uñas lograrán clavarse en su cuello, todo hbría terminado.

"Más fuerte" Dijo ella con voz ronca.

"Apretame más fuerte"

"tus deseos son ordenes"
En mi vida ninguna mujer había reaccionado de la manera en que ella lo hizo.

Sentía como si me hubiese encontrado con el mismísimo demonio tentándome de esa manera.
No puse mas resistencia, no aguantaba más y la embestí y ella gimió cuando mi deseo estuvo dentro de ella, compenetrándonos el uno con el otro. Gimiendo, oliendo a sexo y siendo uno mismo.

Fue en ese momento supe lo que realmente era vivir.

Cronicas de Dio BrandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora