Capítulo 4: Omnia vincit amor

48 4 0
                                    

Las horas y los días pasaban lentamente, sin embargo, Daemon no se rendía, seguía anhelado una respuesta a todas las cuestiones que producía su mente, las cuales le impedían conciliar el sueño durante las noches. Cada día intentaba hallar una respuesta digna, aunque por desgracia solo un eterno silencio le respondía.

Por otro lado, Eileen seguía sin acostumbrarse a su nueva rutina, al principio pensó que la compañía de alguien real le haría más amena su estancia en esa cárcel, sin embargo, cada día le costaba más continuar. Sentía que estaba perdiendo la esperanza por completo. Empezaba a creer que jamás encontrarían una salida, que al final morirían en ese diminuto mundo desolador. Mientras tanto, el muchacho indagaba constantemente sobre su pasado. Necesitaba saber algo sobre ella, porque sentía que a pesar de todo el tiempo que llevaban ya juntos, no la conocía para nada. Además, no le parecía moral, que encima ella supiera tanto sobre su oscura vida. La joven, sabía que debía de contarle una mínima cosa, pero no sé veía capaz de repetir su historia. No sé veía capaz de sobrevivir a sus recuerdos.

Cada semana se hablaban menos, el tiempo muerto les estaba consumiendo, lo único que hacían era subsistir para averiguar alguna manera de salir de aquel lugar. Antes se reían a carcajadas y disfrutaban de la habilidad de la muchacha para entrar en las historias de los libros. Aunque en el fondo, solo lo hacían para tener una válvula de escape que les hiciera olvidar por unos instantes, la realidad tan solitaria que les embargaba.

La primera vez que le mostró esta capacidad, fue cuando entraron en la inmensa biblioteca, llena de estanterías repletas con todo tipo de libros. Esa habitación se convirtió sin lugar a dudas en su favorita. Tenía grandes balcones, por los cuales la luz se filtraba e inundaba toda la sala. Además, el techo estaba repleto de estrellas dibujadas con pintura que brillaban sin cesar. En ningún momento, se podía hallar oscuridad en ese lugar.

Ese día, Eileen escogió un libro con una portada desgastada, el cual se titulaba "Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas". Daemon no lo conocía, pues no estaba acostumbrado a leer, ya que él solo había vivido exclusivamente para aprender a luchar. Sin embargo, acabó descubriendo que las novelas podían llegar a ser un refugio para su atormentada mente. La joven abrió el libro por la mitad, y agitando la mano en círculos sobre el libro, comenzó a repetir sucesivamente tres palabras "Res non verba" (Hechos no palabras). De repente, de las yemas de sus dedos comenzaron a brotar pequeños rayos de luz, que iban aumentando la intensidad, conforme su voz iba cogiendo fuerza. En un abrir y cerrar de ojos, ambos se encontraban en un lugar totalmente diferente. Incluso ellos mismos habían cambiado. Se habían adaptado a las características físicas tan coloridas y llamativas del libro. Por un lado, el chico llevaba puesto una detallada armadura dorada, que combinaba con el color de su cabello. Por otro lado, el sencillo vestido blanco y corto que siempre llevaba Eileen había desaparecido dejando en su lugar, uno largo abarrotado de todos los colores del arco iris.

En frente de ellos, se hallaba una madriguera refugiada por un seto. En un instante, un conejo blanco con chaleco apareció, el chico lo observó extrañado hasta que se sorprendió al ver como este podía hablar.

- ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde! - exclamaba el agobiado conejo de ojos rosados.

- ¿Un conejo que habla? ¿Y qué va a ser lo siguiente una liebre capaz de cantar?

-Espera y verás...

Segundos después, se encontraron con Alicia, quien perseguía con curiosidad al extraordinario animal. Contemplaron como ambos personajes entraban en la madriguera hasta perderles de vista por completo. Antes de que Eileen pudiera decirle nada, Daemon se introdujo en el escondrijo. Pasaron por un túnel hasta que de repente el camino acabó, dejando en su lugar un pozo infinito, por el cual cayeron durante lo que pareció una eternidad. Lo único que podían ver eran las paredes, las cuales estaban cubiertas de armarios y estantes para libros, pues si miraban hacia abajo solo encontraban oscuridad. El joven se dejó llevar por sus pensamientos, hasta que comenzó asustarse, ya que le surgieron muchas dudas sobre esta nueva experiencia. ¿Podría morir dentro del libro? ¿Podría cambiar el curso de la historia? Así que, sin más dilación, expulsó un torrente de preguntas para que la chica las resolviera.

El Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora