Red as Blood [ZedxKayn]

III

Nombre: Hanahaki Disease [花吐き病 ]

Enfermedad poco común, creciente en el interior de los pulmones. Producto principal del florecimiento de espinas y flores por un amor unilateral. Los primeros síntomas se dan por la tos de pétalos (de diferente tipo de flores), dolor en la parte torácica y faringe. Sus efectos son mortales.

Tratamiento: para evitar los síntomas debe alejarse de la persona de inmediato y de forma definitiva. En caso contrario, los efectos pueden empeorar hasta causar la muerte. Si el amor es correspondido detendrá la enfermedad. También existe--

Kayn arrugó en su mano el pedazo de papel. Lo había leído mil veces ya en los últimos dos meses esperando encontrar algo de esperanza, pero solo había una forma de salir de aquello. Una manera que hacía dudar al menor.

Negó en su cabeza antes de suspirar derrotado. Tiró el papel a un lado sin importarle a donde rodara. Se vistió perezosamente y salió de su habitación sin ánimo, intentando agarrar su cabello con una liga mientras caminaba. Estaba lo suficientemente largo como para empezar a estorbar en su entrenamiento si lo dejaba libre. 

Sus pasos eran inseguros, incluso torpes. El temor de volver a encontrarse a solas con su maestro lo atormentaba, pero Zed había salido fuera de Jonia. Después del incidente en el gran salón, se había marchado con otra docena de súbditos.

Y desde eso, ya había pasado casi un mes.

No era de extrañar que Zed se ausentará por tanto tiempo, pero eso no ayudaba a la creciente ansiedad de Kayn. Lo único bueno de todo aquello fue que inmediatamente su enfermedad empezó a disminuir, incluso llegó a cesar por completo, pero estaba consciente de que todo empeoraría cuando volviera su maestro.

¿Que sería peor? ¿Seguir y morir por aquella maldición? ¿Ser exiliado? ¿Ser asesinado?

No lo sabía. Pero ninguna opción resultaba realmente deseable.

—Shieda, ¿en qué mundo estás? Te he llamado tres veces.

El menor volteó para ser recibido por el rostro despreocupado de Naruki; el encargado de la orden cuando el maestro se ausentaba. Él no era su amigo, tampoco su enemigo. Su fuerza no era siquiera comparable con la del mismo Kayn, y él jamás se preocupaba por los débiles.

Aunque debía admitir los celos que sentía por su cargo. Lo recordaba como su derrota más humillante: ¿Por qué no tengo yo ese puesto? Soy el mejor, Zed.

Y luego, la simple respuesta de su maestro: Silencio.

—¿Qué quieres? Voy a entrenar. —contestó enojado por sus pensamientos.

Naruki levantó una ceja, sorprendido.

—El maestro Zed ha vuelto —comentó—. ¿No eras tú quien iba tras él cada vez que regresaba?

Kayn no pudo evitar hacer un rostro de mal gusto. La admiración que tuvo por su maestro siempre había sido tomada de la forma equivocada. O bueno, ¿quién era él ahora para juzgar aquello?

—Ya no tengo diez años. —y luego, sin esconder curiosidad— ¿Dónde está?

—En el Salón, probablemente. Ha ordenado que hagas guardia esta noche.

—¿Guardia? —burló abiertamente— ¿Desde cuándo YO hago guardia?

—Desde que tú maestro lo ordena —contestó Naruki con aquel irritante tono que usaba cuando quería imitar ser un líder—. Solo obedece, Shieda.