IV

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No, no había sido la decisión correcta.

Kayn rasgó la página del libro que tenía en su mano para luego guardarla dentro de sus ropajes. Puso el libro sobre una mesa cercana y buscó rápidamente por los estantes hasta que sus ojos alcanzaron su objetivo; un pedazo de papel, bastante desgastado por los años, enrollado en una de las esquinas.

El menor suspiró antes de tomarlo y guardarlo.

Después salió de aquella pequeña habitación dirigiéndose a las afueras del templo. Su caminar era lento, su cuerpo se sentía realmente enfermo y el sabor a sangre no abandonaba su garganta pero, probablemente, eso era lo que menos le importaba en ese momento. Se sentía como un fantasma, sin un lugar donde ir, sin la cordura suficiente para pensar con claridad.

Tenía una sola cosa segura; debía irse. Ya no había nada para él allí.

Se adentró en el bosque, alejándose del templo, dejando atrás las pocas pertenencias que poseía; además de los dos pedazos de papel, solo tenía una bolsa con algunas monedas de plata.

Kayn volvió a suspirar, al igual que lo había hecho en las últimas horas. Allí, en la profundidad boscosa, no podía ver nada y el silencio abundaba, haciendo que el ruido de las hojas bajo sus pies fuera lo único que escuchara. La noche cubría todo delante de él, haciendo que los arboles fueran solo siluetas en el paisaje.

¿Dónde había ido la inmensa y brillante luna de hace unas horas? Kayn miró arriba, sigue allí.

Entonces, ¿por qué todo era tan oscuro?


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'Maestro'

Zed abrió los ojos inmediatamente, encontrándose con la estela de humo salir del incienso quemándose frente a él. Inspeccionó su cuarto sin mover la cabeza, con sus pupilas pasando por toda la habitación.

No había nadie. Era la voz en su mente. Otra vez.

Estaba meditando como normalmente lo hacía a esa hora de la tarde. De la misma forma que lo hacía junto a Shen años atrás. Pero, aun así, eran los últimos recuerdos los que lo perseguían incesantemente.

Shen era devoto a las enseñanzas de su padre, jamás se atrevería a interrumpir. Su estudiante, por otro lado, era aficionado a llamar la atención.

Cualquier día, en cualquier momento, sin importar la situación, era perfecto para él simplemente entrar, sonreír y decir orgulloso: '¡He superado a todos de nuevo, maestro!'

Zed miró inconscientemente la puerta de la habitación. Nada.

La voz de su mente simplemente no desaparecía. Habían pasado más de tres meses desde que él se había ido, no tenía ningún sentido que escuchara su voz. 

Unos pasos acercándose lo sacaron de sus pensamientos. Demasiado ruidoso, nada sutil, probablemente se trataba de Naruki. El maestro de la Orden se levantó ágilmente y usó las sombras para atravesar las paredes y aparecer frente a su súbdito, antes de que éste se presentara en su habitación.

Naruki - quien ya estaba acostumbrado - no se sorprendió. Se detuvo, inclinó su cabeza levemente como saludo e informó:

—Maestro Zed, tengo noticias de nuestros espías —empezó—. Han seguido su rastro, y la recompensa aumenta. Ahora los Noxianos están tras él.

¿Noxus? Ese niño-

Muy ruidoso, nada sutil. ¿Desde cuando él era así?

No, él siempre era así. Arrogante, vanidoso, queriendo ser siempre el centro de atención. Pero luego se comportaba como un asesino, uno de los mejores, uno tan silencioso y preciso que a él mismo le sorprendía su desempeño.

¿Realmente lo conocía?

La respuesta era una negación inmediata. Por supuesto que no, mucho menos después de lo último que había pasado.

—¿Dónde está? —preguntó el maestro de la Orden.

—Lo han perdido cerca de un pueblo al nordeste —respondió—. Creen que se ha establecido momentáneamente en un pequeño pueblo allí.

—Bien.

Sin más, sin siquiera mirar al súbdito, el maestro volvió a la habitación con sus sombras. 

Después de todo, Kayn podría cuidarse solo. No lo habría dejado ir si no estuviera seguro de ello.

Zed estaba ahora de pie justo en la mitad de la habitación perdido en pensamientos. Luego de unos minutos, movió su rostro para observar el cielo asomarse por uno de los ventanales. Apreció el silencio, el olor a incienso y la poca luz que se filtraba, esperando así que las cavilaciones en su mente cesaran. Nada servía. Finalmente se limitó a mirar el suelo, derrotado. 

Estaba seguro de ello. Entonces, ¿porque se sentía tan inquieto?

Tal vez fue la forma en que lo había hecho. Tal vez fueron sus palabras. Tal vez fue su estado. Tal vez fue la enfermedad. Tal vez fue la última imagen que tenía de él, de rodillas e indefenso. Suplicando.

Zed apretó los dientes.

Y sus malditas ganas de consolarlo.

Pero cosas como el amor no existen para los asesinos, y él lo sabía muy bien. No podía permitirle seguir allí en ese estado. Zed había pensado erróneamente que su estudiante sería lo suficiente sensato para irse mientras él no estaba. Le había dado el tiempo necesario para pensarlo y que él tomara la decisión.

Kayn era demasiado obstinado después de todo. Si aun después de saber las consecuencias de su enfermedad él seguía allí, solo había una forma de hacerle ver la verdad con claridad.


Solo eres un fracaso.


Esas palabras  resonaban en lo más profundo de su mente una y otra vez. Torturándolo.

—Sí —dijo Zed en voz alta, para luego añadir en un susurro—. Lo soy.


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Se suponía que era un One-Shot, lo he alargado más de lo que creí. El final vendrá en el próximo capítulo (eso espero). 

I hope u enjoy it <3

Red as Blood [ZedxKayn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora