Capítulo 4

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   A la noche siguiente se vio con Shoto, y a la otra, y a la que vino a continuación. Cuando Katsuki quiso que se quedaran más tiempo juntos en la cabaña, Shoto manifestó que debía regresar a casa. Y cuando se apeó en una esquina, alegando que tenía que hacer algo en un drugstore, Katsuki vio el coche verde aparcado a media manzana de distancia. Durante aquellas tres noches cambiaron un poco las maneras de Katsuki. Le resultaba difícil sustraerse a su influjo; no habría sido humano resistirse a tales alicientes. Pero no era un patán y no se sentía muy complacido ante la falta de respuestas. Las que Shoto le daba parecían demasiado terminantes pero claras y muy fríamente meditadas. Katsuki lo estudiaba sin cesar, como si tratara de tomar una determinación acerca de algo.

   El domingo por la noche se desvaneció su optimismo y permaneció agarrado a Katsuki, taciturno y con la mirada triste. Cualquier otro se hubiera sentido molesto; pero Katsuki se quedó estudiándolo con más interés que nunca y lo acarició con ternura. Ya en la cabaña, Shoto se echó llorar sin disimular. No se atrevían a encender la luz, pero tuvieron valor suficiente para prender una vela y dejarla en el suelo, delante del sofá que había en el salón. A la tenue luz de la vela, sus ojos brillaban en medio de sollozos. Cuando Katsuki lo tomó entre sus brazos y le susurró cosas al oído, se tranquilizó, recobró la calma y empezó a hablar:

   - Es lo de siempre, Katsuki.

   - ¿Tu familia?

   - No toda la familia. Solo... mi hermano.

   - ¿Se debe a él tu cara seria?

   - Siempre he tenido que pensar por él, preocuparme de él y resolver sus problemas. No le pasa nada, Katsuki. Es el chico más agradable que hayas podido ver en tu vida. Pero siempre tiene problemas. Y siempre se los tengo que arreglar yo.

   - ¿Es menor que tú?

   - Tres años. Tiene veintidós.

   - ¿Qué ha hecho esta vez?

   - Bueno, veras; está en la universidad y...

   - ¿Le pagas tú los gastos?

   - Casi todos.

   - ¿Por eso no dispones de cuanto ganas?

   - Sí, desde luego.

   - Continúa.

   - Verás, tiene un compañero de habitación... que nunca me gustó. Y ese chico se ha llevado algunas cosas de los dormitorios de otros compañeros. A Izuku no se le ha ocurrido nada mejor que dejarlo que las meta en su habitación. Dentro de un baúl. Pero anteayer registraron la habitación, encontraron las cosas y...

   - Y los polis lo han arrestado ¿no?

   - No, no han llegado a tanto, de momento. No quiere denunciar a nadie. Pero ayer localizaron muchas de esas cosas, y el compañero de habitación de Izuku y él, tienen que pagarlas, o de lo contrario...

   - ¿A cuánto sube?

   - A más de dos mil euros.

   - Eso es mucha pasta.

   - No sé lo que voy hacer.

   Katsuki se puso de pie, encendió un cigarrillo, arrojó la cerilla dentro de la chimenea y se quedó contemplando a Shoto. Al cabo de un instante dijo:

   - No sé por qué te angustias tanto. Es cierto de dos mil pavos es mucha pasta, pero tú puedes encontrarlos con facilidad.

   - ¿Dónde?

Blood RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora