Capítulo 6

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   Katsuki salió del cuarto de baño en calzoncillos negros y se entregó al rito de ponerse una corbata del mismo color. Eijiro, fascinado, hacía de testigo, hundido en el sillón del dormitorio. La escena que estaba Katsuki representando tenía su interés. En primer lugar, era digna de verse su manera de inclinarse sobre la cama para abrochar los botones de la camisa y comprobar la disposición en que se hallaban cuello, corbata y calcetines. En su torso, brazos y hombros se destacaron  unos abultados músculos. Una curiosa precisión de movimientos se imponía en todo lo que ejecutaba: en el modo seguro en que sus dedos arreglaban los detalles, la correspondencia de ojales y botones; el orden que conseguía, sin perderse nada. Y luego le llegó el turno al acto de vestirse. Se puso las prendas en un tiempo tan breve que resultaba absurdo. El espectáculo radicaba en la preparación, pues una vez que los detalles estaban listos, todo culminaba en pocos segundos, incluso anudarse la corbata. Eijiro no se perdía ni un solo detalle, y hasta reconoció que habría dado cualquier cosa por poder lucir tan bien el un atuendo semejante. Consultó su reloj y se apresuró a decir:

   - Si vas a algún espectáculo conviene que aligeres. Ya son más de las nueve.

   - ¿Espectáculo? Es una fiesta privada. La ha organizado Shoto.

   - ¿Sigues viéndolo?

   - De vez en cuando. Se reúne con su madre para Navidad. En vez de que ella reciba a Shoto y a su otro hijo, han decidido venir los dos a visitar a Shoto. Así que por eso ha querido dar la fiesta.

   - ¿Has oído algo acerca de él y de Dabi?

   - No, nada.

   - Dicen que están liados.

   - ¿Quién lo dice?

   - Se comenta por ahí.

   - No me lo podrías probar.

   Eijiro estuvo observándolo con intensidad durante un rato; pero no percibió en él la menor muestra de alteración. Katsuki lo condujo al salón, preparó whisky con hielo y soda y encendió la radio. Estaban trasmitiendo música de baile.

   - Eijiro ¿sabes una cosa? Lo mejor que tiene la noche siguiente a Navidad es que ya no tienes que continuar oyendo esos villancicos.

   - A mí me gustan bastante. Yo me sé todos los villancicos.

   - ¿Incluyendo la letra?

   - Blasty ¿te he contado alguna vez cómo empecé?

   - En una escuela reformatorio ¿no?

   - En cierto modo, así era. Me reformaron, me enseñaron religión y, cuando me dejaron salir, fui por ahí predicando. Un verano me junté con un evangelista. Él hacía las catequesis y yo le hablaba a los jóvenes. La noche de la gran ofrenda me cubrí el rostro con un pañuelo, amenacé al tesorero con una pistola y me llevé toda la pasta. Pero, cuando me largué corriendo, me reconoció por los andares. Me reconoció, por eso me cogieron. Así fue como aprendí los villancicos. Empezando como predicador.

   Katsuki se quedó boquiabierto ante semejante narración. Eijiro sacó la cartera y empezó a hojear el mazo de papeles que llevaba dentro, hasta encontrar los que buscaba. Era un viejísimo trozo de papel. Se lo entregó a Katsuki.

   - Un predicador de verdad, con licencia.

   Katsuki leyó la letra impresa bajo el imprimatur, la firma del obispo estampada encima del título, y contemplo el nombre que aparecía escrito en el cuerpo del certificado: Eijiro Kirishima. Luego se lo devolvió.

Blood RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora