¿Qué?

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Mia's mind.

Música en alto, adolescentes bailando y olor a cigarro. Así puedo resumir la «magnífica noche» de la que Emme tanto hablaba. Bueno, se ve que lo está disfrutando, con el chico con el que está. Noche de chicas, claro.

Estoy aquí parada como idiota, bebiendo alcohol, sola. Me parece más triste que si me hubiese quedado en casa, viendo películas. Si Ethan estuviese aquí, las cosas serían diferentes. Por lo menos tendría alguien con quién hablar. Me acerco a mi amiga, la detengo por los hombros para que deje de moverse.

—Emme—llamo, una vez que estoy pegada a su oído—, creo que voy a irme a casa. Ya estuve aquí un buen rato.

Hace un puchero. Al mismo tiempo, no quiero irme, sería dejarla sola. Demonios, no podré irme.

—Olvídalo.

—No, esta bien, vete. Ya encontraré a alguien que me lleve.

—Olvídalo.

Busco entre la multitud a Laura. Está a lado de Jacob. Cuesta muchísimo llegar a ella.

—¿Estás borracha?—pregunto.

—No, para nada. ¿Qué necesitas?

—¿Puedo encargarte a Emme? Está tomadísima, pero yo ya quiero irme. ¿Podrías llevarla?

—¡Sí!—grita, más alto—, eso haré.

Me dejan, se van a lado de ella, y comienzan a moverse todos juntos. Qué lastima que me duela... El pie. Estoy aquí desde hace horas, ¿por qué la diversión no empezó antes? Como sea, salgo. La música se va alejando. Pongo un pie fuera de la casa, empujando a las personas para poder pasar.

—¡Mia!—grita alguien, de lejos.

Volteo.

—¡Mia!

No encuentro quién me esta gritando. Oh, sí, es él. Trastabilla, cruzando el jardín, hasta que me alcanza a medio camino de la libertad, del auto de Emme.

—¿Qué?

Se acerca, huele como a cerveza y menta.

—Te estaba buscando.

—¿Tú, buscándome a mí? ¿Para qué? ¿Para molestar?

Echa la cabeza hacia atrás. A lado de nosotros, pasa alguien que se despide de él con la mano. Sonríe.

—No, te estaba buscando para que bailáramos.

—¿Qué?

—Tu vocabulario es bastante limitado, ¿cierto?

—¿Qué?

Suelta una carcajada. Me toma de la mano, jalándome a la fiesta. Ésta vez, es más gentil, menos agresivo. No siento que me esté arrancando el brazo.

—Ya me voy, Aren, perdón.

Casi me deja ir. Llego al auto, abro la puerta.

—No, Mia. Te estuve buscando toda la noche. Te escondes muy bien.

—No me estaba escondiendo.

—¿De verdad?

Sí lo estaba haciendo. Sus cambios de humor me asustan, no quería cruzarmelo para tener que decirle «gracias por invitarme». No quería dirigirle la palabra para nada. No se logró.

—Mia, vamos a bailar.

—Ya me tengo que ir.

—No, no tienes que. Hicimos la fiesta para que bailáramos.

Si no fuéramos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora