La amo y me ama

668 42 1
                                    

Aren's mind.

—¿Sabes a dónde va Mia?—le pregunto a Cassandra, alejándola un poco y tallando mis ojos por el agua que entra en ellos porque los demás me salpican.

—Ah, no—responde con su usual entusiasmo—, debe haber ido a la cocina o algo así.

No se veía muy cómoda. No tiene que fingir frente a los demás, ellos no me interesan.Todavía no entiende lo importante que es para mí, lo mucho que estoy intentándolo. Quisiera arrancar todas sus inseguridades y golpearla con ellas para que reaccionara y se viera como yo a ella.  Quizá fue un error haber venido, no me hubiese molestado quedarme a ver glee con tal de que no corriera como siempre.

—Tengo que ir a ver si esta bien.

—No—me detiene Cass—, estará bien, bonito, no sé de qué te preocupas. ¿Eres de mi equipo, verdad? Porque Zaid esta...

—Tengo que ir, volveré en un momento.

Se pone frente a mí, colocando una mano en mi pecho y tomando la otra.

—No.

—¿No?

—No.

Si quisiera quitarla, lo haría fácilmente. Podría empujarla y salir como si nada, pero elijo no hacerlo. Sólo espero que Mia no encuentre sus zapatos o algo que me dé un poco más de tiempo.

—No me veas así, Aren—continúa—, sabes que todavía me gustas.

—Ya sé, Cass, pero... —suspiro— sabes cómo están las cosas. No puedo. No puedo engañarte, ni engañarme. Y lamento mucho si alguna vez hice algo que te hiciera creer lo contrario.

Parece que el agua deja de moverse, como si nos hubieran sacado de escena y la música ya no tocara nuestros oídos. Los demás ya no existen. Sólo está Cassandra, en cómo llora y me abraza. No me queda de otra, no sé qué hacer. Le correspondo porque es lo que haría como amigo, nada más.

—No, bonito, no has hecho nada. Sé que te ayudé a que todo esto pasara pero... No sé si te voy a apoyar en que continúe.

—¿Qué? ¿Por qué?

Sigue aferrada a mi torso, respirando entrecortadamente y haciéndome pensar en qué diré si Mia esta llorando también. Pero Cass me ha ayudado siempre, y se lo debo, porque también la quiero. Como una amiga. Y eso es precisamente lo que se niega a creer todavía.

—No quiero perder... No quiero perderte a ti—susurra.

—No lo harás, Cass, jamás. Te lo juro.

Asiente, tomándose unos segundos, dejando que ambos nos recompongamos y volvamos, poco a poco, al ruido, a la alegría. Ella lo sabe, y yo lo sé: estamos unidos de una forma extraña. Sí, quizá nos queremos de más, y eso no cambiará nunca. Pero no podemos estar juntos, porque sería mentirnos. Y de una manera imposible y platónica, sé que jamás voy a poder librarme de ella y ella jamás se librará de mí. Así somos, y así nos vamos a quedar, porque la amo y me ama pero no de la manera en que el otro espera.

—De acuerdo—cede, por fin—, ve a buscarla, bonito, debe estar huyendo de ésta horrible celebración. ¿A quién se le ocurrió?

Si no fuéramos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora