Capítulo 3

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I


El coche negro de la familia Vinsmoke subió chirriando por el cordón delante de la mansión, deteniéndose con brusquedad al ir a una gran velocidad.

—Hemos llegado.—anunció con su voz grave Katakuri.

—Bien.— contestó. Zoro miró al chico rubio recostado sobre su hombro, el cabello caían tan delicadamente por encima de la oscura tela negra viéndose con mucha claridad las hebras doradas—Hey, despierta— golpeó la mejilla blanca dejándola roja.

Zoro echó la cabeza hacia atrás apretando con fuerza sus ojos. Katakuri abrió la puerta trasera del coche y metió la cabeza, su fría calculadora mirada se posó en ambos jóvenes.

—No creo que despierte por un buen rato, recuerda que esta medicado, cárgalo hasta el cuarto.

Tal y como le dijo, cargó al rubio. Entraron por la puerta principal, no había movimiento por la mansión, era entendible con la hora que era. La mayoría de las luces estaban apagadas y solo permanecían encendidas las de la segunda planta y el living. Subieron por las escaleras de aspecto viejo por la calidad en la que estaba la madera.

«Me romperá el cuello»pensó Zoro. Subía por las escaleras y en su espalda llevaba a Sanji dormido, sus delgados y fuertes brazos rodeaban el cuello del moreno apretando con mucha presión en cada momento.

—Aquí es— indico el guardián apuntando el cuarto del rubio.—. Recuéstalo rápido y sígueme. Te mostrare el tuyo.

El peliverde asintió y entró a la habitación. Oscuro y frío, así se sentía estar ahí adentro, lo lanzó sin delicadeza en la cama de respaldo recto con entalladuras antiguas, frotó su cuello aliviando el dolor, buscó con la mirada las mantas para taparlo hasta que localizó el cajón en la esquina de la misma cama, lo abrió curioso encontrando su objetivo, «Perfecto». Sacó varias mantas de colores amarillos, marrón y azul cubriendo el cuerpo de Sanji con cada una de ella, la brisa que se sentía al extender las mantas le erizaba la piel provocándole un chucho de frío.

—Con eso esta bien, ahora si. Escucha cejas raras, no me causes muchos problemas porque no tendré mucha paciencia, al menos lo intentaré, pero no creo aguantar y no lo digo solo por esa actitud de mierda que pareces tener sino en general— terminó de decir mientras contemplaba al joven dormir—. No se porque te hablo si estas dormido, como sea. Un gusto conocerte.

Zoro miró al otro lado de la puerta y vio a Katakuri apoyado en el marco. No era necesario ser un genio ni tampoco necesitaba ver a través de esa bufanda, era obvio que se reía. Avergonzado cruzó todo el cuarto ocultando su rostro.

—Ya te descargaste, ahora ven.— ordenó.

—Si— contestó de mala gana.

Por el mismo pasillo continuaron su caminata, pasaron dos habitaciones, una de ellas es; el baño y el otro estaba vacío, en más, tenía unas tablas de madera pasada de lado a lado impidiendo la entrada, la puerta tenía muchos signos de maltrato como rasguños y golpes. Al final del pasillo se encontraba su habitación, la de Zoro.

—Aquí es, tienes que estar cerca por eso te dieron este. Mañana empiezas temprano por lo tanto tienes que estar con él en todo momento que desee salir. No se si te comentaron pero ese chico va a la universidad y puedes usar los coches de la casa como se te antojen.

—Entendido, supongo que debo agradecerte.

—No hay de que.

Roronoa entró en la habitación y cerró la puerta tras de él. La luz de la luna ingresaba por las transparentes cortinas de seda, una fresca sensación le recorrió el cuerpo y olor impecable lo sofocó, estaba muy limpio, demasiado, no era el tipo de ambiente que acostumbraba pero sin duda era reconfortante, carecía de muebles, solo había una cama de una pieza, una cajonera y una mecedora debajo de ella estaba su maleta, ya se habían encargado de traer lo poco que cargaba.

El guardián del omega (Resubiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora