Capítulo 2

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I


Había algunas cosas que Sanji no era capaz de sentir en ese momento, sus cinco sentidos no funcionaban con regularidad, las cosas que era incapaz de procesar era; el sonido, su visión y el tacto que hacía su hermana al acariciar su espalda, nada de eso funcionaba. Esto se desvaneció dejando a cambio calor y ansiedad.

—¡Sanji, reacciona!— chilló con preocupación. Sus manos rodeaban el delgado y formado cuerpo de su hermano.

—¿Y ahora qué pasa con este idiota?— preguntó el mayor de los cuatrillizos.

El muchacho que contemplaba en primera fila el estado del rubio, cruzó sus brazos y como si algo lo llamara volteó la vista al pequeño mueble, sobre la superficie se encontraba aquello que reconocía a la perfección, una tableta de supositorios... vacía.

—¡No me digas que él entró...— exclamó dando una breve pausa. Antes de continuar ordenó al joven de cabellos verdes a que se retirara.— Pero ¿por qué tan de repente?

—No se, Sanji siempre anota las fechas y lo tuvo hace un mes, pero si no ha tomado la pastilla que le correspondía hoy, puede ser eso.— supuso la pelirosa recostando en la cama al rubio.

Ichiji mordió su labio inferior e intento olfatear un poco la sala, lo único que sentía allí era—además del fuerte aroma que liberaba Sanji y el apacible de Reiju—; la fragancia fresca de su guardián Katakuri, «¿Podría ser?» se preguntó frunciendo el entrecejo.

La expresión que llevaba en el rostro se apagó repentinamente mientras observaba la puerta. Ichiji creyó por un momento que el estado en el que se encontraba su hermano se debía a Katakuri, receloso salió.

—Oigan ustedes— intervino en ambos hombres que no se miraban entre sí—Vayan por ahí, si necesito algo te llamo Katakuri. Y tú— esta vez se dirigió a Zoro mientras lo estudiaba con la mirada.

Roronoa impregnaba un aura tranquila pero amenazante, su cuerpo estaba bien trabajado y vestía un traje negro, algo desalineado por cierto, en su cintura llevaba un cinto bastante ancho para enganchar al costado de ella tres espadas de distintos modelos. Ante la pesada observación que hacía el pelirojo, Zoro tosió para que este enfocará su mirada a sus ojos inexpresivo.

— Escucha, ahora Sanji no puede atenderte, ven más tarde, puedes darte una vuelta si quieres.

—Entendido— contestó. Después de decir eso marchó por el pasillo.

Una vez que vio a ambos guardianes alejarse, volvió a entrar.

—¿Como esta?

—Parece que se esta calmando.— comentó Reiju acariciando la cabeza del menor.


II


El celular sonaba con insistencia, la vibración sobre su pecho le daba cosquillas. Lo dejó sonar una vez más y lo saco del bolsillo inferior de su camisa.

«Le dije que no llamara mientras trabajo» pensó en silencio mirando la pantalla brillante y en la parte superior decía "Llamada perdida de Smoker".

Zoro se había detenido en el jardín de la mansión de los Vinsmoke, retrocedió uno pasos para sentarse en la superficie sólida de una fuente, el agua no corría por ella, al parecer estaba averiada. La fuente era semicircular ya que sobresalía de la misma pared de la mansión manteniendo esos mismos rasgos oscuros y sombríos.

El guardián del omega (Resubiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora