Era una hermosísima muchacha, cabello largo liso, castaño claro, piel nácar. Tenía la voz dulce, reía sutilmente como los ángeles, y al oírla los hombres posaban sus miradas en su rostro, su cabello, su cuerpo de tan justas proporciones y diseño maestro que poseía unos senos lindos grandes para su edad, su cintura ligera pero deliciosamente bien proporcionada...
La veía pasar todas las mañanas desde mi balcón. Con uniforme y falda ligeramente por encima de sus rodillas, medias altas desde sus pies hasta nuevamente sus rodillas. Era tan hermosa.
Un día caminaba acompañada por, creo, una amiga, así que preste atención para tratar de escuchar si se colaba algo de su conversación por entre los sonidos de la ciudad.
Dijeron su nombre.
Su nombre después de tanto asecho, después de tantas veces discreto en el balcón, mirándola furtivamente.
Pasaron dos, cinco, quince días.
Bajé y la esperé. Qué decirle. Cómo hablarle.
La veía venir tres calles de distancia, dos calles, una calle...
-Qué hora tienes? -Pregunte, para entablar conversación.-
-Son cuarto para las 2.
Y siguió andando. Era hermosa de verdad hermosa, no como esa actrices falsamente reales.
-¡Señorita! -Dije, pero ella no atendio-.
-¡Señorita! - Nuevamente, pero elevando la voz-.
-¡Camila! -Dije su nombre...., estoy en problemas-.
Ella se detuvo, volvió a mí, me miro fijamente y camino tres pasos.
-Oye, cómo es que sabes mi nombre. -Me pregunto en un tono neutro pero con tendencia a la impaciencia-.
-No he hecho más que verla..., por primera vez estoy aquí porque he sentido en mi pecho la necesidad de dirigirme a ti, a tu belleza que como un imán me he enardecido como ninguna otra mujer. Sé que estás no son las mejores palabras, ni el mejor momento, ni la persona que esperas. Sólo quiero saber si puedo acompañarla.
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Te guste o no
Teen FictionHistoria no apta para todo público. Los elementos sexuales son meramente artilugios eróticos para el disfrute del autor, que a veces no reflejan exactamente la realidad.