Comencé a tratar el mundo con actitud hipócrita y mundana, las tardes como las noches iban y venían, se deslizaban con tal naturalidad como solo el tiempo pose, mientras sentado en el sofá, pies encima de la mesa, el cenicero casi a tope..., entre sus dedos un cigarro encendido, sujete su mano y lo lleve a mis labios, el humo se inyecta y sale como una voluta que impregna el ambiente con olor a tabaco, ella también fuma, lo hacemos cada vez que lo hacemos, una necesidad de hablar con otros lenguajes el posible amor que nos conferimos en secreto, parecerá estúpido, pero es más que obvio, decidí amarla y ella lo acepto, al menos eso creo, al pedirme más y el que no me detuviera lo interpreté como una confirmación precisa de aceptación, lo hicimos como enfermos, como dos personas que no razonan la razón de estar haciendo lo que deben o no deben, mientras yo esté dentro de ella todo es mejor, recuerdo el espejo sucio, como si sumergido en una niebla, dibujara nuestros cuerpos como dos masas o astros que intentarán hallar con inminente fracaso un lenguaje de amor y sexo, ¿ven porque es tan obvio?
El encierro nos fulminó, hacíamos el amor como dos locos ingenuos, nos embriagábamos con nuestros cuerpos, fingíamos ser otros, aunque creo que terminábamos por ser siempre los mismos, yo dominándola, y ella como una linda chica tan sumisa que podría hacer cualquier cosa, incluso volar.
Ella había parecido una tarde en una calle, no recuerdo cual, y le regalé una flor, fuimos tantas veces otros que no se bien cuantas veces por primera vez le llamé por su nombre, para ser franco la he llegado amar, a cada una de ellas, aunque siempre termino llenándola toda y se lava y se va. Hacíamos el amor con un virtuosismo critico, nos apegábamos al plan, ella no tenía que hacer nada, sólo ser sumisa y volar, no como las aves, tú entiendes.
Luego había silencios enormes como este, donde nos amábamos en silencio sin tocarnos, escuchar afuera los murmullos de una sociedad encerrada en la ciudad, mientras nosotros aquí con un mundo que no es mundo sino un silencio como dije, que hace falta decir si la verdad es solo un artificio. De pronto la encontraba entre mis brazos desnuda, y lamia sus senos, ella se sonrojaba, lo único que pedía era que no me detuviera e hiciera con ella cualquier cosa, qué placer, y retardo la última caricia que me arrancaría por horas del mundo.
Juntos sabemos que la felicidad es otra cosa o tal vez es esta no sé, consigo su cuerpo como una forja, un fuego que nunca se apaga.
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Te guste o no
Teen FictionHistoria no apta para todo público. Los elementos sexuales son meramente artilugios eróticos para el disfrute del autor, que a veces no reflejan exactamente la realidad.