El romance cae como la noche

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Había empezado a quebrajarse la noche, la madrugada caía sobre su piel, su cuerpo recién atravesado, hundido entre las aguas nobles de mis sábanas, ella dormía. Tres horas antes con su halo inocente y curioso, ahora una diosa desnuda, con el pubis recién labrado, forjó mi saeta. 

Respira, y la noche respira con ella. Su cara tranquila, porque ya pasó el goce y la crueldad. Quién diría pequeña e insaciable para describir a esta mujer. 

Quiero decir todo. Por ejemplo..., tomar una flor y acariciar con sus pétalos los hombros de la noche. Dibujar como un artista sus delicadas pero bien figuradas curvas, sus tibios senos hasta la punta de sus pezones, su infinita espalda que se arqueaba cual artista en su pequeño debut flotante. Decía sabía volar, volar como una ave, y extendió sus alas, arqueó la espalda mientras yo la amé con un frenesí descontrolado.

Copulamos como enfermos. Nacían en su boca las más hermosas melodías sexuales, e hizo de la vocal un himno: su idioma.

Copulamos en un cielo infinito de éxtasis perpetuo, para aquellos cuerpos encendidos el escenario pareció nada, y ella bajo mi gran tormenta de caricias y suaves golpes, que suaves golpes la hacían venir como un astro poseído por el placer, y que aún le guardo con cierto celo, porque sé que despertará con el sexo primitivo, deseando ocultarse en mí, como una ninfa inocente y arrobada, mientras ahora en silencio, disfruto de su carne dormida, tranzando con esta suave flor cada uno de sus bordes deseando su soledad acróbata como las bestias lujuriosas después de la caza.

Yo la miró, ella tan sólo duerme.

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