Prohibido (Brunoxlector)

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"Esta mal, completamente mal" decía la razón.

"Es arriesgado, ambos serán castigados: tú principalmente" dijo su propia experiencia.

"Pero esto es lo que queremos" le hablo el corazón.

Eso era siempre lo que se decía. Cada vez que terminaba simplemente debatía para si mismo, si lo que hacía era correcto o no.
Claramente no lo era.

Ya sea por aquel hermoso y largo cabello, esos deslumbrantes ojos aniñados, aquella dulce y despreocupada actitud, o tal vez era esa hermosa figura de mujer que poseía: Bruno se había enamorado.
Y no de cualquier mujer, la hija de Giorno Giovanna, su amigo, su jefe.

Estaba mal, horriblemente mal. Giorno había confiado en él, para ser su guardaespaldas, para que nadie la hiriera o tocará. Para que vea que es lo que necesitaba y conseguirlo, ella era trabajo, sólo eso. Un hermoso, tentador y deslumbrante trabajo.
Y eso haría, se aseguraría que nunca nadie la dañada ni lastimara. La amaba demasiado como para permitirlo, si fuera por el, daría su vida incluido.

Tenía cosas muy similares a su madre, una hermosa y deslumbrante sonrisa en el rostro todo el tiempo, risueña y alegre, siempre dispuesta a ayudar. Pero se parecía más a su padre, lista y fuerte, de carácter frío con sus enemigos, calculadora y levemente burlona cuando gana un encuentro.

La había conocido desde niña, algo realmente inquietante, nunca creyó amar de esta manera a quien él le había cambiado los pañales. Sólo tenía dieciséis, y estaban ahora durmiendo en la misma cama después de haber "revisado que no tuviera ninguna herida" como ella le decía.

Bruno se encontraba despierto, acostado a su lado mientras veía aquellas hermosas y delicadas pestañas. Le encantaba jugar con aquellos desordenados rizos dorados, deslumbran con el sol en el alba. Era simplemente angelical, y eso lo volvía loco.

Ella también tenía sus manías, pasar su mano por su cabello y cocer esa complicada trenza que él usaba, marcar con sus dedos el trayecto de ese espléndido tatuaje, decirle "papi" sólo para molestarle y hacer que se asustara, ya que así le dice a Giorno.

Era simplemente hermosa, durmiendo o despierta, bajo de él o sobre. Simplemente era la imagen de la perfección encarnada ante los hermosos ojos de zafiro de Bucciarati.
Ahora, ese tranquilo rostro se estaba moviendo, despertando con suave tranquilidad.

Ambas miradas se encontraron, compartiendo un profundo gozo sólo con los ojos del otro. Ella sonrió con dulzura y el le devolvió el gesto con una amable y dulce beso en aquellos rosados labios, repletos de maquillaje corrido.

- buenos días, papi. - el rodo los ojos ante esa sonrisa llena de picardía. La miro de nuevo y volvió a unir sus labios, disfrutandolos como si fuera los más dulce que había probado.

Ella comenzó a profundizar el beso, haciéndolo cada vez más intenso mientras buscaba provocar a su bello guardaespaldas, bailando en su boca con su lengua, mezclando de forma salvaje su saliva.

- Amaneciste bien, parece ser. - Dijo rompiendo aquel beso. Se separó un poco de ella, empujando con levedad, tratando de anular aquella excitación que comenzaba a apresarlo.

Una enorme sonrisa se puso en los labios de su contraria, sabiendo que había conseguido desequilibrar al gran Bruno Bucciarati. Era sin duda un triunfo más para ella, uno de muchos. Ya que al igual que su padre; ella obtenía lo que quería cuando lo quería.

El mafioso simplemente comenzó a buscar su ropa, tratando de cambiarse mientras sentía las suaves caricias por su pecho y espalda que esa hermosa mujer le proporcionaba, casi derritiendose en aquel suave tacto.

Un poco más, apenas unos segundo y ya sentía como su piel se erizaba debajo de de aquellos húmedos besos, las leves mordidas en su cuello y aquella maravillosa sensación de sentir su pecho desnudo contra su espalda.

Sin duda está niña sabía como controlarlo. - trampas, trampas y más trampas ¿es lo único que sabes hacer? - Pregunto risueño mientras la tiraba a la cama, parece que sería una mañana ajeteadra para ambos. - niña mala. - Dijo con una sonrisa de lado.

- Muy mala. - contestó divertida mientras volvía a besar a ese apuesto hombre que se derretía con sus caricias.

De pronto, la puerta fue golpeada un par de veces, llenando de temor a ambos.
Con rapidez, Bucciarati trato de esconderse y el único lugar disponible era el enorme armario que aquella hermosa joven tenía, rogaba por que la persona de afuera no investigará su esocndite.

- Adelante. - Dijo la joven In a vez vio que la puerta se había ocultado. Mirando para el suelo, pudo ver las prendas de Bruno tiradas por ahí así que con su Stand las curso debajo de la cama lo más rápido que pudo.

- Buen día cariño. - Dijo alegrarme te su madre mientras entrabacon un delicioso y pintoresco desayuno, cabe destacar que era el favorito de la joven. - ¿Cómo amaneció mi nena más linda? - levanto In a ceja al verla cubriendo aquel delicado cuerpo si Yo con las finas sábanas de seda blancas. - desnuda por lo que veo ¿No tienes pijamas o algo asi? - cuestionó mientras dejaba la bandeja sobre la mesa de luz.

- Esta  para lavar. - rogaba que su madre se creyera aquel vago intento de excusa, normalmente no se ponía nerviosa pero se sentía incapaz de ocultarlo algo a su madre, sobretodo con éxito.

Ella volvió a levantar una ceja. - ¿todas tus pijamas? - Pregunto y sin avisar abrio ambas puertas de aquel inmenso closet.

- ¡Mamá! - grito, pero era demasiado tarde; había visto a Bruno tratar de escapar por una cremallera.

- veamos, tienes camisones, pijamas, babydoll's, Hola Bruno, pantalones cortos - se giró con una pequeña sonrisa en el rostro. - ¿ves que tienes ropa para dormir? Ahora, cambiate. Recuerda que hoy es el almuerzo con toda la banda. - Y contenta de fue caminando del cuarto. - por cierto. - dijo finalmente antes de girarse. - si fuera ustedes, le diría a tu padre. -

- Si mamá/ si señora. - contestaron ambos al mismo tiempo. Tras esa respuesta la amable mujer sólo sonrió y se retiró del cuarto, escuchando el fuerte suspiro de alivio que ambos soltaron.

- parece que ya lo sabía. - come ti ella mientras se llevaba comida a la boca. Bruno por su parte sólo asintió mientras tomaba sus prendas y se vestía.

Finalmente había llegado la hora del almuerzo. Cada uno de los miembros estaba presente con sus respectivas parejas e hijos, el único "soltero" era Bucciarati, lo cual le hacía un poco de gracia a sus amigos. Pensaban que ese papel lo tendría Abbacchio por si carácter, Pero grande fue su sorpresa al descubrir que de él fue el primer bebé. Una linda chica que raramente se llevaba genial con la joven Giovanna, algo que sus padre no compartían.

La hija de Narancia era la más extraña de todas, después de todo parecía más un varón que una mujer, lo cual generaba burlas a su alrededor, mas por la joven Fugo.

El único varón del grupo había sido el primer hijo de Trish y Mista, la segunda había sido una simpática mujer que se llevaba bien con casi todos.

Pero los problemas comenzaron con una pequeña petición.
La comida era completamente deliciosa y magnífica, Como siempre su madre cocinaba de maravilla, pero había errado un poco con la sal en gusto de _____.

Con una sonrisa miro enfrente y dijo - ¿Me pasas la sal papi? - automáticamente las manos de Giorno y Bruno se tocaron; Bruno metió la pata.

El silencio se instaló en la habitación, todos con sorpresa en sus ojos. Bruno sintió un horrible sudor frío recorrer por su espalda ante la fría mirada de su capo.

- puedo explicarlo. - Fue lo primero que dijo mientras miraba con un poco de terror a su joven amor, quien estaba completamente blanca.

Ese sin duda fue un almuerzo que nunca olvidarán.

JJBA one-shortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora