Era octubre y comenzaba a hacer una temperatura calentita tan agradable bajo el sol que a Julián se le hacía inevitable cerrar los ojos y disfrutar de esa sensación incluso mientras paseaba. Seguro parecía un rarito boludo caminando por la vereda.
Cruzó la esquina y una pared enorme pintada de blanco tras un andamio llamó su atención. Y sobre todo el chico que estaba sobre él. Sonrió acercándose y le tiró una piedrita chiquita desde abajo.
-Che, Miguel Ángel, ¿me decís qué hacés ahí subido?
Renato lo miró desde lo alto y sonrió al verlo.
-¿Viste?- Renato señaló el dibujo inacabado de la pared.- No sabías de mi talento oculto, ¿eh?
Puso los ojos en blanco mientras lo veía bajar del andamio y le dio un abrazo fuerte cuando lo tuvo a su lado.
-¿Me equivoco si afirmo que tanta inspiración tiene algo que ver con ese bombón de ojos verdes que te estás comiendo?- Preguntó sabiendo la respuesta.
-Algo, solamente.
La sonrisa de oreja a oreja que cubría la cara de Renato era prueba suficiente de lo realmente feliz que estaba y cómo sólo al nombrar a Gabriel ya se le iluminaba la cara.
-Se fueron sin despedir de la fiesta.
-Lo sé, perdoname.- Reconoció el chico, poniéndose serio de pronto.- La cuñada de Gabi se puso de parto y nos fuimos corriendo.
-¿Todo bien?
-Sí.
Habían pasado tanto tiempo juntos en el pasado que a esas alturas no podía mentirle. Sabía cuándo sus ojos marrones chispeaban contentos y cuando lo hacían sin vida.
-¿Qué pasó?
-Nada, el viejo de Gabi.- Suspiró mirando al cielo.- Descubrió que estamos juntos y no le cayó nada bien.
-¿Se enojó?
-No le habla.
-Uh... Qué garrón. ¿Todo bien entre ustedes, al menos?
-Sí, supongo que sí, pero Gabi está raro. Se la pasa callado y pensativo todo el rato. Aunque es normal que esté triste, ¿no?
-Acaba de enfrentar al viejo y decirle que le gusta comer pija. Dale tiempo.
Renato rodó los ojos mientras una carcajada llena de aire salió de su boca, destensándolo.
-Sos lo peor.- Dijo mordiéndose el labio.- Che, hablando de talentos ocultos. ¿Desde cuándo cantás?
-¿Me viste?- Se sorprendió.
-Sí. Subiste al escenario mientras agarrábamos nuestras camperas para irnos.
-¿Lo hice bien?
Odiaba que le saliera esa voz de nene chiquito cuando preguntaba cosas así. Pero hacía tanto tiempo que no agarraba su guitarra y cantaba delante de nadie que temía haber hecho el mayor de los ridículos. Thiago no había dejado de repetirle que era un capo y que lo había hecho genial, pero no sabía si sus halagos tenían que ver con otras intenciones.
-Cantás hermoso, Juli.
-Gracias.- Sonrió achinando los ojitos.
-¿Y Lucas?
La pregunta le agarró tan de sorpresa que a su cerebro le costó unos segundos recalcular y saber de qué estaban hablando.
-¿Qué pasa con Lucas?
-¿No hablaron en la fiesta?- Se extrañó Renato.- Pensé que si te veía con Thiago quizás se armaba bardo.
-Olvidate, no fue a la fiesta.
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Tras el cristal
RomanceTodo el mundo tenemos una historia que contar, un camino por aprender y una persona a quien amar. Y mientras un policía bostero y un pendejo grafitero se enamoran, Julián aprenderá que esa persona puede estar donde menos la buscamos pero donde más n...