11.- Latido

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Era octubre y comenzaba a hacer una temperatura calentita tan agradable bajo el sol que a Julián se le hacía inevitable cerrar los ojos y disfrutar de esa sensación incluso mientras paseaba. Seguro parecía un rarito boludo caminando por la vereda.

Cruzó la esquina y una pared enorme pintada de blanco tras un andamio llamó su atención. Y sobre todo el chico que estaba sobre él. Sonrió acercándose y le tiró una piedrita chiquita desde abajo.

-Che, Miguel Ángel, ¿me decís qué hacés ahí subido?

Renato lo miró desde lo alto y sonrió al verlo.

-¿Viste?- Renato señaló el dibujo inacabado de la pared.- No sabías de mi talento oculto, ¿eh?

Puso los ojos en blanco mientras lo veía bajar del andamio y le dio un abrazo fuerte cuando lo tuvo a su lado.

-¿Me equivoco si afirmo que tanta inspiración tiene algo que ver con ese bombón de ojos verdes que te estás comiendo?- Preguntó sabiendo la respuesta.

-Algo, solamente.

La sonrisa de oreja a oreja que cubría la cara de Renato era prueba suficiente de lo realmente feliz que estaba y cómo sólo al nombrar a Gabriel ya se le iluminaba la cara.

-Se fueron sin despedir de la fiesta.

-Lo sé, perdoname.- Reconoció el chico, poniéndose serio de pronto.- La cuñada de Gabi se puso de parto y nos fuimos corriendo.

-¿Todo bien?

-Sí.

Habían pasado tanto tiempo juntos en el pasado que a esas alturas no podía mentirle. Sabía cuándo sus ojos marrones chispeaban contentos y cuando lo hacían sin vida.

-¿Qué pasó?

-Nada, el viejo de Gabi.- Suspiró mirando al cielo.- Descubrió que estamos juntos y no le cayó nada bien.

-¿Se enojó?

-No le habla.

-Uh... Qué garrón. ¿Todo bien entre ustedes, al menos?

-Sí, supongo que sí, pero Gabi está raro. Se la pasa callado y pensativo todo el rato. Aunque es normal que esté triste, ¿no?

-Acaba de enfrentar al viejo y decirle que le gusta comer pija. Dale tiempo.

Renato rodó los ojos mientras una carcajada llena de aire salió de su boca, destensándolo.

-Sos lo peor.- Dijo mordiéndose el labio.- Che, hablando de talentos ocultos. ¿Desde cuándo cantás?

-¿Me viste?- Se sorprendió.

-Sí. Subiste al escenario mientras agarrábamos nuestras camperas para irnos.

-¿Lo hice bien?

Odiaba que le saliera esa voz de nene chiquito cuando preguntaba cosas así. Pero hacía tanto tiempo que no agarraba su guitarra y cantaba delante de nadie que temía haber hecho el mayor de los ridículos. Thiago no había dejado de repetirle que era un capo y que lo había hecho genial, pero no sabía si sus halagos tenían que ver con otras intenciones.

-Cantás hermoso, Juli.

-Gracias.- Sonrió achinando los ojitos.

-¿Y Lucas?

La pregunta le agarró tan de sorpresa que a su cerebro le costó unos segundos recalcular y saber de qué estaban hablando.

-¿Qué pasa con Lucas?

-¿No hablaron en la fiesta?- Se extrañó Renato.- Pensé que si te veía con Thiago quizás se armaba bardo.

-Olvidate, no fue a la fiesta.

Tras el cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora