4.- Esperando

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Se miró en el espejo y despeinó con la mano su pelito rubio, desordenándolo todavía más de lo que estaba. Era uno de los dones de Julián, no peinarse casi y que parezca que está perfectamente peinado. Intentó darle su mejor sonrisa al reflejo que le devolvía el cristal y suspiró cansado, repitiéndose una y otra vez que ese laburito lo hacía por el dinero y por ella. Tenía que echarle un par de pelotas y no pensarlo tanto.

Abrió el teléfono y vio la última conexión de Renato. Hacía tres semanas que no sabía nada de él, desde aquel día que se metió en el baño de El Múnich con él y ese otro tipo que acabó cogiéndole contra la puerta de uno de los cubículos y del que no recordaba ni el nombre. Todavía no sabía ni por qué seguía intentándolo con él si cada vez era más claro que Renato no creía en el amor ni en las relaciones. No al menos con él.

Volvió a suspirar mirándose de nuevo en el espejo y tomó todo el aire que pudo infundándose valor a sí mismo, esperando que ese domingo pasara cuanto antes.

...

Entrar a aquel lugar invadía a Lucas de una agradable sensación de familiaridad que amaba. No podía ni si quiera pensar en calcular cuántas horas de su vida había pasado dentro de El Berlín, cuando era un pendejo y después de camarero. Todas las paredes y rincones llenaban su mente de recuerdos y le hacían sonreír. Ser el encargado del otro bar era genial, pero extrañaba aquel sitio.

-¿Vos decís que baje el precio de los tragos?

Volvió a prestar atención a su hermano, que se rascaba la cabeza mirando el cuaderno de cuentas del bar y lo miraba con el ceño fruncido.

-Desde que abrieron ese otro local a dos cuadras bajaron las consumiciones, tendremos que hacer algo.- Sugirió.

-Lo sé, estoy intentando ver si se pasa el furor por la novedad.

-El sitio garpa, llevan buena música y los tragos son baratos.

-Lo sé...

Alejandro arrugó su frente moviendo la lapicera rápido entre sus dedos, buscando una solución en su cabeza. La puerta del bar se abrió despacio y una cabellera castaña se asomó por ella, marcando unos hoyuelos inconfundibles.

-¿Qué hacés vos acá?- Preguntó Lucas con una gran sonrisa.

-¿Y vos?- El chicos se acercó a él.- ¡Pensé que no te veía más!

Lucas lo abrazó fuerte y le dio unas palmaditas en la espalda.

-Sólo cambié de bar, Junior, sos un tremendo exagerado.

-Exagerado o no, ¿sabés hace cuánto no te veía a vos?- Junior se acercó a Alejandro y le saludó a través de la barra.- Tu hermano lo intenta pero extraño tus tragos.

-Sos un caradura, pendejo, desde que te arreglaste con tu noviecito casi no venís por acá.- Se quejó Alejandro.

-Y bueno, dejame ser feliz, che.

-¿Todo bien con Blas?

-Mejor que nunca.- Contestó con sus hoyuelos en su máximo esplendor.- Nos hicimos cargo del bar de mi hermano y no paramos de laburar, pero todo joya.

-Me alegro, Ju.- Dijo sincero.

Lucas había sido testigo de todas las noches que durante meses Junior se pasó en ese bar intentando olvidar a su ex novio a base de alcohol y garches con cualquier chongo que le hiciera un poco de caso. Pero más de una noche había acabado llorándole por Blas cuando todo el mundo ya se había marchado. Ver que por fin esos dos habían arreglado las cosas era realmente satisfactorio.

Tras el cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora