Arthur Thomson.
—Debería de habértelo dicho antes... —confiesa, con cierta precaución y pecado, la mirada de él es fija hacia mí, no me gusta demasiado que me miren de esa manera, pero noto que está un poco nervioso, cosa que es muy inusual en él. ¿Por qué está nervioso? ¿Hice algo malo? ¿Mi presencia hace que se ponga de esa manera? ¿O es la persona del auto? ¿Un auto? Hace meses que no veía un auto como ese; tan moderno. ¿Quién tiene un Volkswagen de ese color? ¿Qué modelo será? ¿Vendrá del futuro?
De repente levanto las cejas tan alto como puedo.
—¿Es un alíen?
—¿Qué? No.
—¿Un robot? He leído que los robots ya están presenten en nuestro mundo, ¿empezarán a exterminar este mundo? ¿Nuestro mundo? ¿Por qué?
—¿Por qué crees eso? —me pregunta confundido, mientras levanta una de sus cejas. ¿Cómo hacer eso? ¡Yo debería de hacerlo!
—Porque llevo una gran cantidad de años aquí que la sociedad ha estado desactualizada en mi conocimiento. Ya deberías de estar al tanto —susurro mirando a la ventana, sé que me escuchó, y sé que se enoja por ello, como si le estaría echándole la culpa, pero sé que no es su culpa. ¿O sí? No, no puede ser, ¿Cómo serlo? Solo es mi chico de las vitaminas; me mantiene vigorizado.
—Es solo una nueva trabajadora que nos acompañará por un tiempo, aunque no entiendo por qué está aquí hoy —se acerca lentamente hacia la ventana, viendo la vista de los árboles, y el cielo, y el sol, y la tierra, y el auto, y la persona que se está bajando del auto —, se supone que debería de haber venido mañana, o dentro de dos días, pero no hoy —inhala y exhala muy fuerte, tan fuerte que pude escucharlo tan patente.
¿Por qué no tenía que haber venido hoy? Es bueno la ayuda, o eso decía ella, y él, aunque no ellos, no sé por qué.
—Da igual, ese no es el caso —voltea a verme —, necesito que te tomes tus vitaminas —se acerca hacia mí y me muestra con la palma de su mano tres pastillas de color azul. Son las vitaminas B1, que me ayudan para suministrar energía al cuerpo, mi cuerpo, especialmente a mi cerebro y a mi sistema nervioso, por lo cual me ayuda para estar vigorizado, o eso dice el chico de las vitaminas.
Las digiero, con un poco de agua que él tenía en una mesa detrás de mí, él sonríe victoriosamente mientras me ve tomando las vitaminas.
—Eso es —lo dice de una manera cálida, suave y pausado, como si lo estuviese disfrutando —, tal cual como un chico obediente.
Eso lo decía ella, pero no él, ni ellos. Bueno, él un poco, pero era muy inusual, será un sujeto agradable, pero de carácter estricto, con su fiel herramienta de ánima lisa y su chaqueta de cuero café. Hogareño, pero con cierto aroma a granos de cebada germinados, donde siempre iba por los bosques a explorar y llegaba con los brazos alzados, y a veces en el suelo. Le gustaba acostarse en el tapete de felpa, y el póker, aprendí de él, y jugaba con ellos, usualmente ganaba, o eso me hacían pensar. Ganaba tesoro, lo suficiente para consumirlo. Ella no quería, pero respetaba mis decisiones, aunque sí me hacía enojar a veces.
Aceleración rápida.
Pensamientos extraños.
¿Sí ganaba los partidos de póker? Necesito ir a mi habitación.
—¿Puedo irme?
—Eres libre, Arthur, claro que sí.
Bajo las escaleras, y me dirijo hacia mi habitación, mientras las yemas de mis dedos pasan por la pared, la pintura y la mugre. Me corto, porque en una parte la madera estaba levantada, provocando un pequeño corte en una parte de la yema de mi dedo, me duele, pero no es nada grave. ¿O sí? ¿Debería de llamar a un enfermero? ¿O enfermera? ¿A ella, él o ellos? Los necesito.

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Eres el extraño
Mystery / ThrillerSentado, acostado, parado, inmóvil, pensativo. Estás en la habitación, en la cocina, en el baño, en el salón de juegos, en el hospital; en la iglesia; en la plaza. Te empiezas a cuestionar sobre la existencia misma, o a cuestionar si dejaste la puer...