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Arthur. Restringido, aislado, inspeccionado. Una mente compleja, una mente poderosa.

¿Acaso Lyla sería la salida de Arthur? ¿O Arthur sería la salida de Lyla?

Para Lyla nunca fue un secreto verse atraída hacia mentes más inteligentes, hacia mentes más complejas; enjauladas. Ella quería explorar, escarbar en cada pensamiento de una mente psicópata, "loca" según la gente que no se molestaba en conocer más allá de los hechos, en conocer qué había detrás del telón.

05 de marzo del 2019.

Primer día en el psiquiátrico.

Lyla.

La tormenta de ese día hizo que mi cuerpo sintiera cierto nerviosismo. El repiqueo de las gotas contra mi ventana era constante. Hace ya más de una hora que he esperado un cese de la lluvia, unos minutos para poder salir de mi apartamento en la ciudad. Los reportes en la radio eran intrigantes, la lluvia fuerte había causado inundamientos, desbordamientos de canales, tráfico y algunos accidentes.

Decidí no esperar más.

Tomé lo que necesitaba. Mi celular, las llaves del apartamento y el carro, un bolso, una chocolatina, un lapicero y algo de dinero. Lo arrojé todo dentro del bolso.


Desde el momento en el que pisé las aceras para ir por mi auto, las gotas, gruesas, constantes, heladas, recorrieron mi cabeza y se empezaron a depositar en mi espalda. Mis zapatos de tela se empaparon gracias a los grandes charcos de agua que había por doquier.

Hace mucho no se veía una tormenta así.

El cielo se iluminaba constantemente, los truenos crujían y hacían que mi corazón se acelerara cada cierto tiempo.

Apreté las llaves aún más en mis manos, no quería que uno de los truenos me diera un susto e hiciera que se me cayeran las llaves del auto.

Crucé la calle y me encontré con Tomate, un Volkswagen Jetta modelo del 2016 rojo. Era algo viejo, pero tenía calefacción y era lo único que había podido conseguir a buen precio, teniendo en cuenta que mis ahorros no eran muchos.

Entré en él, el aromatizante de vainilla entró por mis fosas nasales, dándome una buena bienvenida.

La lluvia no paraba, e intenté evitar lo más que pude el tráfico. Tenía que salir de la ciudad, hacia mis prácticas, en El Sanatorio Charwester de la ruta 15.

Ya lo habíamos visitado con mis compañeros de clase. El exterior era cercado y embarrotado.

Solía pensar que tenía un cierto parecido al de una cárcel. Paredes grises, horarios estrictos, cuartos pequeños, uniformes aburridos, personas tristes.

Un lugar deprimente al que me había confinado.

El sonido de mi celular hizo que parara a un lado de la acera. Aún no había salido de la ciudad y todavía seguía lloviendo, seguramente me llamarían para preguntar por mi retraso.

—¿Diga?

—Lyla, hola, te habla el doctor Simons del Sanatorio Charwester, es que--

—Oh, doctor, es por mi tardanza, ¿Cierto? Mire, ha llovido tanto que las calles están abarrotadas, pero ya estoy llegando, se lo prometo —lo interrumpo.

—No, Lyla, justamente te iba a decir que no era necesario que vinieras por hoy--

Unos gritos se empezaron a escuchar por la otra línea.

Eres el extrañoWhere stories live. Discover now