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06 de marzo del 2019. 

12:00 am. 

Segundo día en el psiquiátrico. 

Lyla. 


Mi respiración estaba acelerada a causa de los incontrolables latidos de mi corazón.

Me incorporé de la cama y comencé a caminar hacia la puerta. Con manos temblorosas jalé del pomo y abrí lo suficiente para que mi cuerpo pasara por allí.

El suelo se sentía helado en mis pies descalzos, respiraba pausadamente mientras mis ojos intentaban acostumbrarse a la oscuridad del pasillo.

Tal vez no sea nada, tal vez sea... un paciente enfermo.

Pero otro grito salió del pasillo, provocando que mi corazón se encogiera, quería ayudarlo, pero no sabía cómo.

A pasos torpes comencé a caminar hacia los gritos, precavida ante cualquier movimiento o sonido.

Mi cuerpo chocó contra una pared, comencé a palparla a ciegas, ésta terminaba y giré al mismo tiempo que ella. Encontré luz. Pero solo al final del enorme pasillo, únicamente en una puerta. Una puerta blanca con una ventana circular en ella.

Dudé si acercarme o no, quizás debería estar dormida, pero no podía. No así.

Empecé a caminar hacia la puerta, muy despacio. Lo más pegada a la pared posible.

El chirreo de la puerta abriéndose hizo que retrocediera, tapé mi boca con la mano, ahogando cualquier grito que me delatara.

De allí salió un doctor, con bata blanca. Él estaba acompañado por dos guardias de seguridad. Los tres pararon en la puerta, y yo comencé a retroceder.

—Tenemos que tener cuidado.

Abrí los ojos de par en par, el doctor Simons era el que estaba allí. No retrocedí más y comencé a escuchar.

—Verán —se rascó la nuca, un gesto de complejidad absoluta —. Hay una nueva practicante y ella no conoce de la existencia de Olsen. Tenemos que pasarlo a otro cuarto, más alejado.

—¿A dónde, señor? —uno de los guardias le habló. Uno más joven que el otro, rubio.

—Pásalo al ala A. Ponlo en la 602. Tenemos que mantenerlo lo más lejos de los pacientes y de las visitas —volvió su vista hacia el guardia joven —. Trátalo bien, Ethan. Y después pasa todos los equipos, dejémoslo descansar un día.

Él asintió, dio media vuelta y volvió a entrar por la puerta blanca.

Tenía muchas preguntas que hacer, claramente no querían que me acercara al paciente... a Olsen.

Guardé el ala y número de habitación muy bien en mi memoria, junto al rostro del guardia. Rubio, nariz perfilada. Cejas abundantes, negras. Labios gruesos, rojos. Alto y de piel pálida. Ethan.

Lo hice simplemente para saber en quién podía confiar y en quién no.

—Víctor —observó al guardia de seguridad, pensativo —, puede que la practicante sospeche algo, y la habitación de Olsen está bastante cerca al pasillo de las enfermeras, probablemente haya escuchado algo. Vigílala —Víctor asintió —, y ten precaución.

El doctor Simons volvió a entrar por la puerta blanca. Me quedé observando a Víctor. Cabello azabache, ojos negros, barba pulcra, de una contextura musculosa, alto y de aproximadamente de cincuenta años. Observé el movimiento de sus manos, las cuales buscaban algo en su bolsillo, cuando la sacó, mis pies empezaron a moverse, recorriendo el camino en mi mente.

Eres el extrañoWhere stories live. Discover now