Visitas y promesas

4 0 0
                                    

Fueron pocas las tardes las que fui a verte a tu casa. Recuerdo una de ellas con ternura. Esa vez, estabas usando una falda que permitía apreciar a detalle tus piernas.

No me malentiendas, lucías adorable.

Y te dedicabas a peinarme, hasta el sol de hoy lo sigues haciendo. Yo no me quejo, al contrario, es un somnífero para mí...

Una tarde, llegué con la palabra "preocupación" marcada en la frente. Necesitaba saber cómo te encontrabas, tras aquella conversación que tuvimos con anterioridad.

Me dijiste que estabas muy mal y al tenerte frente a mí, se me partió el alma al ver aquellas pequeñas y numerosas cortadas en tus manos, que sostenía con cuidado.

No quiero que vuelvas a hacerlo. Tu piel es muy suave y delicada como para ser marcada de una forma tan cruel.

Pero ¿Con qué moral te podía decir algo así, si yo también me había hecho algo similar? También intenté ocultarlas, pero las notaste de todos modos, y aunque no te quería decir la razón por la cual lo hice, tú seguías insitiando hasta que hablé.

Tus abrazos son realmente reconfortantes, como el que me diste ese día y las veces que lo has hecho.

No recuerdo muy bien si fue antes o después de ésto, pero lo que sí es que hubo una tarde de esas en la que me hiciste una broma.

"Lo hice para ver cómo reaccionabas", dijiste sonriente.

"Tonta", te respondí de inmediato.

¿Ya te acuerdas qué fue?

Oh, también te dedicaste a jugar con mi cabello y mi rostro, mientras tenía la cabeza recostada en tus muslos. No podía parar de musitar risillas, me dan cosquillas.

Y descubriste cada punto que me ocasionaba cosquillas. Tramposa. Estaba tan feliz.

...

En mi última visita, estaba con los ánimos por el sub-suelo, que intentaba disimular hasta que no pude ocultarlo más. Las primeras lágrimas se asomaron en mis ojos y, en cuestión de segundos, ya habían recorrido mis mejillas verticalmente.

Te pedí que me abrazaras.

"No quiero perderte" susurré.

"Tampoco yo" respondiste y sentí que se me fue el mundo en ese instante.

No, que el resto no existía y sólo estábamos tú y yo.

Tras soltarte, te expliqué poco a poco el motivo de mi malestar, aunque el nudo en mi garganta limibata mis palabras. Tú tomaste mi mano.

No quería soltarte.

Te tomaste la molestia de secar mis lágrimas.

No tenías que hacerlo, pero fue la primera vez que alguien tenía tal gesto conmigo.

"Ahora no me alejaré de ti tan fácilmente", te dije, mientras mantuviste la mirada baja en el vacío y te hice verme.

Fue una promesa. Velaré por tu bien, aunque me gane nuevas heridas.

Todo lo que tengo por decir... Y no te diréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora