Treinta y dos.

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Te atrapé cuando saliste de la escuela, al fin estabas sola. No sabes lo mucho que había practicado para que me creyeras.

Con un ramo de rosas me arrodillé frente a ti. Te dije:

“Imagino lo que debiste haber sentido cuando te enteraste, me siento el hombre más miserable del mundo y no te pido otra oportunidad porque sé que no la merezco. Por favor, no me odies”

Agarraste las rosas y la tiraste a la basura.

Nunca te améDonde viven las historias. Descúbrelo ahora