04. En la boca del lobo

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El diablo se introdujo a escondidas en el Jardín del Edén.

Llevaba consigo la enfermedad, deliria nervosa de amor,

en forma de semilla.

Creció y floreció hasta convertirse en un magnífico manzano

que daba unas frutas tan relucientes como la sangre.

<< Génesis >>,

Historia completa del mundo y del universo conocido,

Dr. Steven Horace (Universidad de Harvard)

Cuanto la enfermera me permite entrar en la sala de espera, vuelvo de mi trance y me doy cuenta de que va a pasar. Me van a evaluar. Aún hay aquí en la sala, cinco o seis chicos más dando vueltas, esperando.

Uno está sentado en una silla, inclinado sobre su tablilla, garabateando las respuestas, tachándolas y volviendo a escribirlas. Otro le pregunta muy nervioso a una enfermera cuál es la diferencia entre << enfermedad preexistente >> y << enfermedad crónica >>. Da la sensación de que en cualquier momento le va a dar algún tipo de ataque: le sale una vena en la frente y su voz tiene un tono histérico. Me pregunto si añadirá a sus respuestas << tendencia a la ansiedad >>.

Ya sé que no tiene gracia, pero me dan ganas de reír. Me llevo la mano a la cara y me cubro la boca. Cuando estoy muy nervioso, me da la risa tonta. Durante los exámenes, en la escuela, siempre me metía en líos por culpa de esta manía. Quizá debería haberlo mencionado en la hoja.

Una enfermera me quita la tablilla y ojea las páginas, asegurándose de que no he dejado ninguna respuesta en blanco.

- ¿New Thitipoom Techaapaikhun? – pregunta con el tono abrupto que parecen compartir todas, como si fuera parte de su formación médica.

- Ajá – contesto, y rápidamente me corrijo; mi tía me ha dicho que los evaluadores esperarán un cierto nivel de formalidad. – Sí, soy yo.

Me sigue resultando extraño oír mi verdadero nombre, aún más si va seguido de mi mote. Durante los últimos diez años he utilizado el apellido de mi tía, Thanapatpisal. Tiene la ventaja de que no está relacionado con mi madre y mi padre. Por lo menos, los Thanapatpisal son una familia de verdad. Los Techaapaikhun no son más que un recuerdo. Pero en los documentos oficiales tengo que usar mi apellido de nacimiento.

- Acompáñame – me dice.

La enfermera indica uno de los pasillos y yo sigo el nítido toc toc que producen sus tacones en el linóleo. El corredor tiene una claridad cegadora. Las mariposas me van subiendo poco a poco desde el estómago hasta la cabeza y me siento mareado.

Trato de calmarme imaginando el océano que está fuera, su respiración irregular, las gaviotas que hacen molinetes en el cielo. << Esto terminará pronto >>, me digo. << Pronto se habrá acabado y entonces me iré a casa y nunca más volveré a pensar en las evaluaciones >>.

El pasillo parece prolongarse hasta el infinito. Una puerta se abre y se cierra, y un momento después, al doblar una esquina, nos cruzamos con un chico. Tiene la cara roja y, obviamente, ha estado llorando. Debe de haber terminado ya. Le recuerdo vagamente, es uno de los primeros que han entrado.

No puedo evitar que me dé pena. Las evaluaciones duran normalmente entre media hora y dos horas, pero la gente dice que cuanto más te retengan los evaluadores, mejor lo estás haciendo. Claro que no siempre es así.

đełiria nervøsa đe amør [TayNew] ~ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora