06. Yo te vi

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Si pisas raya, tu madre estalla;

si pisas cruz, te quedas sin luz;

si pisas un palo, te pasa algo malo.

Mira donde pisas, o morirás de prisa.

Canción popular infantil

(para comba o palmas)

Esa noche vuelvo a tener el sueño.

Me encuentro al borde de un gran acantilado blanco de arena. El terreno es inestable. El saliente sobre el que estoy comienza a desmoronarse, se desprenden cada vez más pedazos que van cayendo a miles de metros por debajo de mí, hasta el océano que rompe y golpea con tal fuerza que parece un enorme guiso espumoso, todo crestas blancas y oleadas de agua.

Me da pánico la idea de caerme, pero por algún motivo no puedo moverme ni alejarme del borde del precipicio, incluso cuando siento que el suelo se desliza debajo de mí, millones de moléculas que se recolocan en el espacio para convertirse en viento. Voy a caer en cualquier momento.

Y justo antes de saber que no tengo nada más que aire bajo los pies, que voy a caer irremediablemente al agua envuelta en el aullido del viento, las olas que baten allá abajo se detienen y se abren un momento, y veo el rostro de mi madre, pálido, hinchado, con manchas azules, flotando bajo la superficie. Sus ojos están abiertos, y sus labios separados como si estuviera gritando. Tiene los brazos extendidos a los costados, y se mueve con la corriente como si esperara para abrazarme.

Ahí es cuando me despierto. Ahí es cuando me despierto siempre.

La almohada está húmeda y me pica la garganta. He llorado en sueños. Pang está acurrucada junto a mí, con una mejilla apretada contra la sábana, mientras su boca se mueve una y otra vez sin emitir ningún sonido. Siempre se mete en la cama conmigo cuando tengo ese sueño. De alguna manera ella lo percibe.

Le aparto el cabello de la cara y retiro de sus hombros las sábanas empapadas en sudor. Me va a doler dejarla cuando me vaya. Nuestros secretos nos han acercado y nos han unido. Ella es la única que sabe sobre la frialdad, ese sentimiento que me viene a veces cuando estoy en la cama, un sentimiento negro y vacío que me quita el aliento y me deja jadeando como si me acabaran de tirar al agua helada. En noches así, aunque está mal y es ilegal, pienso en aquellas palabras extrañas y terribles: << Te amo >>, y me pregunto qué sabor tendrían en mi boca, intento recordar su ritmo cadencioso en la voz de mi madre.

Y, por supuesto, guardo el secreto de Pang. Soy el único que sabe que no es tonta ni retrasada; no le pasa nada en absoluto. Soy el único que la ha oído hablar alguna vez. Una de las noches que vino a dormir a mi cama, me desperté muy temprano, apenas cuando empezaba a clarear. Ella estaba a mi lado. Ahogaba su llanto contra la almohada y repetía lo mismo una y otra vez tapándose la boca con las mantas; apenas podía oírla: << Mamá, mamá, mamá >>.

Era como si estuviera intentando acabar con la palabra a mordiscos, como si la asfixiara en el sueño. La tomé entre mis brazos y la apreté contra mí y, después de lo que me parecieron horas, se agotó de repetirla y volvió a caer dormida, con la cara caliente e hinchada por las lágrimas. Poco a poco, la tensión de su cuerpo se fue relajando.

Esa es la verdadera razón por la que no habla. El resto de sus palabras están acumuladas en esa palabra única y acechante, que sigue despertando un eco en los rincones oscuros de su memoria.

Mamá.

Lo sé. Lo recuerdo.

Me incorporo y observo cómo la luz va adueñándose de las paredes, aguzo el oído para escuchar los gritos de las gaviotas, bebo un trago del vaso de agua que tengo junto a la cama. Estamos a 31 de octubre. Faltan noventa y dos días.

đełiria nervøsa đe amør [TayNew] ~ Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora