Capitulo I.

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13 de Julio

Orden 743 del día, los tacones le lastimaban los pies, el dedo índice y el medio de la mano derecha le dolían por estar tecleando todo el día, era la última vez que doblaba turno.

- Héctor, una hamburguesa con papas, para la mesa veintidós.

El joven cocinero asomó la cabeza por la ventanilla que lo comunicaba hacia la caja del restaurante de comida rápida, tomó el papelillo que colgaba de un pincho y le dirigió una sonrisa a Ruby, recordándole que ella debía tener esa sonrisa para atender a los clientes. Pero después de catorce horas de estar parada sonriendo, ya estaba cansada.

Y apenas eran las ocho de la noche, quedaba lo más pesado, las próximas dos horas el restaurante se llenaría.

Miró a su jefe que venía entrando al restaurante, era un hombre de mediana edad, un poco calvo y que rengueaba de un pie. Se acababa de casar hacia solo algunos meses, con una chica lo bastante atractiva como para no haberse casado por puro amor. 

- Ruby, ¿cómo ha estado la tarde? 

¿Qué como había estado la tarde?

Igual de espantosa que todas las tardes.

Había tenido un problema con uno de los proveedores, no había llegado la mercancía que se suponía tendrían que haber llevado desde la mañana.

Un niño berrinchudo, de esos que sus mamás no les enseñan buenos modales, le había echado encima de su uniforme la salsa cátsup que resbaló hasta el suelo. Ella había tenido que limpiar el piso, por que cuando buscó a Ramona para que lo hiciera, no la encontró por ningún lado.

La silla que se supone le habían llevado para que se sentara, misteriosamente había desaparecido en la mañana mientras que ella limpiaba.

La sobrinita de su jefe había estado en la tienda a media mañana, ésa que insistía en que Ruby jugara con ella, a pesar de que a Ruby la regañaban si dejaba su puesto de trabajo por más de cinco minutos. 

La hora que le dieron a medio día para salir a comer, se le había ido toda en ir a su casa para cambiarse de uniforme, porque estaba toda embarrada de salsa, aun así no alcanzó a bañarse y seguía oliendo a salsa de tomate.

Su frugal comida había consistido en un pedazo de pan que había encontrado en la alacena y que tuvo que ir comiendo por la calle mientras franqueaba a la gente que iba caminando mirando las tiendas. 

Tenía tres horas con ganas de ir al baño y no podía quitarse de la caja, porque no había nadie que la cubriera mientras se iba. Solo estaba Héctor con ella, pero él no debía salir de la cocina para ponerse a cobrar, porque para variar no encontraba ni a Ramona, ni a Juan. Y lo peor de todo era que, el día aun no terminaba. 

Pero no, no le iba a decir todo eso. Simplemente sonrió. 

- Igual que todas las tardes.- omitió lo espantosa que era la tarde y todo lo que había pasado en el día. No tenía caso que se quejara con su jefe, por cosas que él no podía cambiar. 

- Bien - el hombre solo dijo eso y abrió la caja registradora, se paró a un lado de Ruby y empezó a sacar el dinero.

Cuando Ruby miró que el hombre se alejaba hacia la cocina, sin preguntarle si ella necesitaba algo, porque realmente ella necesitaba ir al baño, Ruby le habló de nuevo. 

- Señor, me preguntaba si puedo ir al baño. 

- Claro - dijo el hombre - cuando regrese de la cocina, yo me pongo a cobrar por ti, para que vayas. 

Ese hombre tenía la misma sensibilidad que una piedra, ¿qué creía? ¿Qué podía irse y dejar que Ruby se retorciera de ganas de orinar, mientras lo esperaba? Debía de tener valor por una vez en la vida y agarrar su bolso e irse a casa. Aunque de sobra sabía que no lo haría, necesitaba el dinero. 

Jirones: Trozos de mi AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora