Capitulo IV

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19 de Julio. 10:52 p.m.

Ruby había corrido, como alma que llevaba el diablo, nada mas alcanzar la puerta de McHam’s. Pero, inteligentemente, corrió hacia el lado opuesto de donde se encontraba su departamento. Eso la había hecho tener un recorrido de 35 minutos, cuando la realidad era que tomaba menos de 15 llegar a casa.

Pero con Niall, las precauciones nunca eran demasiadas.

Llegó a su departamento de la calle 13 jadeante y sudada, con el pelo revuelto y la falda del uniforme casi en el cuello. Se le había subido por las piernas en su atropellada carrera y, como era de suponerse, no iba a detener su huida por una simpleza como acomodarse la falda. 

Entró al apartamento y cerró con llave, encendió la luz y marcó el número telefónico de Héctor.

— ¿Héctor?

—Al habla—contestó él reconociendo a Ruby de inmediato.

— Se que es tarde, pero necesito un favor — la voz de ella aun se escuchaba agitada— ¿estás muy ocupado?

— Pues… estaba terminando de cenar ¿de qué se trata?

— Me urge que vayas al restaurante a cerrarlo.

— ¿Queeeé? ¿Dejaste el local abierto? — Héctor dio una mordida a un emparedado y el sonido de la lechuga al crujir llegó hasta Ruby— Ahora sí, el jefe te va a matar.

—Ya lo sé, pero ocurrió algo… inesperado — el tono de voz de Ruby cambio notablemente y no pasó desapercibido para Héctor.

— Suelta la sopa ¿Qué pasó?

— ¿Quieres que te lo cuente ahora?

— Si quieres podemos esperar a mañana, digo si el jefe no te corta la cabeza por dejar McHam's abierto.

— Vamos, Héctor…— quiso suplicar Ruby, pero de antemano sabía que sería inútil— Estoy cansada.

— Yo igual, pero aun así iré a cerrar el local.

— Pero…

— Se trata de tu ex, ¿verdad?

Ruby pensaba que Héctor a veces era psíquico.

— Si, fue por Niall.

— Bien — Ruby casi podía ver unas ruedas de engranaje girando dentro de la cabeza de Héctor — Hagamos esto: si prometes contarme todo, TODO, con lujo de detalle, voy a cerrar el local ya mismo y no diré nada de lo que ha pasado. ¿Es un trato?

— ¿tengo otra opción? Vale. Mañana te cuento todo.

— TOOODO.

— Bien, será TOOODO.

Ruby casi pudo ver la sonrisa de Héctor antes de colgar el auricular. Desde que Ruby había dejado a Niall plantado, prácticamente en la puerta de la iglesia, Héctor había querido saber por qué. Y Ruby sospechaba que eso era el “TOOODO” a lo que él se refería. 

Quince minutos después, cuando Ruby estaba frente a un vaso de leche que no se animaba a tomar, sonó su teléfono.

— Soy yo — Héctor estaba al otro lado de la línea.

— ¿Y bien? ¿No te encontraste con… nadie?

— No. Esto está desierto. De hecho el local está cerrado y las llaves estaban bajo el tapete de la entrada.

— ¿De verdad?

— ¿Por qué habría de mentirte? Solo te llamo para que no estés preocupada. —Ruby suspiró aliviada. — Incluso las luces estaban apagadas, he abierto el local y parece que todo está en orden. No falta nada.

— Muchas gracias, Héctor. Esto no se me olvidara jamás.

— A mi tampoco. Recuerda que has prometido contarme todo.

— Lo sé. Mañana.

— cuídate, hasta mañana.

Con un click se cortó la comunicación.

Ruby descanso notablemente. No es que pensara que Niall pudiera saquear el restaurante, pero si le preocupaba que quedara abierto.

No se dio cuenta que se había tomado la leche de un trago. No tenía hambre, pero sabía que no era bueno dormirse con el estómago vacío. Su abuela decía que se tenían pesadillas. 

Se acostó y apagó la luz, pensó que tardaría en dormirse, pero no fue así. Se quedó dormida casi de inmediato. No reparó en que la resaca de su cumpleaños ya había pasado. Tal vez por la impresión del momento, tal vez porque ya había pasado el tiempo suficiente.

Si tan solo se hubiera asomado un segundo por la ventana, habría notado que un hombre vigilaba su apartamento oculto gracias a la oscuridad de la noche. Un hombre vestido con vaqueros desgastados, camiseta blanca y cazadora negra. Un hombre que no pretendía hacerle ningún daño. Pero que con su sola presencia, podía destruir todo su universo.

Un hombre, al que una vez tiempo atrás, Ruby le había entregado más que su corazón.

Niall.

Jirones: Trozos de mi AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora